jueves, 17 de julio de 2014

Om


Hijo espiritual de A Love Supreme y musical de Ascension, Om es quizá el más radical de los discos de John Coltrane publicados tras su muerte, compuesto por una sola pieza de free jazz encarnizado y cerca de media hora de duración. Mantra absoluto y primordial del budismo y el hinduismo —por lo muy poco que yo conozco de las religiones asiáticas—, la sílaba "Om" hace referencia a la totalidad de los sonidos, pues todos devienen de aquélla, y esa pureza fundacional, a la par que inabarcable e inquietante, se adapta con precisión al último Coltrane. El desgarro de sus saxos tenor y soprano —en una búsqueda desquiciada del ideal imposible, inalcanzable— es acompañado en esta sesión registrada el 1 de octubre de 1965, pero publicada póstumamente en 1968, por el clarinete bajo de Donald Garrett, el saxo tenor de Pharoah Sanders, la flauta y la percusión de Joe Brazil y el piano, el contrabajo y la batería de los miembros de su cuarteto, a saber y respectivamente, McCoy Tyner, Jimmy Garrison y Elvin Jones. La exploración da con momentos de belleza espeluznante, nacida de la más concentrada de las improvisaciones; música irreductible, casi insondable, prologada y epilogada por la recitación de cantos sagrados y el sonido que pone título al álbum. Injustamente atacado y minusvalorado, Om es una muestra extraordinaria del talento enfermizo de su autor, tajante en la plasmación de sus ideas, aunque embarcado en un viaje sin retorno a la esencia de las emociones estéticas que parecía querer apurar el poco tiempo de vida que le quedaba. Así es: en muy pocos años (los que van de 1959 a 1967, aunque especialmente en los tres últimos) el arte de John Coltrane llega a lugares desconocidos en los que no cabe nadie más que él, pues son producto de la suma de una técnica excelente, una libertad innegociable y una inocencia mística que a un servidor sigue desconcertando. Yuxtapongan la escucha de Om a la de cualquier disco de su colección que no sea del creador de Meditations y verán cómo no les engaño.

6 comentarios:

  1. Conozco el disco pero no he tenido ocasión de escucharlo (porque a Trane hay que escucharlo, no oirlo). Aunque precisamente hace unos días estuve rescatando Ascension y Meditations y me pasa lo mismo cada vez: parece que los acabes de descubrir. Es ese carácter insondable del que hablas pero el adjetivo que usas que más me gusta es el de pureza.
    Bonita reseña, Gonzalo. Me dan ganas de limitarme a Coltrane el resto del verano ja ja. Un abrazo.

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  2. En lo que a jazz toca estoy en pañales, pero tratándose de Coltrane me enganchó al reto de mezclar 'On' con el coctel de jam rock que está tocando estos días y a ver que tal combinan... Ya te contaré.

    Un abrazo.

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  3. Ayer precisamente, Agente, "escuché" a Coltrane en casa de unos queridos amigos. Temas de diferentes épocas, pero todos soberbios. Así es: siempre llega a ti nueva su música, aunque hayas escuchado decenas de veces la grabación a la que atiendes. Piénsatelo, será un verano de emociones fuertes, je je je.

    Prueba y di, Aurelio. El jazz estará cerca de atraparte.

    Abrazos.

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  4. Creo que Trane es un hombre profundamente religioso, no en el sentido de seguidor o practicante de una doctrina (la que sea) sino en su clarísima convicción de la íntima relación de Dios (Lord) con el ser humano, una especie de llenado al vacío existencial de su vida y agradecimiento al haberle ayudado a liberarse de sus terribles demonios internos (adicción a la heroina). A Trane casi le considero como un artista que intenta practicar, sobre todo a partir de "A Love Supreme" música sacra.
    Abrazos maestro.
    JdG

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  5. Es lo que yo llamo "inocencia mística", Javier, si bien comprendo bien tus argumentos. Lo de música sacra es muy acertado.

    Un abrazo, jefe, a ver si nos vemos pronto.

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  6. Acostumbrado a Zappa o Beefheart, ha sido un plato difícil de saborear, Gonzalo.

    Un abrazo.

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