miércoles, 29 de diciembre de 2021

13 Violets

El segundo disco de Mother Superior que viene a producir Wayne Kramer (tras Sin) es este brillante 13 Violets aparecido en 2004, justo cuando el trío californiano ha dado por concluida su fecunda etapa como grupo de Henry Rollins en su Rollins Band. La banda de Jim Wilson se encuentra en un espléndido momento de forma y con ganas de sorprender a su público sin dejar de ser la incendiaria máquina de hard rock que es.

Head Hanging Low abra ambas ediciones del trabajo (yo aquí hablo de la europea, debida a la casa francesa Fargo, no de la norteamericana de Top Beat) es la confirmación de dicha inquietud, pop luminoso (teclados de Kramer incluidos) que sitúa a sus autores cerca de Belle And Sebastian en la línea que desciende de Love. Fuel The Fire, sin embargo, se acoge a la distorsión rocker aprendida de ZZ Top, Turbulence endurece más el asunto situándose en algún lugar entre Black Sabbath y Aerosmith y ★★★★★ transita el mismo terreno azotador. Producida y orquestada por el maestro Tony Visconti, Four Walls es una hermosa balada que retoma la vía pop del principio, vía que 13 Violets abandona al proponer una alianza entre rock duro y psicodelia (o entre la década de los sesenta y la de los setenta). Starlett se abona al hard de origen bluesero y What If pisa el acelerador para dar con un rock and roll enardecedor, de ésos que ganan con el volumen alto y la cerveza en la mano. Queen Of The Dead es una breve y gozosa canción en la que Mother Superior se expresa, a su manera, en el lenguaje del power pop. Medio tiempo en el que es clave la percusión del tristemente fallecido Jason Mackenroth, Did You See It da paso al soul de Everything Is Alright, justo antes de que los dos minutos de Kicked Around echen el cierre de vuelta al hard rock.

Un álbum realmente bueno en el que disfrutar de un power trio clásico formado por Jim Wilson (voz, guitarra y algún que otro teclado), Jason Mackenroth (batería) y Marcus Blake (bajo) a las órdenes de quien fuera miembro clave de MC5. Cualquier amante del rock que lo conozca se lo confirmará.


 

lunes, 27 de diciembre de 2021

No cambies siempre

Los doce años que van de Siempre te diré que no a No cambies siempre (publicado a finales de 2015 en CD y a principios de 2016 en vinilo) significan la transformación de la formación original de Señor No, con Xabi Garre como nexo innegociable, pero no que entre su cuarto y quinto trabajo en estudio el grupo vasco no haya disfrutado de vida discográfica o sobre las tablas, ¡faltaría más! Un álbum en directo (Señor Sí), otro como banda de apoyo de Roy Loney y singles compartidos con el propio Loney, los Sewergrooves, los Capaces y Nuevo Catecismo Católico nos hablan de un cuarteto que no se ha estado quieto a pesar de la precariedad de su negociado y la tremenda crisis inmobiliaria que destrozó el país en 2008 (y que, como la actual del coronavirus, afectó a sectores de todo tipo).

Más cerca de Detroit y MC5 que nunca, Inherente es el arranque salvaje de un elepé en el que Señor No demuestra que la evolución encarnada en ciertos matices no le hace perder energía. Guiada por la batería imparable de Fosy (nunca se puede olvidar al gran Andoni Etxebeste pero se logra), la primera de las canciones navega frenética por los mares high energy, con el añadido entremedias del saxo stoogiano de Spencer Evoy. Emoción descarnada, la de Como una pompa de jabón, además de flirtear con los Hellacopters de Grande Rock, nos recuerda lo magnífico y poco amigo del optimismo letrista que es Xabi. Deja éste a un lado la guitarra y se atreve con el sitar en Flores, rock psicodélico en el que la base rítmica de Fumai y Fosy tarda en entrar para, entonces, dominar la función. The Great State Of Misery es una versión de Big Sandy And His Fly-Rite Boys que no olvida su origen western swing y rockabilly aunque desde la perspectiva punk de los autores de No me hables. La primera cara termina con P.U.M.C.A., rock clásico con maquillaje pop y coros de Tod Tomorrow y Dogo, a quien vamos a volver a encontrar en el otro lado de este plástico estupendamente editado por Folc Records.

