lunes, 30 de julio de 2018

Electric Sweat


Si con People Get Ready The Mooney Suzuki había debutado en formato largo demostrando que de garage, high energy y R&B sabía un rato, su segundo álbum (Electric Sweat, 2002) iba a confirmar que la banda de Sammy James Junior pisaba fuerte y no se había tirado ningún farol, colocándose en lo más alto de una hipotética liga que The Cherry Valence o Zen Guerrila también aspiraban a ganar.


El corte homónimo que encabeza la colección de diez canciones entregada es pura energía made in Detroit, allí adonde el grupo ha ido a ponerse a las órdenes de Jim Diamond. Y se nota. Rock and roll básico y salvaje, el sudor eléctrico que predica su título y enseña la portada marca territorio y tiene su continuación en In A Young Man's Mind, tema que transpira MC5 desde la base rítmica a los punteos de las guitarras. Un riff básico de los que Stones y Faces aprendieron de Chuck Berry sostiene Oh Sweet Susana, mientras que A Little Love conjuga protopunk y power pop. It's Not Easy repite fórmula, escorándose incluso hacia el merseybeat durante la primera mitad. Sigue The Mooney Suzuki sin renunciar a su cara pop (que en el futuro se adueñará del último trabajo en estudio del cuarteto, Have Mercy) en Natural Fact. It's Showtime Pt. II es un excitante instrumental R&B que cuenta con un delicioso órgano en su interior. I Woke Up This Mornig retoma la potencia high energy en una composición que tiene mucho de hard soul y de los Rolling Stones más crudos y directos. Soul en forma de balada clásica es lo que nos ofrece The Broken Heart (pasado por el filtro garage rock de unos Lyres), penúltimo paso de un elepé excelente que cierra Electrocuted Blues como lo había abierto Electric Sweat pero sin letras: convocando a los Sonics, a Jimi Hendrix, a los Stooges, a Barrence Whitfield y sus Savages y a fieras similares maestras de la distorsión. Es decir, celebrando el rock and roll como ya casi nadie sabe en el siglo XXI.

miércoles, 25 de julio de 2018

A Thousand Leaves


La sobreabundancia noise del final de Washing Machine —esa extensísima y colosal pieza llamada The Diamond Sea— y los primeros volúmenes de las Sonic Youth Recordings hacían predecible un álbum de canciones largas como A Thousand Leaves (1998), aunque no la rebaja de agresividad en alguno de los pasajes del mismo. Sea como fuere, y antes de pasar al análisis detallado, diré que a mí es un disco que me gusta mucho, y que, en lo básico, los axiomas estéticos de Sonic Youth se mantienen intactos.

Pura vanguardia enrocada y altiva, Contre le sexisme es una orgullosa declaración de principios artísticos y políticos a la que sigue Sunday, espléndida canción pop para describir el séptimo día de la semana (aquél en el que según la mitología bíblica Dios descansó) a la que no falta el clásico (y fulgurante) injerto atonal de la banda. El minimalismo hipnótico y poético de Female Mechanic Now On Duty se dispara hasta los casi ocho minutos, si bien Wildflower Soul supera los nueve en su bella recopilación de leitmotivs sonoros del cuarteto neoyorquino. Hoarfrost y French Tickler rebajan duración y electricidad (aunque el segundo de los temas tenga accesos de furia muy de la casa), calma tensa que asimismo se traspasa a la majestuosa Hits Of Sunshine (For Allen Ginsgberg), once minutos en recuerdo del mítico poeta Beat, y, en parte, a Karen Koltrane, si bien sus imprescindibles nueve minutos contengan mayores distorsión y disonancias. Irónica, mordaz, hiriente: así se me aparece la Kim Gordon que impreca al oyente en The Inefable Me. Snare, Girl apuesta por la laxitud antes de que Heather Angel —endureciéndose conforme avanza— concluya un álbum cercano a la hora y cuarto en el que Sonic Youth reflejaba los inevitables cambios que traen la madurez y la paternidad. O las ganas de investigar y avanzar de un grupo que con A Thousand Leaves demostraba que se puede crecer y matizar sin perturbar en lo más mínimo tu (radical) enfoque fundacional.

lunes, 23 de julio de 2018

Ragged Glory cumple diez años (8). Las palabras de Addison de Witt



Alguno se preguntará que qué hago yo por aquí, tan lejos de mis habituales dominios. Pues les diré que, en principio, a gusto, y con predisposición al buen rollo, e incluso, si me lo permiten y aunque no me entusiasma el término: al homenaje. ¡Pero miren!, ni para ustedes ni para mí, vamos a dejarlo en algo mucho más popular, de barrio, campechano incluso, digamos que vengo a entregar una felicitación.

