Además de abrir el maravilloso y homónimo álbum de Buena Vista Social Club, el emocionante son de Compay Segundo se editaba como single en 1997. Escrita en los años ochenta y ya registrada previamente, Chan Chan suena esplendorosa producida por Ry Cooder y cantada por Eliades Ochoa con el apoyo de Ibrahim Ferrer y el propio Segundo, sin olvidar el breve pero autoritario solo de trompeta del Guajiro Mirabal. También en el disco se encontraba la versión del mítico bolero Dos gardenias, aquí impecable en la boca de Ferrer y los siete intérpretes que le acompañan. Completando el sencillo, otro son de Compay Segundo que había aparecido en su plástico del año anterior Ya vengo aquí. No tiene Macusa la categoría y la belleza de Chan Chan (eso es muy difícil), si bien es un regalo agradable que no se encontraba en Buena Vista Social Club. Once minutos y medio de medicina musical cubana, en total, de un single en el que manda, sí o sí, el tema que le da título.
jueves, 30 de junio de 2022
Chan Chan
lunes, 27 de junio de 2022
Couldn't Stand The Weather
Injustamente a la sombra de su mítico debut Texas Flood, el segundo elepé de Stevie Ray Vaughan (Couldn't Stand The Weather, 1984) es otra joya del guitarrista y cantante de Dallas. Si el disco comienza desenfrenado con el breve instrumental Scuttle Buttin' y continúa funky mediante el corte que le da título, donde Stevie empieza a sacar brillo a sus seis cuerdas acompañado a la guitarra rítmica de su hermano Jimmie, en las versiones de The Things (That) I Used To Do, también con Jimmie, y de Voodoo Child (Slight Return) —escrito Voodoo Chile en lugar de Voodoo Child por la típica confusión entre los dos temas— de Guitar Slim y Jimi Hendrix, respectivamente, la Fender Stratocaster de Ray Vaughan echa humo para dar con lecturas como mínimo tan buenas como las originales. Quizá sea por el cotejo con la tormenta eléctrica que le ha precedido que el Cold Shot escrito por Mike Kindred (K. Kendrid en los créditos) sepa a poco aun no estando nada mal. Da igual. Los nueve minutos de Tin Pan Alley, cuyo autor parece ser Bob Geddins, nos llevan al cielo gracias a un Ray Vaughan exquisito a fuego lento perfectamente acompañado por Tommy Shannon y Chris Layton, base rítmica más conocida por el nombre de Double Trouble. El tono festivo de Honey Bee contrasta con la atmósfera jazz de Stang's Swang, segundo instrumental de Couldn't Stand The Weather y punto final del álbum que sirve para alejarnos brevemente del universo blues que nos ha precedido, para escuchar el saxofón de Stan Harrison, para que Fran Christina, batería de los Fabulous Thunderbirds, se haga con las baquetas de Layton, y para comprobar que asimismo en otras aguas (las de Wes Montgomery y George Benson, digamos) nadaba a gusto el tristemente fallecido Stevie Ray Vaughan.
jueves, 23 de junio de 2022
Burnin'
Tiene todo este disco de John Lee Hooker de 1962 y el sello Vee-Jay (es decir, del Chicago blues y eléctrico) para caer rendido ante su media hora larga: un single mítico como pocos del cantante, guitarrista y compositor (Boom Boom); seis intérpretes (dos saxos, guitarra, piano y base rítmica) de una entonces incipiente Motown que amplifican y colorean las once canciones de Hooker; un bluesman en estado de gracia compositivo, pues no hay un solo tema desechable en Burnin'. No encontramos en él, por supuesto, al músico crudo y radical de los singles grabados en la primera mitad de los años cincuenta y publicados por Modern Records, sino a uno más estilizado y comercial que no dice adiós a la calidad. No veo a nadie bailar a los compases y el sonido feroz de Down Child o Too Much Boogie; visiono en un instante, sin embargo, a cualquiera moviendo el esqueleto mientras la mencionada Boom Boom, Lost A Good Girl, Let's Make It o Keep Your Hands To Yourself esparcen sus notas. E incluso puedo imaginar a una pareja hace sesenta años meciéndose bajo el influjo del blues de cocción lenta y trazo delicado (Process, Blues Before Sunrise, I Got A Letter, por ejemplo) que también es parte de los surcos del elepé. Los sesenta años que nos separan de Burnin', un trabajo imprescindible de uno de los santos griales —John Lee Hooker— de la música popular del siglo XX.