Arden las guitarras de Xabi y Jorge Colldan en A veces no, espléndido single de adelanto (acompañado de la citada Como una pompa de jabón) al que se yuxtapone Whisky, putas y humo, violento instrumental marca de la casa. Lo prometido es deuda, así que aquí está Dogo cantando el Qué bien me lo paso que ya hiciera en 1991 con Los Mercenarios: Sevilla y Donostia unidas por el rock and roll. Da título a No cambies siempre el tema que echa el telón dividido en dos partes y con piano (esencial el de Rafa Aceves), trompeta y violonchelo invitados. La primera es veloz y potente y está preñada de swing, la segunda juega al réquiem o a la elegía rompiendo con todo lo que le ha antecedido, no solo en la composición que completa y que a mí personalmente me llega muy hondo. 

"Pareces tan normal, perdido, solo y frío
Y el diablo te vigila, no cambies siempre
Hastiado de esperar, cansado del camino
Y el diablo te vigila, no cambies siempre",

hastiados, cansados —perdida la esperanza incluso en tiempos de felicidad— pero con la música de Señor No acompañándonos hasta el último de nuestros días. No cambies nunca, "no cambies siempre".

jueves, 23 de diciembre de 2021

Madar

El noruego Jan Garbarek (saxos soprano y tenor), el tunecino Anouar Brahem (laúd árabe) y el paquistaní Shaukat Hussain (tabla) se reunían en Oslo en el verano de 1992 para grabar bajo el sello de los dos primeros (la prestigiosa discográfica alemana ECM) un disco, Madar, que finalmente verá la luz en 1994. El acercamiento a la música árabe desde perspectivas jazzísticas está realizado con muy buen gusto, aunque tampoco devengue emociones profundas. No espere nadie aquí al Garbarek que a finales de los sesenta y principios de los setenta, junto con el gran Terje Rypdal, revolucionaba el jazz de su país. En Madar las cosas son más serenas, laúd y tabla dominan la sonoridad e influyen en la de los saxos (influyen, no mediatizan), si bien el autor de Afric Pepperbird improvisa con la categoría de él esperada. Quizá sea Brahem el que se eleva sobre sus dos compañeros, o al menos a mí sus intervenciones me parecen lo más bello de un trabajo notable y digno de recomendar cuyo calado, eso sí, podría haber sido superior. O de mayor riesgo.

lunes, 20 de diciembre de 2021

Morente sueña la Alhambra

"Empecé este trabajo por encargo de José Sánchez-Montes para el documental Morente sueña la Alhambra. Al plantearse la publicación discográfica de la banda sonora original me di cuenta que era mi siguiente disco y esto me ha llevado a hacer unas variantes que se diferenciarán del trabajo hecho en la película, sin dejar de ser fiel a la primera intención." Lo deja claro Enrique Morente en el breve texto que acompaña a las letras de Morente sueña la Alhambra (2005), el álbum que sucede a Omega, Lorca y El pequeño reloj, trabajos que han colocado al artista andaluz en lo más alto. Un disco que parte del documental para —sin traicionarlo— encontrar voz propia.