¿El motivo?, pues que mi brother, y hacedor de descripciones disqueras como no hay otras en la blogosfera, el responsable de esta santa casa en la que hoy me he colado: Gonzalo Aróstegui Lasarte, ha alcanzado una década derramando letras teñidas de riffs y distorsiones, proponiendo receptáculos de azuferino rock and roll, de rugiente punk nihilista, de floreciente pop sesentero, de bronco hard rock y de esos sones tan climáticos y sugerentes del jazz que un servidor tan poco (o nada, realmente) domina. Y lo hace desde esta su casa: Ragged Glory.

Coincidirán conmigo en que la efeméride no es cualquier cosa. Ignoraba que era de tal enjundia la trayectoria en cuanto a tiempo de Ragged Glory, es lo que tiene el ser discreto, el faltar tanto al orgullo que impide ver más allá del interior del cuerpo propio, como a la falsa modestia de los que quieren ver inflamado su ego por medio de otros.

Gonzalo es discreto, y por eso la edad de este blog, referente absoluto, se puede permitir el lujo de pasar desapercibida, parece que Ragged Glory, como las estrellas de verdad, no revela hacia afuera el paso de los años, y es que no existe la senectud para los elegidos.

Todo empezó hace algo más de diez años, en la época en que nacía Ragged Glory, cuando los compromisos familiares de mis amigos les apartaban del antiguo camino del rock, de los conciertos, los discos y los festivales que antes compartíamos, y vi cómo iba quedándome solo en el sendero, mientras ellos se dedicaban a los niños, a la hipoteca y a asuntos mucho más serios que el cada vez más chirriante contoneo del cuello al ritmo de los decibelios. Entonces me di cuenta de que tenía que hacer algo, buscar a alguien con quien hablar de rock, y si es posible con quien compartirlo de forma presencial, como antaño con mis amigos (que siguen siéndolo ojo, amigos no rockeros, eso sí).

Busqué en aquello que se llamaba internet y que hasta los treinta y tantos me la había traído al fresco, la verdad. Empecé a buscar sitios donde se hablase de rock, de blues, de conciertos y de novedades musiqueras.

La primera vez que entré en un blog, a propósito de una búsqueda que disparé contra el ciberespacio al azar, y que pretendía encontrar seguidores e información de Burning, no sabía que aquello, el lugar al que me llevó Google, era un blog. No sabía muy bien qué era exactamente, pero me consta que la palabra blog, a principios del año 2007, no me decía absolutamente nada.

Poco a poco fui dominando el lenguaje del nuevo mundo en el que me había introducido casi a la desesperada. En unos meses, ya con total consciencia de lo que eran los blogs, y siendo seguidor de varios de ellos, hubo cuatro o cinco que oficiaron en mi de profesores involuntarios, maestros de alguien que no había considerado aún ser bloguero (ciencia a ficción para un servidor en 2010).

De aquellos blogs de hace ocho o nueve años, sólo quedan vivos dos, uno de ellos es Ragged Glory. Sigue siendo lugar de referencia, de visita obligada y uno de en los que, a pesar de las apreturas que sobre todos ejerce ese corsé invisible que es el tiempo, no puedo resistirme a coger aire con fuerza, empujar a la altura del pecho para deshilachar algunos minutos, y comentar las impresiones que me causan los comentarios más literarios de cualquier blog musiquero que pretendan encontrar. Porque Gonzalo, además de un rockero de raza, es un escritor de elegante y estructurada prosa, de poesía asimétrica pero afilada y palabra precisa, verbo presto y adjetivo apolíneo... ¡que da gusto leer a Gonzalo, vaya!