lunes, 20 de junio de 2022
One Way… Or Another
Sin alejarse de lo ofrecido en su debut, Cactus publicaba su segundo plástico pasados menos de ocho meses. One Way… Or Another (1971) abre su contenido mediante una versión ralentizada y convertida al blues rock del clásico de Little Richard Long Tall Sally, cerca de seis minutos aplastantes que expresan la fertilidad creativa y la exuberancia interpretativa del cuarteto yanqui. Rockout, Whatever You Feel Like es un buen rock and roll de brillantes punteos de Jim McCarty, si bien se quedan cortos ante el poder eléctrico exhibido cuando Rock N' Roll Children acelera a mitad de su desarrollo. Ya lo anuncia su título, Big Mama Boogie - Parts 1 & 2 se divide en una mitad acústica en la que Rusty Day toca la armónica además de cantar y otra mucho más breve pero furibunda donde Carmin Appice, Tim Bogert y McCarty se dejan la piel. Igual que han hecho con Long Tall Sally, los miembros de Cactus reconstruyen y alargan el Feel So Bad de Chuck Willis aunque con menor furia y una atmósfera que puede recordar a Cream, a los Doors y a Jimi Hendrix. Song For Aries es un instrumental de sabor progresivo en el que destaca la guitarra de Jim McCarty al final de su trayecto. Blues lento y pesado, el de Hometown Bust ha de emparentarse con el de Led Zeppelin y el Jeff Beck Group… al igual que el de One Way… Or Another, algo menos lento y más metálico éste sin embargo, no en vano el nombre de Black Sabbath sale a la palestra al hablar del tema que cierra y titula este excelente elepé de una banda de efímero recorrido pero cuyos tres primeros trabajos siguen sonando magníficamente.
jueves, 16 de junio de 2022
Nueva York-Granada
El que devendrá el mayor revolucionario del flamenco y el que lo había sido de la guitarra flamenca se juntaban justo antes de morir el segundo para realizar un doble elepé perteneciente, como se dice en el interior de la carpeta, "a la tradición del arte flamenco", si bien "una recreación personal de Enrique Morente y Agustín Castellón (Sabicas)". Une Nueva York-Granada (1990) cuatro ciudades (sumen Pamplona y Madrid a las dos del título, lugar de nacimiento del guitarrista, la primera, y estancia del cantaor, la segunda) en un quejío universal que reivindique la cultura flamenca de la mano de dos de sus máximos representantes. Y queda, además, como una fonoteca de los diversos palos del género servida con generosidad y todo el arte imaginable, despampanante el de Sabicas, jugándose la vida el de Morente, si hacemos caso al primer verso del soneto que le dedica Joaquín Sabina (igual que al guitarrista) en la funda de los dos plásticos. Decía adiós, o regalaba sus últimos acordes y rasgueos, el músico navarro siguiendo los deseos del andaluz, norte y sur de la península Ibérica en busca de la perfección formal, de la palabra última que compile y explique tarantos, soleás, fandangos, tangos, alegrías, bulerías, seguiriyas, malagueñas… Una obra maestra impecable que sobrevuela el océano desde Nueva York camino de Granada.
lunes, 13 de junio de 2022
Cello Suites Nos. 1-6
El Jimi Hendrix del violonchelo. Así llamaba un amigo mío a Pau Casals, extrapolación cronológica y genérica que para quien estaba más habituado al rock de los años sesenta y al mítico guitarrista zurdo servía para describir la pasión y el rigor técnico con los que el músico catalán interpretaba las seis suites para violonchelo del gran maestro Johann Sebastian Bach, que aquí traigo en la edición de Naxos en dos compactos de 2000.
