Conviene echar la vista atrás y plantarse en la Alemania de principios de los años setenta cuando hablamos del carácter transgresor e innovador de algunos de los mejores grupos que nacen a finales de aquella década y los primeros años de la siguiente. Bien sean Joy Division, los Cramps o Sonic Youth —referencias ya indispensables de la historia del rock, no sólo de su época— los que pongamos en la palestra, si a ésta han saltado Can, Neu!, Cluster, Amon Düül II o Kraftwerk, podemos presagiar sin miedo a equivocarnos un combate desigual. Obviamente, no tratamos aquí de condenar a nadie, sino de reafirmarnos en la idea de que el krautrock fue un movimiento tan genuino, desbordante en su creatividad, que es imposible encontrarle parangón. Por eso es bueno volver a él y poner las cosas en su sitio, nunca para negar el valor a propuestas sobresalientes como las mencionadas unas líneas más arriba —nunca—, sino para ejercer una suerte de justicia estética que profundice en las fuentes y relativice una supuesta originalidad que a veces sólo es atribuida por desconocimiento.
Una vez situados, trasladémonos al Inner Space Studio, donde cinco tipos algo colgados (digo, Can) preparan el álbum que tendrá que hacer frente a un doble elepé todavía inconmensurable a día de hoy: Tago Mago. La libertad y la investigación han hecho que el grupo de Colonia lleve su concepción de la música rock hasta un extremo, dándose de bruces con un trabajo que habita galaxia aparte. Estando así las cosas, parece imposible que Can supere con el disco resultante lo que el tiempo ha sancionado como su obra maestra. Pero la inspiración no ha menguado, la banda está en su cénit y las ideas no dejan de afluir. Si no, no hablaríamos de Ege Bamyasi (1972) como otro elepé extraordinario que mantiene muchas de las características de la creación precedente, entre otras ésa tan ligada a la naturaleza de Can: su música ni empieza ni acaba. Pinch se encuentra con el grupo inmerso en su proceso, la batería de Jaki Liebezeit llevando el peso, como de costumbre, y Damo Suzuki cantando y contando sus cosas. Holger Czukay apoya a Liebezeit con su bajo y Michael Karoli e Irmin Schmidt adornan aquí y allá el tema en su transcurrir. Hay, además, un pasaje en el que se suma una percusión no acreditada, que podría ser del mismo Suzuki. Sing Swan Song —que abre el sonido del agua, al igual que uno de los cortes del primer y homónimo elepé de Neu!, publicado ese mismo año— explora el lado más accesible o pop de Can y sigue la hipnótica estela de Bring Me Coffe Or Tea, el último tema de Tago Mago. No se aleja mucho de esta línea One More Night, aunque esta vez sea una cadencia más funk la que nos acerque al trance. Vitamin C vuelve a retomar el flujo de Tago Mago, en concreto el de Mushroom, antes de dar paso a los diez minutos de Soup, donde el rock progresivo (no distante del de King Crimson) se hace música atonal y concreta en la pieza más extrema de Ege Bamyasi. Dos temas de tres minutos, pero muy diferentes, son los que cierran físicamente el álbum, aunque quede esa sensación a la que aludíamos más arriba de que es difícil poner fin a lo que no ha comenzado estrictamente. En I´m So Green, Can, sin salirse de su órbita, se acerca al ¡swing!, y Spoon destaca por la utilización de una caja de ritmos en una canción impermeable a mi capacidad de descripción, aunque vea en ella elementos de los que mamará el synth pop, si bien sea Kraftwerk la influencia máxima de éste.
