No ha envejecido bien el sleaze angelino de los años ochenta. La mezcla de glam, punk y heavy metal —tan exitosa hasta que llegó Kurt Cobain— suena a día de hoy bastante desfasada: mucho ruido (rímel) y pocas nueces (canciones). En paralelo al neoliberalismo que se adueñaba del mundo, el movimiento que produjo el sleaze ha quedado como superficial y más cuando se escuchan a día de hoy esas grabaciones superproducidas, hinchadas (defecto general de la década de los ochenta), esas voces chillonas y esas nefastas composiciones.
Pero, en fin, todo tiene sus excepciones. Y Guns N' Roses son la excepción, al menos su primer álbum. Influenciados por multitud de grupos (Hanoi Rocks, padres de todo el sleaze, AC/DC, Led Zeppelin, Rose Tattoo, Rolling Stones, Sex Pistols, etc.), los californianos supieron trascender todas sus influencias para crear un sonido propio (de su época pero diferente) en su espléndido debut de 1987: Appetite For Destruction. La crudeza de las guitarras de Izzy Stradlin y Slash y la contundencia de la base rítmica, en el fondo, les alejan del sleaze y les acercan a una relectura del mejor rock de los setenta. Canciones tan enormes como Welcome To The Jungle o Nightrain muestran a un grupo en estado de gracia que, al menos en este disco, ha encontrado una voz única en algo a veces tan manido como el rock and roll.
El éxito de Sweet Child O' Mine (con ese tremendo solo de Slash) catapultó a Appetite a lo más alto de las lista de ventas, y durante unos años Guns N' Roses fue el grupo más famoso del mundo. Las ínfulas de Axl Rose perjudicaron mucho la carrera posterior de la banda, perdiendo peso en las tareas compositivas Izzy Stradlin en favor de un cantante que parecía querer mezclar ópera con rock and roll con arreglos que lastraron en buena medida el ambicioso Use Your Illusion. Pero ésa es otra historia que no debe afectar a la valoración de un disco que se ha mantenido incólume con el paso del tiempo.
martes, 29 de septiembre de 2009
jueves, 10 de septiembre de 2009
Elvis Presley y Elvis
Si Chuck Berry, Little Richard y Jerry Lee Lewis son, entre otros, los arquitectos del rock and roll, Elvis Presley es el intérprete por antonomasia de la música del demonio. Que un blanco interpretara música de negros no estaba bien visto en los Estados Unidos de mediados del siglo XX, pero que se convirtiera en icono de adolescentes suponía un peligro (o al menos así era percibido por la racista y dominante clase alta blanca).
Extensión del rhythm and blues, el rock and roll fue fagocitado por los blancos y la imagen de un Elvis moviendo insinuante sus caderas ha quedado como génesis del género, cosa absolutamente falsa pero inevitable, siendo, como es, Elvis Presley conocido como el Rey del Rock.
Pero más allá de estas consideraciones están los dos primeros elepés de Elvis para RCA, discográfica en la que aterriza en 1955 de la mano de quien sería su mánager, el coronel Parker, tras sus iniciales grabaciones para Sun Records. Registrados ambos en 1956, Elvis Presley y Elvis han quedado posiblemente como los dos mejores trabajos de Presley, que, bien es sabido, apenas componía, pero cantaba como los ángeles. La fuerza de sus estupendas versiones de Carl Perkins (Blue Suede Shoes) o Little Richard (Tutti Frutti, Rip It Up) se combina a las mil maravillas con la tersura de su voz en baladas como Blue Moon o First In Line. Country, blues y rockabilly devienen rock and roll de la mano de una instrumentación sobria y sencilla, pero tremendamente efectiva y elegante.
La influencia de Elvis Presley y Elvis (de la obra en general del artista de Tupelo) ha sido enorme y podemos escuchar su eco en cantantes tan diferentes como Robert Plant o Joey Ramone, por ejemplo. Incluso los Clash copiaron el diseño de la portada de Elvis Presley para dar la vuelta al sentido de la misma. Normal, considerando que durante aquel año de 1956, además de los discos reseñados, Presley grabó sencillos del calibre de Hound Dog, Don't Be Cruel o la escalofriante Love Me Tender. Sólo los más grandes son capaces de una hazaña así.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Crashbeat
Heredero de Aerobitch, Muletrain se ha convertido en el mejor grupo hardcore/punk español con tres elepés y varios epés publicados. Allí donde Aerobitch lo dejaba (el colosal Steamrollin'), Muletrain cogió el relevo para endurecer aún más el sonido, mantener la velocidad y no dejar que los años quemaran la ilusión. Y es que en este tipo de música la juventud sí es divino tesoro (aunque Lemmy y algún otro se empeñen en negarlo), y el peligro de convertirse en una parodia de uno mismo siempre sobrevuela.
Crashbeat, editado este mismo año 2009, confirma a Muletrain como uno de los grandes grupos de rock de este país. Sin perder ninguna de las señas de identidad, el cuarteto suena más compacto y melódico que nunca, especialmente en Out Of My Mind y la adictiva God Is…, en la que el grupo afirma tajante que "Dios es muerte, no hay nada más que esperar". Porque ésa es otra. No sólo por la música destaca Muletrain. El universo oscuro y deprimente de sus letras (no hay más que observar la portada del disco) se mantiene intacto en Crashbeat. No es Muletrain grupo de los que hacen concesiones. Su música es agresiva y contundente, sus textos escuecen y ya sólo su coherencia le sitúa por encima de muchos antes de tocar una sola nota.
Acompaña la edición digital del disco (también la hay en vinilo) un documental realizado en 2006: Dios salve al rock de estadio. La gira que el grupo realiza por Francia y Alemania tocando en locales pequeños ante audiencias también escasas muestra lo vulnerable de su situación pero también su autenticidad: no son personas dogmáticas ni excluyentes, pero sí personas que tienen claro lo que hacen. Es su arte lo que les interesa. Y su forma de vida, unida a ese arte, no se vende.
Crashbeat, editado este mismo año 2009, confirma a Muletrain como uno de los grandes grupos de rock de este país. Sin perder ninguna de las señas de identidad, el cuarteto suena más compacto y melódico que nunca, especialmente en Out Of My Mind y la adictiva God Is…, en la que el grupo afirma tajante que "Dios es muerte, no hay nada más que esperar". Porque ésa es otra. No sólo por la música destaca Muletrain. El universo oscuro y deprimente de sus letras (no hay más que observar la portada del disco) se mantiene intacto en Crashbeat. No es Muletrain grupo de los que hacen concesiones. Su música es agresiva y contundente, sus textos escuecen y ya sólo su coherencia le sitúa por encima de muchos antes de tocar una sola nota.
Acompaña la edición digital del disco (también la hay en vinilo) un documental realizado en 2006: Dios salve al rock de estadio. La gira que el grupo realiza por Francia y Alemania tocando en locales pequeños ante audiencias también escasas muestra lo vulnerable de su situación pero también su autenticidad: no son personas dogmáticas ni excluyentes, pero sí personas que tienen claro lo que hacen. Es su arte lo que les interesa. Y su forma de vida, unida a ese arte, no se vende.
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