Como cuenta Eric Siblin, Casals da con las partituras en 1890, "año en que un violonchelista de trece años salió con su padre de paseo por el barrio portuario de Barcelona. El chelista era Pau Casals y cuando se tropezó con la partitura de las Suites para violonchelo solo, cambiaron tanto su vida como el curso de la música. Casals pasó los doce años siguientes practicando con esta música hasta reunir la confianza suficiente para tocar una suite completa ante el público". Y escribe asimismo unas palabras con las que entendemos por qué la versión de Casals de las notas de Bach es tan importante como la propia partitura del autor de las Variaciones Goldberg: "Para aquellos músicos que sabían de ellas, las Suites para violonchelo solo eran consideradas áridos ejercicios técnicos de cierto valor pedagógico, pero no aptas para la sala de conciertos. Cuando Casals empezó a hacerse idea de la música, no disponía de ningún modelo.* Tuvo que reinventarla, dado que el manuscrito autógrafo se había perdido y las escasas copias que habían sobrevivido diferían en los detalles. Desconocemos todavía qué había pensado Bach respecto al tempo, la dinámica, la técnica del arco o los estilos de ejecución. Consiguientemente, la partitura viene con licencia poética adjunta".
Es de dicha licencia poética y de los dedos del genio catalán de donde surge la belleza eterna y abisal de estas grabaciones históricas, aunque el momento en que son realizadas afecta sin duda a la plasmación definitiva de las suites: cuatro de ellas durante la guerra civil española (en Londres y en París en 1936 y 1938 respectivamente), dos una vez acabada (en 1939 en la capital francesa). El dolor de la contienda, por un lado, y de la victoria fascista, por otro, no pudieron dejar de influir en un republicano y demócrata como él, al mismo tiempo que incrementan el valor emocional de una música sobrecogedora en su compleja, virtuosa austeridad, desnuda de artificios banales o ganchos melódicos u orquestales que tranquilicen al oyente superficial.
Acompañan o completan la edición de Naxos cinco movimientos de otras tantas obras de Bach en los que Casals también toca su instrumento, entre ellos la famosísima aria de la Suite para orquesta número 3 en re mayor. Delicioso regalo adicional tras el disfrute de los treinta y seis, seis por cada una, que componen, siguiendo el anglosajón e internacional título de la portada, las Cello Suite Nos. 1-6, escritas por Johann Sebastian Bach en el siglo XVII (hacia 1720), pasadas por el tamiz ejecutor de Pau Casals en la primera mitad del siglo XX y restauradas para la ocasión por Ward Marston cuando aquél agonizaba. Habrá logros artísticos iguales, pero nunca superiores.
*El subrayado es mío
jueves, 9 de junio de 2022
Free Form
Tres de los cinco músicos que cinco meses después grabarán el mítico debut de Herbie Hancok Takin' Off, incluido el pianista, están en esta excelente producción de Blue Note abanderada por Donald Byrd. Registrado el 11 de diciembre de 1961, no será hasta 1966 que Free Form vea la luz, hecho incomprensible si nos atenemos a la calidad aquí exhibida. Si en su primera mitad Byrd, Hancock, Wayne Shorter, Butch Warren y Billy Higgins bordan un hard bop exuberante pero atado a los cánones (dos temas más o menos rápidos de Byrd y una balada de Hancock resueltos sin mácula), es decir, lo esperable de un quinteto del trompetista a la sazón aunque interpretado mejor que nunca, en la segunda las cosas cambian para superar lo ofrecido por Royal Flush y The Cat Walk, grabados ambos también en 1961. French Spices ofrece jazz modal cercano al de Miles Davis con Shorter ejerciendo de John Coltrane al endurecer el sonido de su saxo tenor y Hancock y Byrd regalando solos brillantes y muy atmosféricos. Sus ocho minutos se van a los once en la declaración de intenciones que titula el elepé, que se ha hecho esperar pero que se muestra rotunda y extensa. Absolutamente convencida. No quiere Donald Byrd que el volantazo que ha dado Free Jazz al publicarse en septiembre le coja desprevenido y se lanza a la aventura free dando con una pieza sobresaliente de enorme creatividad en la que no puede ser casualidad que las baquetas de Higgins (asimismo en la obra maestra de Ornette Coleman) tengan especial protagonismo. Exquisito trabajo colectivo, aun resaltando la sonoridad del baterista, que habla de un Donald Byrd inquieto, pujante y capaz de sumar la vanguardia a sus inquietudes tradicionales e incluso de no aparecer en la portada de Free Form… al igual que Coleman había abandonado su cubierta. Los tiempos cambiaban y Donald Byrd respondía en paralelo sin rechazarlos y sin olvidar su pasado: siguiendo sus criterios e intuiciones. Lo que hacen los verdaderos artistas.
