La ambición del más genial de los hermanos Wilson le llevó a ir aún más allá e intentar crear una obra magna única y diferente a todo lo realizado por sus contemporáneos. Tras la publicación en octubre de 1966 del magistral single Good Vibrations, se anunciaba que para diciembre Smile estaría en las tiendas. Portada y libreto fueron preparados, la campaña publicitaria, también. Pero en diciembre, Smile no estaba listo. Los meses pasaron; el afán de perfección en el estudio de Brian Wilson y sus indecisiones agriaron la relación con el resto del grupo y con Van Dyke Sparks, autor de las letras del álbum. En mayo de 1967, por fin, el proyecto era abandonado y Smile se convertía en el disco más famoso de la historia del rock and roll… el disco más famoso sin publicar, por supuesto.
¿Qué quedó de aquello? Pues además de una inmensa frustración que afectaría a la posterior carrera de los chicos de la playa, en septiembre de 1967 Capitol ponía a la venta Smiley Smile, un disco de veinticinco minutos y once temas entre los que se encontraban varios que hubieran conformado el hipotético Smile. Smiley Smile no era lo que, al parecer, se esperaba (aunque, ¿cómo se podía comparar con lo desconocido?), y recibió, por lo general, malas críticas y una fría acogida. Pues bien, más de cuarenta años después, queremos afirmar aquí que Smiley Smile es, a pesar de los pesares, un bellísimo álbum nada fácil y lleno de memorables hallazgos cuyos ataques se debieron a que era un disco que se alejaba radicalmente del patrón comercial de los Beach Boys. Así de claro. En el pop sinfónico de Brian Wilson conviven ecos gregorianos y barrocos con los de Gerwshin y la música atonal, concreta y electrónica del siglo XX. Pero, más allá de estas y otras influencias, lo que creó Wilson es un disco incomparable, que junto a Pet Sounds, supone un díptico que encierra lo mejor de la obra de los Beach Boys (que tiene, por cierto, mucho y bueno tanto antes como después del periodo 1966-67).
A la mencionada (y archiconocida) Good Vibrations, se unen canciones como la espectacular en sus constantes requiebros y gozosas armonías vocales Heroes And Villains; el doo-wop pasado por el filtro Wilson en la preciosa With Me Tonight; la estremecedora Wonderful; o pequeñas y experimentales piezas de cámara como la instrumental Fall Breaks And Back To Winter (W. Woodpecker Symphony) y la breve y final Whistle In.
Así podría terminar esta historia y este artículo, pero no lo hace. ¿Por qué? Porque, como dice Brian Wilson, en 2004 el sueño de Smile se hizo realidad. Así es, treinta y siete años después de la publicación de Smiley Smile (o de la no publicación de Smile, como se prefiera), Smile era finalmente grabado. Y ya teníamos de nuevo la controversia. Que si mejor haber dejado las cosas como estaban, que si ya no era posible recuperar la magia de aquella época, que si tal, que si cual… Todo menos atender a la música que se nos ofrece. Y ésta, sin duda, es soberbia.
Presentado en vivo antes de entrar en el estudio a registrarlo, Smile es una obra maestra absoluta. De acuerdo que muchos de los temas ya eran conocidos (no sólo los que aparecían en Smile Smiley, también los que fueron desgranándose en discos posteriores, como el espléndido Surf's Up). De acuerdo que los músicos que acompañan a Wilson no son los Beach Boys. De acuerdo, incluso, que los Fab Four ya no estimulaban al genio. De acuerdo. Pero, repito, la música, y su interpretación, es soberbia.
Como dice Enrique Martínez, Smile se divide en "tres suites unitarias, que se abren y cierran siempre con dos piezas maestras (Heroes And Villains y Cabin Essence, Wonderful y Surf's Up, I'm In Great Shape y Good Vibrations) y enlazadas internamente y entre sí mediante miniaturas delicadas y motivos recurrentes (la mítica I Like Worns convertida en Roll Plymouth Rock, Child Is Father Of The Man...)". Y añade: " (…) la casi infinita paleta cromática que contiene la "Americana" como metagénero musical es explorada con una amplitud de miras y un amor profundo (…) sin por ello servir una visión absolutamente idealizada de los fundamentos de esa Nación: de hecho, no escasean las referencias al sacrificio indio y Hawaiano".
La historia de un disco que se titula Sonrisa no podría tener sino un final feliz como el aquí expuesto. Pese a sus problemas mentales y con la cocaína (problemas que, en su caso, se yuxtaponen y complementan), Brian Wilson consiguió hacer realidad su "sinfonía adolescente para Dios". Tuvo que esperar casi cuarenta años, es verdad, pero, para él y para sus seguidores, mereció la pena. Nosotros podemos dar fe de ello.
Que requetegran post, de verdad. Sabía la historia, grandmaster, pero me ha molado mucho más leerla en el más didáctico espacio musical de la red. Voy a agenciarme esa sinfonía adolescente para Dios mientras continúo afirmando que el "Smiley smile" es mi preferido después del "Pet sounds" y debería escucharlo más. Abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Johnny. Más de tres años después, recibe este post su primer comentario, je je je. Ya sabes, además, que se ha publicado el "Smile" hace poco con las sesiones de la época.
ResponderEliminarUn abrazo.