lunes, 30 de septiembre de 2019
The Lonely One
En 1955, once años antes de morir con solo cuarenta y uno, las cosas ya pintaban muy mal para Bud Powell. Su esquizofrenia se había agudizado y sus soberbias dotes pianísticas se iban a ver afectadas. Sin embargo, las sesiones de aquel año que en 1959 rescataba Verve para conformar The Lonely One acreditan a un músico de (todavía) mucha sensibilidad y riqueza capaz de dejar la enfermedad en la puerta del estudio y plantar cara a su infierno interior en beneficio de su arte. Una mirada a los títulos ejecutados, previa a cualquier escucha y conocimiento de los intérpretes, indica que va a ser bebop canónico lo que en el álbum se va a ejecutar; explícito en los clásicos de Charlie Parker (Confirmation), Thelonious Monk y Kenny Clarke (Epistrophy), Dizzy Gillespie y Klarke (Salt Peanuts) y el propio Powell (Dance Of The Infidels), pero implícito también en temas como Star Eyes, Lullaby In Rhythm, All The Things You Are y Sweet Georgia Brown. Si sumamos la otra composición que aporta Powell (la muy interesante Mediocre) y la lectura de un tema versionado por numerosos artistas (Willow Weep For Me), entre ellos su amado Art Tatum, tenemos los diez cortes de un trabajo sobrado de savoir-faire. Los dedos de nuestro hombre, capo esencial del movimiento que cambió el jazz en Nueva York en los cuarenta, recorren el teclado de su instrumento con la categoría habitual, formalizada en un estilo potente y sutil al mismo tiempo muy influido por el sonido rupturista de Bird. Los acompañantes cambian en función de la cara del elepé, y si en la A son George Duvivier (contrabajo) y Art Taylor (batería), en la segunda el trío lo completan Percy Heath (contrabajo) y Kenny Clarke (batería y coautor, como se ha indicado, de dos de los temas); excelentes bases rítmicas ambas en apoyo de Bud Powell y este The Lonely One que Jazz Images tenía a bien recuperar hace dos años con portada diferente de Jean-Pierre Leloir y dos temas extra. Un aliciente que sumar a la ya de por sí brillante música original.
Estas son joyas que seguro que se revalorizarán con el paso del tiempo. El París de la postguerra hasta la década de los 60, un fotógrafo francés reflejando las imágenes de los mejores intérpretes que recalaron en la capital europea del jazz de entonces, y un sello, Jazz Images (creo que es de aquí), recogiendo y divulgando las mejores grabaciones de aquellos astros. Esta labor es impagable. Los verdaderos aficionados al jazz babean ante artefactos como los que nos muestras hoy, y además, con un Bud Powell, paradigma del mejor piano bebop.
ResponderEliminarFantástico.
Abrazos,
Lo de Jazz Images es una maravilla, tienes razón, Javier. Y, además, la música tan hermosa de Powell.
ResponderEliminarUn abrazo.