Hay libros que cambian el mundo.
¿Hay libros que cambian el mundo?
Bien lo afirmemos o nos lo
preguntemos, lo cierto es que hay libros que, como reza el tópico, se
adelantan a su tiempo. El existencialismo de Sartre ya estaba en
Calderón de la Barca; frases extraídas de El capital de Marx son
literalmente extrapolables a nuestros días; Montesquieu fue modernísimo
al hablar de la separación de poderes, aunque se había inspirado… en los
pensadores romanos; etc.
Nadie inventa nada, claro,
el pensamiento está en el aire, que diría Bob Dylan; pero claro también
que algunos autores plasman ciertas ideas de cierta manera en cierto
momento que pareciera como si aquello hubiera surgido por generación
espontánea, tal es la clarividencia y la verdad de sus palabras leídas
siglos después. El noble milanés Cesare
Beccaria es uno de esos autores bendecidos por el don de la penetración,
y su libro De los delitos y las penas, uno de los más influyentes
textos jamás publicados. Defensor a ultranza de la ley, la igualdad ante
la misma y la proporcionalidad del castigo, estos axiomas llevaron a
Beccaria a condenar la tortura y la pena de muerte —extendidísimas a la
sazón— por su injusticia e ineficacia. Todo esto, que en teoría es
evidente en cualquier democracia contemporánea, era de una audacia tal
en 1764, que podía pasar perfectamente por herejía o badulaquería. No lo
era, por supuesto, y muy pocos pensadores han sido, con posterioridad,
tan insolentes y radicales a la vez (piensen, verbigracia, en el
Proudhon de ¿Qué es la propiedad?, pero no muchos más). Como decía,
glosándolo, Francisco Tomás y Valiente —asesinado por ETA, que no siguió
los consejos de Beccaria al aplicarle la pena de muerte sin juicio
alguno—, “los preceptos fundamentales de la política legislativa que él
aconseja (…), dada su radical novedad e incompatibilidad con el sistema
establecido, significaba, de ser admitida, la total remoción del mismo.
El reformismo penal de Beccaria es ciertamente profundo”. Concluimos,
pues, en consonancia con las palabras de Tomás y Valiente: Si De los
delitos y las penas y Cesare Beccaria no cambiaron el mundo, al menos
lo prefiguraron, que no es poco.
NOTA: Este texto fue escrito a petición de mi querida amiga Esther, y publicado originalmente en abril de este año en La Ciudad del Libro.
No conocía yo a este autor italiano. Indagaré en él. Muy buena mención a Tomás y Valiente. Parece una perogrullada pero la pena de muerte lo único que consigue es más muerte.
ResponderEliminarSaludos,
JdG
Es uno de los mejores libros que he leído jamás, Javier. Te lo recomiendo sin duda alguna. La pena de muerte es un asesinato y no sirve para nada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Solo puedo decir que aprendo y callo, grandmaster. No sé si leeré a Beccaria pero me ha encantado leer este post. Recibe abrazo.
ResponderEliminarMe alegra mucho que te haya gustado el post, Johnny. Como le digo a Javier, es un libro, el de Beccaria, que me gusta muchísimo, de ésos que te impactan cuando lo lees. La semana que viene, si todo va bien, vuelvo con jazz y rock, para no perder las buenas costumbres, je je je.
ResponderEliminarOtro abrazo.
Me suena su nombre, puede que haya leído alguna referencia suya en algún libro o artículo sobre derecho penal. A mí es que me parece tan de cajón que la tortura y la pena de muerte son medidas inútiles, inhumanas, salvajes y yo qué sé más, que me desespera tener que escuchar a quienes las defienden y ¡las piden! en pleno siglo XXI. En un Estado de derecho es terrorismo de Estado. En España no hay penas de muerte ni torturas según la Ley, pero en la práctica...
ResponderEliminarTomo nota, Gonzalo.
Besos!
Bueno, es un tema del que tú sabes más que yo, Lu: por desgracia, la tortura y la pena del muerte están a la orden del día. En España, a los torturadores les indulta el gobierno, eso dice mucho, si no todo. En cuanto al libro de Beccaria, te recomiendo, no, te pido que lo leas y me des tu opinión.
ResponderEliminarAbrazos, amiga.