martes, 1 de julio de 2014

The Shape Of Jazz To Come


El gran mérito del arte de Ornette Coleman fue el de la libertad. No es vano, casual u ostentoso que fuera él quien grabara un álbum llamado Free Jazz. Coleman buscaba la expresión propia, en la que el sonido dominaba y acorralaba a las estructuras armónicas convencionales. La eliminación del piano a partir de su segundo elepé, Tomorrow Is The Question!, aporta claridad a la concepción del autor de Something Else!!!!, quien lleva a su cuarteto a la perfección en The Shape Of Jazz To Come, tercer, premonitorio y esencial disco de Ornette Coleman, publicado en 1959 y poseedor de la misma coherencia, categoría e importancia de —figúrense— otro astro de aquel año, Kind Of Blue. Difícil describir la música (el sonido, como digo) del maestro del saxo alto. El oyente puede quedar perplejo al no haber disonancias aparentes, pero tampoco melodías evidentes —no hablemos ya de himnos— a las que agarrarse. Es como si se encontrara en tierra de nadie, tierra fértil aunque ignota que solo puede conocer si es ajeno a prejuicios y mira más allá de convencionalismos. Lo que en el mencionado Free Jazz o en las obras más radicales de John Coltrane, Cecil Taylor, Albert Ayler o el Art Ensemble Of Chicago puede ser rechazo a primera vista, no es tan fácil en los seis temas que conforman The Shape Of Jazz To Come. La corneta de Don Cherry, el contrabajo de Charlie Haden y la batería de Billy Higgins son cómplices absolutos de Coleman a la hora de crear sobre bases tan sencillas y tan complejas al mismo tiempo. Los solos improvisados de Cherry y Coleman no son atonalmente agresivos; curiosamente, su fluctuar tiene una caracterización melódica muy aguda, pero siempre según los baremos que establecen cornetista y saxofonista, baremos que —ya la hemos visto— Coleman solo negocia consigo mismo y los intérpretes que le ayudan. Es ahí donde reside la radical vanguardia de tan excepcional artista: no salirse de su camino, el que le pide su cuerpo (literalmente) y su concepción del ritmo. "Mi música no tiene un tiempo real, un tiempo métrico. Tiene un tiempo, pero no en el sentido de algo que se puede medir. Es algo más parecido a la respiración, un tiempo más natural y más libre. La gente se ha olvidado de lo hermoso que es ser natural", dijo el mismo Ornette Coleman aportando la que bien pudiera ser la clave de su revolución: conectar con una versión primitiva y radicalmente subjetiva de la persona que la civilización ha exterminado hasta llegar al individualismo uniforme del capitalismo moderno, cruel paradoja que nos ha llevado a la situación actual. No era mi intención culminar este texto con inducciones políticas particulares, pero quizá la naturaleza del quehacer creativo de Coleman haya sido la que —sirviéndose de mi pluma— me lo haya sugerido, haciendo uso de esa libertad innegociable de la que se sirvió el hombre del saxo alto para registrar elepés tan sublimes como el que hoy hemos tratado de no profanar en Ragged Glory.

6 comentarios:

  1. Enhorabuena por el texto, Gonzalo, me ha encantado. No creo que a Ornette Coleman le desagradase, eso seguro. Respecto al disco: una de esas obras que marcan un antes y un despues, una obra maestra, sencillamente.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Agente. Lo de Ornette Coleman que dices me ha sacado los colores. Y "The Shape", sí, una obra maestra sin duda alguna.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Ya sabes que yo de jazz no estoy muy puesto. Ahora bien, del texto sí puedo opinar. Es una pasada. Me ha encantado su lectura. Felicidades.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  4. Pues mil gracias, Evánder. Ya caerás en las redes del jazz…

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Evidentemente no has profanado con tu texto tan sublime obra del gran Ornette, más bien la has revalorizado, y además esas connotaciones a la libertad y a la naturalidad otorgan al lector una más amplia y acertada comprensión del disco. Tendré en cuenta el título en mi próxima razzia.
    Abrazos,
    JdG

    ResponderEliminar
  6. Gracias, Javier, se te echaba de menos por aquí. No lo dudes, de aquí al paraíso (musical).

    Un abrazo, maestro.

    ResponderEliminar