viernes, 23 de marzo de 2012

Alejo Carpentier y el rock and roll


He querido traer este texto de Alejo Carpentier a Ragged Glory —que llega hoy a su entrada número 200, dedicada a las cuatro personas que han premiado este blog durante las últimas semanas (Johnny, Dani, Ariel, Mansion On The Hill) y a Pachi Tapiz, que me honró al pedirme que colaborara en su espacio— por varios motivos que paso a detallar: 
  • Haber sido escrito en los albores del rock and roll.
  • Ser un artículo del excepcional escritor cubano, autor de obras maestras de la literatura del siglo XX como Los pasos perdidos o El siglo de las luces.
  • Ser Carpentier, asimismo, un conspicuo musicólogo.
El artículo, titulado escuetamente El rock and roll, fue publicado por El Nacional de Caracas en fecha indeterminada (hasta donde yo pueda saber) —si bien las palabras de Carpentier, que en 1959 abandona Venezuela para volver a su Cuba revolucionaria, sirven para datarlo con bastante exactitud— y es de un interés inmenso para cualquiera que esté interesado en la música del diablo:

"Se habla mucho, en estos días, de una nueva danza llamada el rock and roll. Las revistas ilustradas de Estados Unidos, de Inglaterra, de Francia, nos muestran multitudes de jóvenes de ambos sexos frenéticamente entregados a su actividad coreográfica —que mucho tiene de acrobacia en ciertos casos. Desde sus púlpitos, los predicadores de diversas congregaciones condenan el baile de moda, oponiéndole, como ejemplo de honestidad y sano esparcimiento la rústica alegría de los barn dances de figuras. Pero el rock and roll se ríe de las censuras y conquista adeptos en todas partes, en tanto que los espíritus austeros denuncian su frenesí como un síntoma de desequilibrio en las nuevas generaciones…

La verdad es que no veo motivo para tanta alarma. He escuchado varios discos de rock and roll. Su fórmula musical dista de ser una novedad. Se trata de una fusión de elementos que coexisten en el jazz desde hace más de cuarenta años. Le queda mucho de rag time (del tipo de Tiger rag o Canadians clappers), y constituye más bien una regresión dentro del género. Su ritmo es mucho menos desquiciado que el del mambo, por ejemplo, y se mantiene en la cuerda media de los compases a 4 tiempos, sin poner una gran anarquía en los acentos. A veces se vale de procedimientos característicos de las canciones de cowboys, y, en general, de la música del Oeste norteamericano. Hay mucha menos invención en el rock and roll, en suma, que en ciertas especulaciones rítmicas de un Duke Ellington. Esto, en cuanto a la música.

En lo que se refiere al baile, éste lleva el movimiento y el frenesí a sus extremos límites. Hay que ser joven para entregarse al rock and roll. Lo cual presupone agilidad, energía, destreza —las mismas cualidades que se necesitan para realizar un ejercicio gimnástico. Esta danza deja las parejas muy poco tiempo juntas, ya que sus pasos son infinitos, y, mientras mayor sea la inventiva coreográfica de los bailarines, mejor se lucen. No veo, pues, cómo puede considerarse de inmoral y malsano un baile donde se baila por bailar —por el placer de realizar pasos más o menos acrobáticos y de entregar el cuerpo a una actividad intensiva, al ritmo de una música en constante movimiento. ¿No son infinitamente más inmorales los lánguidos tangos que se bailan a media luz, en la atmósfera de complicidad que se crea, por costumbre, en todos los caberets [sic] del mundo apenas empieza a sonar un bandoneón?… El rock and roll, reñido con toda etiqueta, con toda galantería, es algo que se destina exclusivamente a la gente joven (nadie imaginaría una dama en traje de noche y un caballero en smocking entregados a las ocurrencias del rock and roll), rica en energía que despilfarrar. Es, en realidad, el más inocente de los bailes.

