lunes, 11 de diciembre de 2017
Stage Fright
El aspecto de odisea arcaica hecha vanguardia que tenían los extraordinarios Music From Big Pink y The Band no lo tiene, desde luego, Stage Fright, tercer elepé del grupo canadiense que asoma al mundo sus virtudes en 1970. Y digo virtudes desde el principio, pues el que sus canciones se acerquen a un concepto rock en el que el folk tenga menos peso, no las hace peores que las que conformaban —misteriosas y cocinadas a fuego lento— sus dos primeros álbumes. Simplemente, las hace diferentes. La calidad de las composiciones que trae Robbie Robertson (con alguna ayuda de Levon Helm y Richard Manuel) es indiscutible, fenomenal colección de una banda todavía exquisita y de una musicalidad de primerísima categoría.
Strawberry Wine abre el álbum con un sabor a honky tonk que contrasta con la delicadeza de Sleeping, poética y emocionante canción que une a The Band con Randy Newman en algún lugar de nuestros sueños. Vuelve el hony tonk barnizado por el rock and roll a Time To Kill, cuya deliciosa instrumentación nos lleva a ese cruce de boogie-woogie y pop titulado Just Another Whistle Stop. All La Glory es una balada tocada por los ángeles y dominada por el sonido del acordeón de Garth Hudson y ese órgano espacial del que desconozco si se encarga él o Richard Manuel. De lo que sí estoy seguro es de que es este último quien canta el que quizá sea el himno por antonomasia de los creadores de Cahoots: The Shape I'm In. Funk y rhythm and blues nutren una canción irresistible que es puro groove y en la que vuelve a destacar el órgano, aquí sin duda, de Hudson. The W.S. Walcott Medicine Show y Daniel And The Sacred Harp —primorosamente interpretados ambos— conectan con el universo ancestral que alimentaba los trabajos previos del grupo, el primero de los temas jugando con el dixieland y el segundo con el bluegrass. Del pánico escénico como metáfora del miedo a la fama, sus aledaños y consecuencias nos habla Stage Fright, filigrana pop que nos conduce a The Rumor, cuya mayestática cadencia —servida por el bajo de Rick Danko y la batería de Levon Helm— pone fin a un disco sobresaliente de arriba abajo, a pesar de apartarse del misticismo de sus antecesores.
Registrado en el Woodstock Playhouse pero sin público y con Todd Rundgren como ingeniero de sonido, Stage Fright posee esa frescura e inmediatez en lo musical que Robbie Robertson y el propio Rundgren buscaban y que el resto del quinteto, o parte, no veía tan claras o con tan buenos ojos. Frescura e inmediatez que parecen enfrentarse a unos textos básicamente negativos y tristes que reflejan la realidad de una banda que ya se está resquebrajando, aunque para la separación definitiva todavía faltaran varios años. Sea como fuere, un tercer paso igual de imprescindible para el que solo tengo las alabanzas en el texto reflejadas.
Siempre digo que Stage Fright no tiene que envidiar a los dos primeros y míticos discos de la banda. Más cercano y tal vez menos trascendente en su concepto, pero con virtudes innegables y no de menor enjundia.
ResponderEliminarComo siempre muy bien contado.
Un abrazo.
Gracias, Addi. Estamos totalemente de acuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues me acaban de regalar (por mi santo patrón navarro) el "Testimony", la autbiografía que Robbie Robertson publicó el año pasado, y la verdad es que estoy deseando incarle el diente ya mismo. Necesito, e igual lo hago según vaya leyendo el libro, una pronta inmersión en toda la obra de The Band. Lo malo (o lo bueno, según se vea...) es que, según empiece, no voy a poder parar, tan adictiva me parece.
ResponderEliminarMe parece muy oportuna la mención destacada que haces al gran Todd Rundgren y a su producción de este "Stage Fright". Unos cuantos se echaron las manos a la cabeza entonces, pensando que no sería capaz de esta a la altura de las circunstancias. El resultado final del disco demuestra claramente lo contrario.
Abrazos,
JdG
Sobre todo los tres primeros discos del grupo provocan en mí esa adicción que dices. (Aunque los tres siguientes también, ¡eh!). Lo de Rundgren fue polémico, sí, pero el resultado final le dio la razón. Pues nada, que disfrutes de la autobiografía del maestro.
ResponderEliminarUn abrazo, Javier.
Hola, Gonzalo.
ResponderEliminarEspero conseguir algún día tu libro Madrid 3.
Un abrazo.
Qué desastre, Jesús. Intenté hacer el envío como dijimos, pero no se podía. Te mando un correo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Entiendo, Gonzalo. Si hay algo que pueda hacer al respecto, avísame. Mi correo sigue siendo gcjesus91@gmail.com
EliminarNo debió ser un camino de rosas el trabajo de Todd en este disco. Algún problema tuvo con R. Manuel y además al final entró otro productor, de hecho hay tres temas que no están producidos por Rundgren.
ResponderEliminarHe actualizado mi entrada dedicada a Todd productor.
https://musicaquemesorprende.wordpress.com/2015/10/25/todd-productor-1/
Con Manuel y con algún otro, al parecer, pues solo Robertson tenía clara la nueva orientación. Echo un vistazo a tu entrada, Luis, gracias.
ResponderEliminarSaludos.