lunes, 6 de junio de 2022
Punk Rock Harbour
El himno pletórico, la melodía pop, la energía punk… normal que cuando uno escucha a The Baboon Show le vengan al coco los Hellacopters, Nina Hagen, Slade, AC/DC, Roxette, Turbonegro, Michael Monroe y otros nombres que muchos encontrarán antitéticos pero que no utilizo en modo valorativo sino descriptivo. Hechas para explosionar en directo, como servidor ha comprobado a solaz, las canciones de la banda sueca no se quedan mancas en el estudio, de lo que su cuarto elepé (Punk Rock Harbour, 2010) da buena cuenta. Composiciones cortas (solo dos de las once pasan de los tres minutos), escoradas clara y conscientemente a la izquierda política y especialmente anfetamínicas en la cara B (a excepción de la adaptación del Run Man Run de Ennio Morricone convertido en The Bridges That You've Burnt) capaces de hablar del clásico pelota y chivato del ambiente laboral (Gareth), la ruptura sentimental (This Is How Your Story Ends, o la cara más comercial del grupo), la violencia policial contra los manifestantes (We Fight In The Night In The Bushes) o el desprecio a los Estados Unidos de América (I Don't Wanna Go To The USA); y, entre ellas, tres que se han convertido en dinamita para los conciertos del cuarteto: You Got A Problem Without Knowing It, Playing With Fire y la que da título a este Punk Rock Harbour que les hará pasar veinticinco minutos felices y muy divertidos. (Y quizá avivar su conciencia anticapitalista.)
jueves, 2 de junio de 2022
Queremos la verdad
Aunque su último disco se remonta a 2006 (el segundo de los dos grabados con Eneko Etxeandia a las voces, Scarred For Life y 1530 segundos de Nuevo Catecismo Católico), el grupo de los hermanos Ibañez ha seguido vivo —esencialmente en los escenarios— consiguiendo llegar a las tres décadas de existencia que está celebrando con una gira por varias localidades españolas. Un single compartido con Señor No (dando con su versión más bruta o hardcore en dos cortes brevísimos) y otro con Kid Slug era el escaso bagaje salido del estudio hasta que en 2021 Folc Records publicaba tres sencillos consecutivos (uno en compañía de Kurt Baker) de los autores de Aún no habéis visto nada. Queremos la verdad, el primeros de ellos, explota su lado más melódico en un fresco, feliz e incluso emocionante himno que me hace pensar, por su música y su título, en Mi verdad, soberbia canción que cerraba el mencionado 1530 segundos… Acompaña al tema titular una versión de los Flyin' Spiderz, underground y seminal muestra del punk neerlandés llamada Killin' The City, denuncia de la especulación que termina con las ciudades que puede servir para Eindhoven en los años setenta o para Donostia, la de Nuevo Catecismo Católico, en el siglo XXI. Sumada a la letra inequívocamente reivindicativa de Queremos la verdad, podemos decir que estamos ante un single altamente politizado sin que la diversión del mejor punk rock o el acabado artístico —portada incluida— se vean perjudicados por ello: sigue siendo infalible la banda vasca.