viernes, 7 de marzo de 2014
In The Dynamite Jet Saloon
El encuentro de hace un año con los Dogs D'Amour en Madrid y en directo sirvió para confirmar que los himnos del grupo inglés que habíamos coreado a finales de los ochenta y principios de los noventa seguían teniendo fuelle y empatizando con un público amante del lado lúdico y tabernario del rock and roll. Muchos de esos himnos estaban en su segundo elepé —para la gran mayoría el primero, dado el desconocimiento general de The State We're In, publicado en 1984 por el sello finés Kumibeat con una formación diferente de la que cuatro años después solo queda Tyla—, el delicioso In The Dynamite Jet Saloon (1988), metido en su momento en ese saco llamado sleaze en el que parecía caber todo lo relacionado con las seis cuerdas amplificadas. Escuchado tanto hoy como ayer, es obvio que las raíces del cuarteto están en el rock británico de los años setenta con todos los prefijos que se le añaden a lo largo de aquella década (los Faces, pero también Dr. Feelgood o los Clash), lo que no quita la habilidad de su líder para colocar un estribillo realmente fardón en cada tema que compone y preparar su llegada con una estrofa igual de efectiva. El resto de los Dogs —Bam, Jo Dog, Steve James: batería, guitarra, bajo— interpretan con arrojo y pundonor esas canciones a las que pone voz el mismo que las escribe, Tyla. I Don't Want You To Go, How Come It Never Rains, Last Bandit, Everything I Want o Wait Until I'm Dead se mantienen dignas y atractivas a pesar del cuarto de siglo que ya soportan, si bien siguen quedando lejos de los temas que grabaron sus mencionados modelos. (No se quiera ver demérito en esta observación, sino cotejo histórico y artístico de las habilidades de cada cual y la auténtica valía de su propuesta.) Sea como fuere, la de los Dogs D'Amour y este In The Dynamite Jet Saloon (o los posteriores Errol Flynn y Straight??!!) queda fuera de toda duda en cuanto la aguja pincha su primera cara y escuchamos la onomatopéyica apertura de Tyla antes de cantar los primeros versos ("Take a boy from Kensington (…)") e introducirnos en su mundo junto con sus compinches, haciéndonos saber que por enésima ocasión hemos caído en sus redes. Pero con qué gusto lo hacemos: It's rockin' time, my friends!!
Buen disco si señor, de un grupo al que llegué un poco tarde, sin ir más lejos hace año y pico para prepararme para el concierto, pero de los que hice un cd más que delicioso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Para nada comparables con otros despeinados rockeros de aquellos años. Eran el lado más intelectual del "hard rock" ochentero, influenciado por Bukowsky y con temas destinados a una generación que abrazaba la botella como salida de este mundo hostil...She was too young, hell, maybe I was too drunk
ResponderEliminarCierto, Gonzalo, ese "cotejo histórico" sin resultar un demérito pone de relieve la honestidad (y calidad) de su propuesta; yo los descubrí a finales de los 90 y caí rendido. Estupendo también ese "Graveyard of empty bottles".
ResponderEliminarUn abrazo.
gran disco que comparado con los Sleaze angelinos lo hace todavía más disfrutable
ResponderEliminarComo te dije ayer, Savoy, la música está siempre esperándonos, da igual cuándo llegues a ella. Buen concierto aquél, y mejor la compañía. ¿Qué tal la pinchada nocturna?
ResponderEliminarMuy diferentes y especiales, sí, Antonio. Lo que pasa es que había que vender discos, y si un poco de maquillaje ayudaba…
También, también, tienes razón. Sí, calidad no faltaba, Agente.
Excepto Guns N' Roses, Bernardo, el resto de conjunto grasientos no tienen nada que hacer en comparación con los Dogs.
Abrazos.
La noche de ayer fue increíble, conciertazo de Lucky Dados y pinchada antológica del que escribe, el sábado no te la pierdas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegro mucho, tío. La semana que viene, Fakeband y pinchada, de puta madre.
ResponderEliminarAbrazos.
No andan por aquí estos chicos pero como si fueran de casa vamos. Les prestaré más atención y, si surge la ocasión, les haré un huequito en la estantería.
ResponderEliminarAbrazos,
JdG
Efectivamente, grandmaster, aquel directo sirvió para pensar que este disco y algún que otro himno más de estos "perros" se hallan muy vivos en nuestros necesitados corazones. Abrazos.
ResponderEliminarQué puedo decir... Uno de los grupos de mi vida, sin lugar a dudas: He pasado mucho tiempo escuchando sus temas, dejándome atrapar por su aura evocadora. Fueron, en definitiva y por un tiempo, algo más que música para mí. Sólo por eso siempre los llevaré conmigo.
ResponderEliminarRock-On!
Tu estantería te lo agradecerá, querido Javier.
ResponderEliminarNuestros corazones están muy necesitados, Johnny, y ahí siguen. Y los Dogs sirven de paliativo, camarada.
Tyla, coño, vuelve a escribir, que te echamos mucho de menos. Sé de tu amor por los Dogs, estuve a tu lado en aquel concierto de Madrid, ¿qué más te puedo decir?
Abrazos, trío de ases.
Últimamente ando pillado de tiempo y me habia perdido esta pedazo reseña de mis Dogs D'amour uno de esos grupos que suenan a pub y, como dices este delicioso album.
ResponderEliminarAbrazo.
Gracias, Addi. También ando yo muy liado, pero sacamos tiempo de donde se puede. El finde, Fakeband en Madrid, por cierto.
ResponderEliminarAbrazos.
No te imaginas como me gustaría estar allí contigo...y con Savoy.
EliminarDisfrutarlo...
Abrazo.
Ya te mandaré foticos.
EliminarOtro abrazo.
Es escuchar este disco y apetecerme una cerveza, es automático, jajajaja. Qué bien nos lo pasamos en la Caracol, ¿eh? Los perros son muy coreables, los adoro. Espero que os lo paséis de lujo el sábado en Fakeband, que también tienen sus himnos, ya verás.
ResponderEliminarEl viernes conocí a Karmelo, Gonzalo, que vino a leer a un espacio cultural nuevo en Triana... Fue un gustazo hablar con él, me lo imaginaba más sieso, pero qué va, ¡sonríe y todo! Jaaaajajaja.
Besos!
O un vino, Lu, je je je. Lo pasamos en grande viendo a los Dogs, sí. Tengo ganas de Fakeband, la verdad, ya te contaré. Hostia, Karmelo sonríe, ja ja ja ja, impensable.
EliminarBesos.