El Morente que investiga y no se detiene es el del Martinete en latín que encabeza los diez temas del conjunto. Todas las voces que escuchamos (la que canta la letra y las rítmicas y armónicas) son del cantaor, que crea una de sus características atmósferas acompañado de percusión, baile y palmas. Generalife es un prodigio que resultaría imposible escuchar a alguien que no fuera el autor de Despegando. Su hija Estrella imitando el sonido de los pájaros y haciendo coros, Pat Metheny tocando guitarras, bajo, teclados y programación, y Morente cantando un tema popular que prologa un poema de María Zambrano, además del baile y las palmas, crean una filigrana de flamenco, pop progresivo y jazz que fractura fronteras y se ríe de los purismos para devenir ambrosía musical. Se queda solo Morente con la guitarra de Paquete en la Seguirilla de los tiempos, contraste de los que gusta el maestro, pues nunca abandona la tradición que conoce mejor que nadie y de la que disfruta (y nos hace disfrutar) igual que la vanguardia. La Cristalina fuente de San Juan de la Cruz (aun castellano, el poeta también tiene vínculos con Granada) suena a fantasía nazarí en las gargantas de Enrique y Estrella arropadas por guitarras clásica y flamenca, piano, violín, contrabajo y violonchelo. El tango compuesto por Astor Piazzola y Horacio Ferrer que cantara Amelita Baltar, Chiquilín de Bachín, rezuma nostalgia tratado por Morente entre el fandango y el fado en compañía de guitarras flamenca y clásica, violín, piano y percusión. Vuelve nuestro hombre al palo flamenco clásico de la mano de Tomatito y sus seis cuerdas en la Soleá de la ciencia y no se aleja demasiado de él en La Alhambra lloraba, solo que aquí también hay palmas y cajón y Morente canta con sus hijos Estrella y José Enrique y con Monti. Escrito por Isidro Muñoz (que asimismo se encarga de la guitarra española), Donde habite el olvido pone música a un poema maravilloso de Luis Cernuda y se beneficia por segunda vez de un Pat Metheny espléndido a las guitarras eléctrica y sintetizada. Versos como "Memoria de una piedra sepultada entre ortigas / Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios" o "Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo / Disuelto en niebla, ausencia / Ausencia leve como carne de niño" cuentan también con los coros de Estrella y la batería y el bajo, respectivamente, de los geniales Tino di Geraldo y Carles Benavent.

El disco llega a su fin, deja ya Morente de soñar su Alhambra, pero antes hay tiempo para el tercer dúo del cantaor en Taranto Veneno (si antes han sido Paquete y Tomatito, ahora es Juan Habichuela quien le acompaña adaptando esta partitura popular) y para "La última carta que es una variante del Martinete con el texto de la última carta que escribe Miguel de Cervantes al Conde de Lemos cinco días antes de morir". Palabras de Morente extraídas del texto mencionado al arrancar el mío, las de un Cervantes al que ya han dado la extrema unción emocionan doblemente al salir de la boca del creador del sensacional Morente sueña la Alhambra que acaba. "(…) el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y con todo esto llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir": se desploma y se despide el autor de Don Quijote al igual que Morente de los monumentos arquitectónicos de su ciudad natal de manera inopinada pero enormemente bella. Uniendo pasado y presente y diversas formas artísticas en una pieza magistral que volvía a desbordar todos los límites que cruzó el granadino en sus últimos veinticinco años de carrera.


 

jueves, 16 de diciembre de 2021

Crawfishin', Route 90

Publicado a finales de 1953 (aunque hay fuentes que lo sitúan en 1954), este fantástico single de Clarence Garlow para el efímero sello Flair Records (aunque por sus filas pasasen Ike Turner y Elmore James) nos permite gozar del autor de Bon Ton Roula en modo jump blues, si bien el frenesí instrumental de Crawfishin' y Route 90 (especialmente de la primera de las canciones) no soslaya la peculiar y deliciosa voz de Garlow, ni la potencia de vientos y base rítmica —huracán de color negro— evitan que en la cara B el protagonismo se lo lleve el piano de Williard McDaniel. Uno de tantos nombres que poblaron el blues tejano durante los años cincuenta del siglo pasado, el de Clarence Garlow, aparentemente secundario, nunca podrá caer en el olvido mientras temas como los comentados suenen en cualquier casa o garito del planeta.