Además le conozco en persona, y hemos compartido conciertos, cháchara, barra, mesa y mantel, pero eso ya daría para escribir algo mucho más extenso y trascendente, a la vez de humano y luminoso que esto. Pero vayamos acabando, que no es cuestión de aburrirles con tanta retórica. Pues les diré que estos días de fastos cumpleañeros en Ragged Glory, mi presencia aquí no es otra que sumarme a la fiesta desprendiendo unas letras de felicitación y reivindicación, a Gonzalo la una y a Ragged Glory la otra, con la temblorosa esperanza de que no desentonen ante tamaño hecho histórico, el que luce este sitio mítico y que se enracima a lo largo de la columna lateral derecha, y que tantas alegrías nos ha dado durante los últimos dos lustros.

Si sigue Gonzalo, sigue Addi, y seguro que siguen algunos más. Seguiremos desayunándonos con esos discos que describe con ardor de sensibilidad ruidosa y ruda lírica mi amigo y excepcional escritor Gonzalo Arostegui Lasarte.

¡Muchas felicidades Ragged Glory!, ¡Zorionak Gonzalo!… y gracias por las palabras.
¡Salud!

NOTA: Addison de Witt es el autor del blog Rock & More by Addison de Witt.

jueves, 19 de julio de 2018

Más pronto que tarde

Con ella 
en la parte alta del recinto 
escuchando a Calexico
versionar a los Smiths
sintiendo cada acorde
cada armonía, cada instrumento
Bigmouth Strikes Again en vena—
fumando un porro
bebiendo cerveza
riendo, riendo, riendo
como si todo esto
—más pronto que tarde—
no fuera a tener un final
que ya está escrito.

lunes, 16 de julio de 2018

Padres sin termómetro


(La farmacia está cerrada…)

¿No es demasiado mayor
para que todavía lleve el chupete?

¿Es normal que tu hijo
vaya siempre con chándal?

¿No crees que este niño
tiene poca disciplina?

¿Vas a dejar que se infle
a bollos y chucherías?

¿No te parece
que ya debería leer?

¿Ha hecho los deberes
del fin de semana?

¿Estás seguro
de que has elegido bien el colegio?

¿Adónde va a llegar
con la educación que le das?

(… y sube la fiebre.)

lunes, 9 de julio de 2018

Homenaje a D. Antonio Chacón


El artista innovador que fue conocía la tradición al dedillo y era ya un cantaor espléndido con varios discos a sus espaldas cuando en 1977 publica el extenso y sentido Homenaje a D. Antonio Chacón acompañado de Pepe Habichuela a la guitarra. Los temas populares que en su momento cantara Chacón cobran nueva vida a través de la soberana voz de Morente y la excelente guitarra de Habichuela. Como decía el productor José Blas Vega en las notas del doble elepé, "Cuando pensamos en poner en práctica este proyecto no quisimos que estos discos fueran una simple y fidedigna copia de sus grabaciones, con sus virtudes y defectos. Se pensó principalmente en el esquema vivo de los cantes, y en la exploración de un legado musical con un sonido artístico de hoy". Ya en su momento "acusado de vanguardista y desviacionista" (y todavía eran desvíos mínimos), Morente da muestra de su "amplia cultura" flamenca al viajar a finales del siglo XIX y principio del XX y regresar con una lección de respeto por las raíces que no será óbice sino acicate para sus futuras y rompedoras propuestas. No habrá traición ni menosprecio en Omega, El pequeño reloj o Pablo de Málaga, habrá la ampliación y la investigación de quien ha estudiado su arte a fondo y lo ha practicado y difundido mejor que nadie (o casi nadie). La admiración de Morente por quien "convirtió en obra maestra" aquello "que era savia y sencillez popular" no es rendición o inmovilismo (lo que querrían los puristas, lo que son los puristas), es asunción de unas esencias que servirán de formación y aprendizaje, no de esclavitud formal. Un hermoso homenaje al maestro de Enrique Morente y Pepe Habichuela que, sea como fuera, sigue dando gusto escuchar.