martes, 1 de septiembre de 2015

Stormbringer


Si la entrada de Glenn Hughes y David Coverdale en Deep Purple había hecho que el quinteto girara tímida pero indudablemente hacia territorios funk en el excelente Burn de 1974, en su siguiente elepé —publicado el mismo año— esa timidez iba a desaparecer por completo para dar con un trabajo lleno de funk y soul más cercano al soft que al hard rock. Stormbringer viene, pues, a significar un giro muy importante en la carrera del grupo británico, si bien, y en mi opinión, su valía musical es la misma. Sin embargo, y como todo el mundo sabe, Ritchie Blackmore abominará de un resultado en el que su aportación pierde quilates y su guitarra, distorsión, abandonando la nave para formar Rainbow en 1975. Según sus palabras: "No había muchas guitarras porque de alguna manera yo estaba pasando por problemas personales, y ahí no tenía la gente que quería para grabar".


Exceptuando el corte que da título e inicia el álbum, es muy difícil ver en Stormbringer al grupo precursor del heavy metal que graba In Rock o Machine Head. Glenn Hughes ha impuesto mayormente su criterio, y el rock duro y los largos solos de Blackmore (o de Jon Lord) son relegados —sin desaparecer, los hay fantásticos— en beneficio de la canción a secas. Aunque parezca mentira, Deep Purple se encuentra más cerca de Curtis Mayfield o Marvin Gaye que de Black Sabbath en temas tan magníficos —independientemente de quién los haya compuesto— como Love Don't Mean A Thing, Holy Man, Hold On, You Can't Do It Right, The Gypsy y Soldier Of Fortune, pero ni siquiera cuando el rock and roll toma formalmente la plaza (Lady Trouble Dealer, High Ball Shooter) la banda abandona el groove de la música afroamericana. La concisión manda, el sonido se dulcifica, se recorre un nuevo camino, mas la calidad es igual de sobresaliente que la de antaño, y solamente un ciego (un sordo en este caso) puede negar la calidez y la armonía que desprenden las notas de Stormbringer. Solo falta añadir las siempre geniales baquetas de Ian Paice para completar el cuadro de un disco espléndido que a día de hoy —más por prejuicios que por juicios— sigue ninguneado en determinados sectores, herederos del radical rechazo de Ritchie Blackmore. Acudimos al tópico para cerrar el texto y lamentar su obcecación: ellos se lo pierden.

5 comentarios:

  1. Como sabes yo soy muy funk y muy soul, pero prefiero la anterior formación a esta, prefiero los largos solos de blackmore o Lord y la vocalidad mas monocorde pero de infinita intensidad de Gilland, aun así tanto Burn como este me encantan, estoy de acuerdo con tu analisis desde luego.
    Un abrazo.

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  2. Discazo hermano. Yo si tengo que elegir de 1974, me quedo con Burn, pero ojo que hablamos de otro discarraco parido en meses, a ver quien hace eso hoy en día. Ciertamente hay mucho funky, soul y groove en este disco, pero nunca están de más para no repetirse y abrir caminos, lo importante son siempre las composiciones y aquí las hay buenas y muy buenas.

    Abrazos.

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  3. Yo era más del Mark II, pero con el tiempo la tercera formación de la banda ha acabado ganándome, y la veo tan válida como la autora del mítico "Made In Japan". Pero, bueno, que estamos de acuerdo, Addi.

    Es que "Burn" es la bomba, querido Savoy. Aquí se abren caminos muy variados, la verdad, y las canciones, como dices, son buenísimas.

    Abrazos púrpuras.

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  4. Una fase más de desarrollo y complejidad dentro de esta gran banda.

    ¡Abrazos!

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  5. Así es, Víctor Hugo, nunca olvidemos a los primeros Purple y las modificaciones habidas desde entonces.

    Un abrazo.

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