lunes, 7 de octubre de 2019
Suicide
Rockabilly, kraut, high energy, electrónica, punk y psicodelia —los Stooges y la Velvet como ejes vertebradores—, el debut de Suicide en 1977, tras siete años de existencia, tiene algo de todo lo dicho, pero emerge de las miasmas neoyorquinas como pieza única, genuina que se sirve de sus antecedentes para eyacular su visión retorcida y extrema de lo que conocemos como rock and roll. No hay guitarras, bajo ni batería en el minimalismo radical que enarbolan Alain Vega y Martin Rev; la voz del primero y los teclados y la caja de ritmos del segundo modifican y menguan los instrumentos tradicionales de las bandas de rock en busca de un sonido de vanguardia que no pierda la inmediatez y sencillez de la música del diablo primigenia… al menos en la primera mitad del elepé. Las cinco primeras canciones, más breves, pueden encajar en esta descripción (aunque Girl anuncie parcialmente la bifurcación). Sin embargo, las dos últimas vomitan un art rock desasosegante que durante los diez minutos largos de Frankie Teardrop se convierte en cumbre aterradora de Suicide al narrar la historia de quien pierde el trabajo, mata a su mujer y a su hijo y se suicida. Los tremendos alaridos de Vega, puntuales pero esenciales y definitorios, la instrumentación obsesiva y repetitiva de Rev (que no excluye algún y espléndido garabato atonal) y los hechos descritos —tan sucintos como exactos— sumergen al oyente en EL HORROR, pieza profundamente acongojante que te machaca sin remilgo alguno. Suicidio es, en inglés, el nombre del grupo y aquí queda claro por qué. No llega a la mitad de duración la desmitificación irónica pero simplista del Che Guevara (burguesa, que diría el propio Che) con la que concluye Suicide, si bien creativamente es impecable, suerte de réquiem que completa coherentemente un cuadro de poco más de media hora en el que no desencaja ni la icónica portada de Timothy Jackson. Cierro comparando Che con la defensa del revolucionario argentino que hizo Charlie Haden —justo cuando Alain Vega y Martin Rev daban vida a su dúo— en su magistral Liberation Music Orchestra, ejemplo de cómo desde posicionamientos ideológicos antagónicos se pueden defender propuestas musicales igual de tajantes y atractivas.
Es este de Suicide uno de los 10 discos isla que completarían cualquier colección esencial. Es el disco del desasosiego, el que muestra la otra cara manos amable, la de la locura, la del horror, como bien dices. En la época en que fue publicado fue apenas entendido, fue visto como una extravagancia a evitar. En los conciertos en los que el dúo neoyorquino daba a conocer estos temas de "Suicide" se creaban situaciones de tensión insoportable, no eran raros los momentos de violencia. El paso del tiempo ha puesto a esta obra en su pedestal merecido, y a Alan Vega, un artista polifacético, en el lugar al que muy pocos han podido acceder.
ResponderEliminarAbrazos,
Con los años sigue siendo la misma obra radical y extrema, Javier, escucharla es entrar en un universo sin parangón. Podría estar también en mi lista de diez favoritos, aunque quizá tuviese que mover a los Stones, a Can o a Neil Young, ¡muy difícil!
ResponderEliminarAbrazos.
Recuerdo escuchar este disco hace años y no me terminó de seducir. Cierto que han pasado muchas cosas desde entonces y no dudo de que hoy igual lo escuchaba de otra forma, será cuestión de probar.
ResponderEliminarAbrazos.
Es un disco (y un grupo) único, Addi, creo que en el texto lo explico. Anímate, aunque sea una escucha de alguno de sus temas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué te voy a contar que no sepas. Amo este disco. Me acompañó tanto en mis años mozos que le juré fidelidad eterna. Abrazos.
ResponderEliminarLo sé, Juanjo, de los que no podía faltar en esa guía esencial llamada "1050 discos cardinales".
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues seré el raro por aquí pero creo que no he oído nunca este disco. Ya le pongo remedio. Por cierto, sí que tenía relación con mi tema. Un saludo.
ResponderEliminarEs un grupo rompedor, Rockologia, ya nos dirás qué tal.
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