 

lunes, 13 de diciembre de 2021

Little Girl Blue

Little Girl Blue o Jazz As Played In An Exclusive Side Street Club. Cualquiera de los dos títulos vale para el debut de Nina Simone (grabado en diciembre de 1957 pero publicado en febrero de 1959), un excelente disco donde ya encontramos las características que sustentarán el discurso musical de la artista de Carolina del Norte. La pianista de formación clásica que acaba tocando jazz (y blues y góspel) —el racismo y los problemas económicos darán con esta suerte de cruce entre Bach y Duke Ellington— introduce su técnica impecable y exuberante en la música popular y fabrica un estilo único al que hay que sumar el dramatismo de sus interpretaciones vocales, marcadas por el dolor existencial de una mujer negra y sensible en un mundo machista, blanco y rudo.

Es precisamente el mítico Mood Indigo del maestro de Washington el que encabeza el trabajo. Poco tiempo hay para el swing, pues la tonada de Ellington da paso a tres bellísimas baladas, lecturas de Don't Smoke In Bed, He Needs Me y Little Girl Blue que encierran toda la melancolía y la clase de Simone. Love Me Or Leave Me deviene crucial por su improvisación, ya que en ella apreciamos el viaje del hard bop al barroco realizado con absoluta naturalidad y estableciendo unas maneras intransferibles. La deliciosa My Baby Just Cares For Me es quizá la grabación más famosa de Nina Simone, éxito tardío en 1987 —gracias a un anuncio— a la vez que Luka, Need You Tonight o I Wanna Dance With Somebody (hagan memoria). En el tramo final de la versión de Good Wait, primer instrumental de la rodaja, también reconocemos a la Simone ilustrada educada por las partituras y los conceptos de Bach, Chopin o Liszt. La cadencia hipnótica de Plain Gold Ring conecta con los ancestros africanos de los negros norteamericanos, representados aquí por una Nina Simone entregada a una tristeza lentamente devoradora. El You'll Never Walk Alone del musical Carousel que terminará siendo himno del Liverpool vía Gerry and The Peacemakers es tomado por la autora de Forbidden Fruit y transformado emocionantemente en el sonido que venimos comentando, camino del universo popular al culto y viceversa en el que no hay ni pretenciosidad ni impostura, solo una auténtica ambición creativa ligada a unas inevitables necesidades comerciales. Muy lógico, pues, que tras el segundo corte instrumental la pianista se acerque a George Gershwin y su ópera Porgy And Bess (lo hará de nuevo en futuras ocasiones)—adaptada a la sazón por Miles Davis y alabada por Arnold Schönberg— cantando maravillosamente I Loves You, Porgy.

Central Park Blues cierra el plástico con la pieza más larga y única original de tan sobresaliente función, punto de partida de quien no es ninguna principiante aun siendo Little Girl Blue su primer paso por el estudio. Acompañada de Jimmy Bond y Albert "Tootie" Heath al contrabajo y la batería respectivamente, aquélla que por el color de su piel, su sexo y su época lo tenía prácticamente imposible para desarrollar íntegra o parcialmente sus planteamientos arranca mediante la grabación glosada una trayectoria extraordinaria (en paralelo a una vida hartamente complicada). La de la GRAN Nina Simone demostrando que en contadas ocasiones sí se puede.


 

jueves, 9 de diciembre de 2021

Starman

Nacido de la casualidad, este single mágico de David Bowie, con dos de las once canciones del magistral Ziggy Stardust, fue el adelanto del álbum en abril de 1972. Pop y glam orquestados, el de Starman y su extraterrestre "esperando en el cielo" no iba a ser incluido ni siquiera en el elepé, pero la insistencia (o imposición) de un directivo de RCA hizo que lo que era solo una maqueta acabara siendo sencillo de presentación y parte esencial del disco en lugar de una versión del Around And Around del maestro Chuck Berry. Tampoco sabemos si Suffragette City habría entrado en el trabajo o sido cara B de Starman si la composición hubiera sido aceptada por Mott The Hoople en lugar del All The Young Dudes que daría título al sensacional álbum de los de Ian Hunter. Por suerte Bowie sí creía en este fantástico rock and roll de colores hard y glam y en el toque futurista del sintetizador de Mick Ronson (además de su guitarra y piano, por supuesto). Dos maravillosos temas, pues, cuya formalización definitiva debe mucho al azar.

