Los hay que los odian a tiempo completo, los que veneran una etapa y detestan las demás (aunque éstas varíen en su composición) y los que defendemos que nunca han dejado de ser un muy buen grupo, con o sin éxito masivo (que en esto hay mucha tontería, como comentábamos hace bien poco en una entrada dedicada a Sam Cooke). Hablamos, claro, de los Red Hot Chili Peppers. Lo que para unos en los ochenta es caviar con denominación de origen, convertido en basura la década siguiente, para otros se alarga hasta el comienzo de la misma y la publicación de
Blood Sugar Sex Magik, pero pasa igualmente al cubo de los desperdicios con la aparición de
One Hot Minute, interludio maltratado por una mayoría en el que el gran Dave Navarro cubre el hiato producido por la marcha de John Frusciante. La vuelta de éste no cura la herida abierta entre los seguidores de la banda, pues
Californication (1999) profundiza en la vía pop y comercial, lo que significa que ya no hay vuelta atrás. Blando y anodino en lo musical, pretencioso en lo lírico, según quienes reivindican el funk pasado de rosca y la diversión de
Freaky Styley y
The Uplift Mofo Party Plan,
Californication es, en opinión de los que lo defendemos, la excelente plasmación de la madurez (bien entendida) de un grupo que tiene otros intereses y busca nuevas maneras de darles forma. Que dichas maneras hicieran que el álbum se vendiera (y se siga vendiendo) por millones solo puede ser motivo de queja para aquellos majaderos que siguen atribuyendo las bondades creativas de una obra al (escaso) número de copias despachado de la misma. Los Red Hot Chili Peppers se habían convertido en una de las bandas más famosas del universo, de acuerdo, pero las canciones que brotaban de
Californication —radiadas y televisadas (clip incluido) algunas hasta el agotamiento— eran de una hermosura desarmante que jamás llegaba a la afectación.
La colisión entre la estrofa rapeada y el melódico estribillo de
Around The World, primero de los temas, unido a su último e instrumental tramo, deja marcada la senda a seguir, refinando y personalizando ideas que ya aparecían en los dos anteriores y mencionados discos. Pero cuando el álbum llega a
Otherside y
Californication (y sus respectivas esperanza y tristeza) sabemos que ha hallado un sonido que le es propio e intransferible, guste más o menos. La energía de
Easily, la delicadeza de
Porcelain y
Road Trippin' o la maleabilidad de
This Velvet Glove y
Savior no hacen sino confirmar la firme individualidad de un trabajo magistral que, de vez en cuando, nos recuerda que los Chili Peppers no se han olvidado de sus orígenes (
Get On Top,
I Like Dirt o
Right On Time, con su explosiva yuxtaposición de funk enloquecido y música disco).
Una vez finalizado, el camino hollado hará que millones de personas se sumen a los fans que no han desertado. Los que ya lo han hecho no verán en
Californication ningún motivo para subirse a un barco que para ellos es como si hubiese naufragado, más aún si consideramos que el retorno de Frusciante hacía imposible que Dave Navarro asumiera todas las
culpas e invalidaba las cautelas que algunos habían mantenido. Es así que casi tres lustros después las cosas no han cambiado, y lo que unos entienden una porquería de un grupo vendido y perdido, otros lo catalogamos como una grabación espléndida. La tensión de la vida, me dirán. Si, respondo, aunque aquí llevada a su paroxismo. A él me uno para gritar y provocar: ¡Viva
Californication!