jueves, 17 de noviembre de 2016
Sensory Overdrive
Ni tengo ídolos ni doy mayor importancia a los artistas a los que admiro. La sensibilidad del creador le puede llevar a plasmar estéticamente emociones que eleven a su receptor gracias a sutiles y complejos mecanismos poéticos de empatía que, desgraciadamente, a muchos llevan a ver en aquél un semidiós cargado de virtudes inexistentes, ridículas o inventadas. En otras palabras: tocar bien la guitarra o escribir como William Faulkner no te hace mejor persona. En el mundo del rock y el pop dicho aserto se multiplica por diez, con miles de bandas y cantantes ensalzados por todo el mundo como bondadosos seres humanos, héroes de la clase obrera o insignes analistas políticos, cuando su única virtud es interpretar o componer notables, incluso excelentes canciones. Dicho esto, y asumiendo mis contradicciones, tampoco un servidor escapa a lacra tan lamentable. Iggy Pop, Lemmy Kilmister o Michael Monroe, de quien nos vamos a ocupar, excitan mis bajas pasiones y cuando escucho su música o les he tenido delante en un escenario veo en ellos —traslado a ellos— virtudes de pureza o mística carentes del más mínimo rigor. El magnetismo rocker de estas bestias pardas del puritanismo es capaz de arrastrar las precauciones del más prudente, portadores ellas de las esencias más excitantes de la música del diablo.
Michael Monroe entregaba en 2011 su primer disco en solitario en ocho años, Sensory Overdrive, ocupado como estaba en la fructífera reunión de Hanoi Rocks. Con una banda totalmente nueva, Monroe fabrica un plástico potentísimo de poco más de media hora en el que punk, high energy y hard rock melódico tienen su sitio aunque es cierto que el primero cobra ventaja por la especial beligerancia de más de la mitad de los cortes. Antes de que Superpowered Superfly haya puesto algo de paz y hecho brillar el corazoncito pop del autor de Life Gets You Dirty, Trick Of The Wrist, '78 y Got Blood? —tremebunda tripleta inicial— han invocado a los Stooges, U.K. Subs, Dead Boys o Black Flag para espanto de los amantes de la tranquilidad y gozo de los de la electricidad desaforada. Modern Day Miracle vive de una riff machacón y de aire industrial antes de que Bombs Away mantenga la celebración del punk and roll, armónica de Monroe incluida. All You Need es uno de esos temas que no puede faltar en un elepé del finlandés. Himno de sentimientos exagerados, desde un punto de vista estrictamente personal me cuesta no conectar con unos versos que rezan:
"Ahora vivo cada momento del día
Tengo algo que nunca me quitarán
Mucho amor y un poco de paz mental".
Later Won't Wait, por la forma de cantar de Michael Monroe y la estructura de su estrofa, me recuerda a una versión power pop de Twisted Sister, aunque también se relacione con Modern Day Miracle en otros tramos y tenga un interludio en el que la canción se ralentiza y el saxo de Monroe saca a relucir su sensualidad. El country se infiltra en la maravillosa Gone Baby Gone, o cómo celebrar una ruptura sentimental con la ayuda de Lucinda Williams, colaboradora de lujo en el noveno corte de la función. Center Of Your Heart imita a todo trapo alguna de las mejores composiciones de Andy McCoy para Hanoi Rocks y Debauchery As A Fine Art cierra con el puño en alto, la banda de Monroe desbocada y —sueño húmedo hecho realidad que enlaza con lo expuesto en el primer párrafo— ¡Lemmy aportando su voz cazallera! Remate magnífico de una jugada a la que solo le podía faltar una versión de Lust For Life o Loose cantada a dúo por Iggy y Monroe para que nuestros instintos primarios de fan obcecado nos llevaran a hacer de ellos (y del líder de Motörhead) mártires del socialismo o adalides de la desobediencia civil. Por fortuna, Sensory Overdrive ha dejado de sonar en el reproductor y el apotegma de los Stones viene a nuestro rescate mientras su magnífíco e intenso acabado resuena en nuestro cerebro: es solo rock and roll (pero nos gusta).
Cierto el primer párrafo, todos pecamos de incautos en ese sentido, unos más que otros imagino.
ResponderEliminarEn cuanto al amigo Monroe es de los que no suelen fallar, y en este disco tampoco, hace ya más de cinco años que lo publico, como pasa el tiempo.
Un abrazo.
No suele fallar, no. El tiempo vuela, amigo.
ResponderEliminarAbrazos, Addi.
Bueno bueno, aquí hay mucha tela que cortar. A mí leer y entender a Faulkner me convierte en persona más culta, en mejor persona. Tampoco creo que el escritor dejara de sentir esa sensación íntima y compartirla con el lector (independientemente de que sea un hijo puta en su vida privada) cuando da a conocer su obra. Yo por lo menos la busco cuando escribo, cuando me esfuerzo por transmitir a los demás lo que pienso, a mí manera.
ResponderEliminarTambién tengo ídolos, de barro en muchos casos, y cuando se me antoje puedo hacer con ellos estatuillas de pastilina o dejarles tal como son, a mi semejanza, imperfectos, me gustan así.
De acuerdo que en el mundo del rock la exposición del artista se multiplica por mil, también su éxito, su fracaso y la aceptación del receptor depende de más variables que las que recibe, por ejemplo, el lector, más acostumbrado a la soledad de la lectura, a no compartir con el compañero de fila el riff de una frase o el redoble de un párrafo.
Te noto cáustico, sulfuroso, acalorado y a las puertas a la vez de algo grande. La pureza y la mística (de las que hablas de pasada)pueden servir de contrapeso, aunque necesiten precisamente de gran rigor personal para que puedan practicarse con exactitud. Creo que conoces ese camino poético.
Salud cenobita.
JdG
Cáustico siempre, aunque la educación lo disimule. Esperemos esa grandeza que anuncias. Gracias por tus reflexiones, Javier.
ResponderEliminarUn abrazo.