viernes, 6 de mayo de 2016
Actos inexplicables
Nada perdió Manta Ray con la salida de Nacho Vegas —al magistral Esperanza me remito, primer disco publicado por la banda tras su marcha—, mucho ganó el rock español con su carrera en solitario, la de, en mi opinión, la figura más importante en lo que va de siglo XXI de la música del diablo hecha aquí, si bien Santi Campos o José Ignacio Lapido podrían presentar alegaciones cargados de razón. Al igual que éstos, lo del autor de El manifiesto desastre no es flor de un día, y su excelencia se cimenta en la calidad continuada de sus grabaciones, pero ya desde la primera el artista asturiano enseña unas formas personalísimas en la construcción de canciones espléndidas hechas de bruma, nostalgia, tristeza y, como indica el título del disco, Actos inexplicables.
Editado en 2001 y recibido con numerosos parabienes por la crítica especializada, el debut de Nacho Vegas desconcertó a quienes esperaban (o podían esperar) algo relacionado con el rock kraut e industrial practicado por Manta Ray. La ruptura de Vegas con su pasado es radical al presentarse como un cantautor de honduras folk y acústicas dispuesto a soltar extensas parrafadas en castellano y dejar el inglés a un lado. Los temas son largos, pensados para que su compositor se explaye valiéndose de viñetas de su realidad, lo cual no hay que confundir con sincerarse. Las melodías son en todo momento emocionantes; los arreglos, diversos y muy hermosos —secciones de cuerda y viento, melódica, theremin, shaker, didyeridú, sitar eléctrico, armónica, teclados, etc.—; el tema que abre el CD, homónimo e instrumental, quizá para despistar o para afirmar los valores musicales tanto como los líricos; y la electricidad de las guitarras se agradece cada vez que aparece. Las cuerdas disonantes que flotan bajo El camino y el andamiaje noise de Molinos y gigantes recuerdan al Vegas de vanguardia, mientras que en el estribillo de Blanca (que en su estrofa es puro soul) sale a la luz el más contundente o roquero; sin embargo, es la presencia de una cita de Nick Drake —sacada de Hazey Jane II—, impresa en el interior de la carpeta al pie de una magnífica fotografía de la playa de Gijón tomada por C.S. Ulla, y la adaptación a la lengua de Juan Benet del Fare Thee Well Miss Carrousel de Townes Van Zandt (Que te vaya bien, Miss Carrusel) lo que indica con mayor exactitud el camino que sigue el resto del álbum.
Iba a arrancar de esta manera una carrera sin apenas concesiones pero exitosa, capaz de calar en el público sin renegar de su esencia o reblandecer las perspectivas artísticas de su creador. Una carrera que no cesará de ensanchar éstas, si bien ancladas en un idea que en Actos inexplicables ya alumbra para no dejar de echar luz sobre lo que habrá de venir. Siempre sobresaliente e imprescindible, claro.
Tengo al asturiano entre los mejores exponentes de la música española actual y, como casi siempre, no tengo nada de esos autores de los que admiro su obra, nada excepcional en mí. Este fin de semana voy a comer a casa de mi hijo y le voy a tomar prestado varias obras del Sr. Vega.
ResponderEliminarAbrazos,
JdG
En este caso apelo a tu conciencia musical, Javier, para que entre tú hijo y tú solucionéis el problema. Imprescindible Vegas.
ResponderEliminarAbrazos.
Precisamente el otro día lo escuché. Un buen disco aunque algún tema se me atraganta, cosa que me pasa mucho con el asturiano en algunos cortes. Abrazos.
ResponderEliminarA mí no se me atraganta ninguno, Johnny. La verdad es que Vegas me gusta mucho.
ResponderEliminarAbrazos.