lunes, 6 de diciembre de 2021

Sailing The Seas Of Cheese

Clasificar a un trío tan peculiar como Primus es muy difícil, y situarlo en algún lugar entre King Crimson y Metallica, por ejemplo, no parece demasiado original. Que en su música hay elementos de rock progresivo, funk, heavy metal y psicodelia es evidente; que sus miembros los baten sin atenerse a normas y en busca de una voz diferente, también. Sí a alguien contemporáneo podemos comparar a los autores de Sailing The Seas Of Cheese (1991) es a Jane's Addiction, por practicar ambas bandas un rock contundente a la vez que sutil y enemigo de lo ajeno. Si buscamos los ecos del pasado, agarrémonos a los de Franz Zappa, The Police y Tom Waits, que, no por casualidad, colabora en el tercer disco (segundo en estudio) de los de California. El camino de ritmo construido por el extraordinario bajo de Les Claypool y la no menos tremenda batería de Tim "Herb" Alexander y adornado por las seis cuerdas de Larry LaLonde no tiene un segundo de desperdicio, pero se hace absolutamente exultante en las dos piezas que, casi al final del trabajo —largas y surrealistas—, exponen a un grupo que va más allá del manido sonido propio. En efecto, Those Damned Blue-Collar Tweekers y Fish On son pequeñas sinfonías que viven en un planeta que resulta inútil adscribir a este o aquel género o subgénero o sancionar como popular o culto. Da igual, es el planeta Primus, que con unos cuantos invitados se despide con nueva versión del Here Comes The Bastards que hemos escuchado al principio de la función. Los Bastardos, así, en castellano, cierra un magistral Sailing The Seas Of Cheese, cumbre de sus creadores y una de las mejores grabaciones en mi opinión de la década en la que vio la luz. Ten, sin ir más lejos, lo hará pocos meses después con un resultado remotamente inferior, si bien Pearl Jam mejorará bastante en siguientes publicaciones. Y con esta digresión provocadora digo adiós chapotendo en los mares de queso.


 

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Alfalfa Males Once Summer Is Done Conform or Die

Sigue viva esta institución aussie, como demuestra la reciente publicación de I'm Sorry Sir, That Riff's Been Taken, arrasando escenarios y reventando oídos ahí por donde pasa y es escuchada. Y no se queda atrás en el estudio. Alfalfa Males Once Summer Is Done Conform Or Die (el más retorcido de los títulos de una discografía que los tiene peculiares) halla a los Hard-Ons en 2010 más metálicos y violentos que nunca, no por encima de aquella soberbia trilogía que abría su segunda etapa (This Terrible Place, Very Exciting! y More People Are A Waste Of Time) pero manteniendo intacta su intransferible personalidad. Diecinueve canciones que van del punk melódico pariente del power pop al trash metal comandado por los brutales riffs de Blackie (los puristas de cualquier subgénero rocker saldrán espantados), como bien establece la yuxtaposición de los cuatro minutos y medio de I'm A Frozen Boy, característica composición de los australianos que mezcla punk, kraut y surf de esa manera que solo ellos conocen, con la brevedad death metal de Damp y Near The Casino; o la de Tie Ya Mother Down (nada que ver con Queen) con Give Me Arse A Haircut (del metal extremo y veloz al punk pizpireto) y, a su vez, con Atomic Handshake (rock and roll hecho de acero). Ejemplos que sirven para glosar lo que es pasión desenfrenada y visión única de la música del diablo, ajena a presupuestos externos, presiones comerciales, modas o adscripciones a tal o cual movimiento. Distorsión, agresividad y melodía al servicio de una causa artística propia, eso es lo que nos ofrece el aquí trío (a partir de 2016 cuarteto con el retorno de Keish de Silva) en Alfalfa Males Once Summer Is Done Conform Or Die. Es decir, como siempre.