Queda el capítulo de su frenesí, que ciertas personas ven como una inquietante novedad —signo de la época. Pero la boga momentánea de ciertos bailes frenéticos es cosa que se observa a todo lo largo de la historia de la danza. Los romanos del Imperio conocieron fiebres parecidas. Y también los españoles del Siglo de Oro, cuando la "diabólica chacona", venida de América, hizo irrupción en la Península, provocando —ayer como hoy— la ira de los predicadores. ¿Y qué decir de los fandangos del siglo pasado, tan bien estudiados por Estébanez Calderón?… También nuestros abuelos conocieron formas del rock and roll —por no hablar del can-can que tanto agradaba a Toulouse-Lautrec, y del cake-walk, que inspiró a Claude Debussy la pieza final de su Children's corner".

7 comentarios:

  1. Menudo tanto te has marcado, Gonzalo, poniendo este texto de Carpentier, una pena que apenas haya indagado más en él. El Rock es el movimiento del siglo XX, sin duda. Saludos.

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  2. Bueno, querido Gonzalo, lo mío más que un premio fue un agradecimiento, una especie de brindis de birra virtual, me pasa como a tí que todavía no estoy preparado para conceder premios, pero vaya, como si lo fuera. Quién sabe el día de mañana. Ahora bien, te puedo asegurar que para mí "Ragged glory" es una auténtica debilidad, y no lo digo en plan de coba, aparte del enorme aprecio que siento por tu persona.

    Muy grande, iluminado y clarificador este artículo de Carpentier. Debería figurar enmarcado en oro dentro de los anales de la historia del rock. Marcho en unas horas cargado al pueblo donde espero encontrar espacios para Madrid 2. Un fuerte abrazo.

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  3. De entrada, gracias por la dedicatoria y en seguida, que buen artículo, por su valor histórico y porque demuestra que para los cerebros brillantes, no existe lo viejo y lo joven, lo inmoral y lo moral y sí, un mundo basto, variado y rico, el de la vida humana en este planeta, que apasiona no por ser buena o mala, sino por esa riqueza y complejidad.

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  4. Gonzalo: se agradece la mención, aunque soy yo el que tengo que darte las gracias por el repaso que le diste al disco de François Carrier. Muchas gracias y muy interesante el artículo, aunque creo que en sus apreciaciones Carpentier se dejó unas cuantas cosas, o añadió lo que se hubiera hecho en otros momentos con otras músicas contemporáneas -en ese momento. Un abrazo, y a ver si cuando te acercas alguna vez por aquí podemos quedar para saludarnos en persona.

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  5. Yo también lo guardaría para mi bodega, si la tuviera.

    Un texto delicioso y con sabor de otra época ("¿No son infinitamente más inmorales los lánguidos tangos que se bailan a media luz, en la atmósfera de complicidad que se crea, por costumbre, en todos los caberets [sic] del mundo apenas empieza a sonar un bandoneón?").
    A ver si nos traes más como estos.

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  6. Muchas gracias por todo, Freaky. Tu mundo de enlaces era una sección que esperaba cada mes. Ojalá algún día decidas recuperarla.

    No sé si has leído alguna novela de Carpentier, Dani, pero si esto te ha gustado, "El siglo de las luces" te puede dejar con ganas de no volver a leer o a escribir jamás. Sólo te digo que "Cien años de soledad", que es una maravilla, está bastante por debajo.

    Bueno, también están el jazz y el cine, Alex, pero el rock es esencial, claro.

    Muchas gracias a ti también, Johnny. El artículo es extraordinario, sí. Ya vas bastante avanzado. Espero que te hayas reído/llorado con el personaje valenciano.

    Un diez a tu reflexión, Ariel. Riqueza y complejidad.

    Es un artículo coyuntural, Pachi, pero ahí está su enorme interés, su valor. Por cierto, el disco de Carrier cada día me gusta más. En cuanto me pase por ahí, te pego un toque.

    Un abrazo a todos.

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