De impacto más moderado que el de Tago Mago, Ege Bamyasi es, sin embargo, más personal y rompedor que muchas discografías completas. No atendía Can a estímulos externos más allá —bagaje que siempre acompaña— de los aprehendidos inconscientemente, y se aferraba a su mundo para fabricar un producto diferente que respondiese a sus motivaciones, no a las del público, la industria o, sobre todo, la cultura anglosajona; rasgos todos ellos comunes a las bandas kraut: no había que buscar fuera los códigos a desarrollar. El resultado, curiosamente, devino absolutamente universal, y fue quizá la última ocasión en la que el rock, difuminando sus barreras, encontró un camino auténticamente nuevo. Es lo que distingue, en definitiva (y quizá dolorosamente), Ege Bamyasi de Closer, Songs The Lord Taught Us o EVOL, cerrando así la comparación que hacíamos en el primer párrafo. Cuesta creerlo leyendo seguidos los títulos de tres elepés tan excelentes y sentidos, pero ante Can no cabe sino agachar la cerviz, pues hasta a los Stones y los Stooges, aunque lo hacen, les cuesta mantenerla erecta.
Can siempre destapa las mejores esencias de tu escritura, Gonzalo. Yo aún tengo que ponerme con ellos, creo que la reedición del "Tago Mago" que salió el año pasado tiene que caer sí o sí.
ResponderEliminarUn abrazo.
La poderosa invasión bárbara del "kraut" suele ser soslayada o minimizada, mientras que al "punk", se le exalta y para mí el "kraut", es también una rebelión contra el "mainstream" establecido por ingleses y norteamericanos a fines de los sesentas y principios de los setentas, revitalizaron el rock que estaba en su zona de confort y se aburguesaba.
ResponderEliminarGracias por la observación, Agente. Ojalá te hagas con "Tago Mago" y le dediques una entrada. Me encantaría saber tu punto de vista.
ResponderEliminarDe hecho, Ariel, el kraut fue una de las influencias del punk, al menos espirituales. Y musicalmente fue mucho más allá.
Un abrazo para los dos.
Esperaba esta entrada sobre Can. Un placer leerte sobre los alemanes, en otro de sus grandes discos. Un abrazo desde Pamplona.
ResponderEliminarPachi
Supongo, grandmaster, que a estas alturas intuirás que este post me ha gustado a lo bestia. Y me gusta especialmente porque acentúas una vez más tu carácter de todoterreno tolerante y erudito en múltiples materias roqueras, algo que no es sencillo a estas alturas de la vida.
ResponderEliminarNo he profundizado en el krautrock más allá de mis amados Kraftwerk, el Tago Mago de Can y Neu (ahora conocidos por 10 gatos, yo ya era fan cuando no ascendíamos ni a 5 felinos). A pesar de mis lagunas en este movimiento, puedo también afirmar lo desbordante de su creatividad y la imposibilidad de encontrarle parangón.
Me pongo a investigar con carácter de urgencia este “Ege bamyasi” ya que intuyo que puede impactarme, sobre todo tras esa frase lapidaria de “…fue quizá la última ocasión en la que el rock, difuminando sus barreras, encontró un camino auténticamente nuevo.”. Un abrazo, larga vida al “Ragged glory”, mis mejores deseos para el verano y que no decaiga.
El krautrock es desconocido para mi, lo que se sabe por estos lares de músicas tu, me hago una idea de lo que hay, en cuanto tenga tiempo me acerco a todas estas bandas que han aparecido en este interesante post.
ResponderEliminarGracias por enseñar sin descanso...
Un abrazo.
Un placer que tú la leas, Pachi.
ResponderEliminarMuchas gracias, Johnny. Hay escritores mucho más eruditos que yo en la materia, pero intento siempre trasladar mi punto de vista y no arredrarme por difícil que parezca el asunto. Bueno, ya has profundizado mucho, no creas. Te honra lo de Neu! (a ver si escribo algo sobre su primer disco). No es que me importe que la gente descubra antes o después las cosas (el caso es descubrirlas), pero sí que se escuche a Radiohead o Chemical Brothers y se piense que han inventado el fuego. Si conoces "Tago Mago", "Ege Bamyasi" no te va a sorprender más, si acaso, reafirmarte en la eterna grandeza de Can. Si quieres kraut extremo, prueba con "Cluster 71". Y larga vida a tu blog.
También aprendo y disfruto mucho con tu blog, Addison, así que el agradecimiento es mutuo. El kraut tiene interés mayúsculo, ya lo irás descubriendo.
Abrazos para los tres.