martes, 17 de mayo de 2016
Nuevo Catecismo Católico
En 1993 —tres y cuatro años antes de que los Hellacopters y Gluecifer debutaran, respectivamente, con Supershitty To The Max! y Ridin' The Tiger—, Nuevo Catecismo Catolico hacía lo propio con un álbum homónimo que mezclaba con la misma virulencia y efectividad punk, hardcore, high energy y hard rock. Los mencionados (y otros) grupos nórdicos rendían a sus pies a la Europa amante del rock and roll más veloz y asesino, que no solo practicaba ya con autoridad Turbonegro en Escandinavia sino que en el País Vasco defendían previamente el grupo de los hermanos Ibañez y Señor No, descendientes ambos de La Perrera; es decir, con un bagaje y una experiencia que se remontan a los años ochenta.
El cartel de los Ramones en la portada, la versión de los Saints (Private Affair) y la mención a los Damned en una de las canciones (Esta vida apesta, que ya tocaba La Perrera) explicita qué tipo de música vamos a hallar en Nuevo Catecismo Católico, pero no hay que ser un erudito rocker para reconocer asimismo en los surcos elepé el influjo de, por ejemplo, los Stooges, MC5, Circle Jerks, Poison Idea, Motörhead o Angry Samoans. No hay tregua durante los doce cortes que suman la energía expeditiva y exaltada de cada uno de ellos, aunque encauzada con destreza por un quinteto de ideas claras y habilidad para ponerlas en pie. Si las composiciones alardean de su sencillez exacta y la interpretación amplifica su presumible ardor teórico —bestiales las guitarras de Jorge Reboredo y Arturo Ibañez y la base rítmica formada por Arturo M. Zumalabe y Julen Atorrasagasti—, no menos punks son las letras que canta el otro Ibañez, Gonzalo, presas conscientes del radical subjetivismo de su autor —quizá la única manera de resultar creíble— y herederas del nihilismo de grupos como los Dead Boys. Aquí llega Dios, Incontrolable, La vida es una broma, Soy un aberrante, No quiero verte o Tiempo son la válvula de escape que convierte en arte lo que si no sería violencia, ahíto Ibañez de estupor existencial transformado en rock and roll mediante palabras, riffs implacables e intensidad constante.
Solo un disco más registrará la primera formación de NCC, el también excelente En llamas, si bien ello no será óbice para que la banda siga construyendo una obra impecable a base de singles, EPs, splits o elepés de calidad asegurada y, en lo suyo, a la altura de los mejores en cualquier lugar del mundo. ¿Green Day?, ¿The Offspring?, ¿NOFX? ¿Para qué, si tenemos aquí a Nuevo Catecismo Católico y lo suyo es más contundente y excitante?
Recuerdo el concierto que compartimos de Cheetah Chrome y Señor No y tus comentarios respecto a la segunda banda como descendientes de estos Nuevo Catecismo Católico. Tengo que hacerme con algo de ellos, también con el último trabajo de este mismo año de Señor No. Su estilo de música es vitamina pura para estos tiempos tan obtusos y mal encarados.
ResponderEliminarAbrazos,
JdG
Excelente este debut, un grupo de mucha enjuncia, no sabía que Señor No tenía nuevo disco, me lo busco.
ResponderEliminarMola Edward Hopper.
Un abrazo.
Son grupos hermanos ambos, Javier, descendientes los dos de La Perrera. En ese concierto, si lo recuerdas, adquirí la magnífica reedición en vinilo de los dos primeros plásticos de NCC. A por esa vitamina, amigo.
ResponderEliminarAsí es, Addi. El disco de Señor No todavía no lo he escuchado, pero lo ponen por las nubes. Es uno de mis pintores favoritos, Hopper, y el cuadro que he elegido como cabecera del blog, un trozo de pintura absolutamente equilibrado.
Abrazos.