Último trabajo en estudio de la primera etapa del grupo —ésa que tiene como punto de partida 1969 y el soberbio In The Court Of The Crimson King—, Red (1974) es un disco espléndido que se abre con un homónimo instrumental compuesto por Fripp. Un tremendo riff de guitarra guía seis minutos de algo que si no es hard rock, por la intensidad del tema más que por su estructura, se le parece. Fallen Angel es una hermosísima balada made in King Crimson, con una de esas melodías tan propias del grupo. One More Red Nightmare fluctúa entre el pop, el rock y el jazz, mientras que Providence, con el violín de David Cross, se acerca a la música clásica de cámara, en la introducción, y a la concreta y atonal en el resto del tema. Starless hace compendio de todo lo anterior durante los doce minutos que dan por finalizado el álbum.
Pero, como decíamos, la música de King Crimson huye de fáciles definiciones y los caminos por los que transita son demasiado particulares como para que las palabras puedan dar más que una ligera aproximación, si no caen, por desgracia, en la contradicción de incidir en el problema clasificación/encasillamiento/prejuicio comentado. Pesa a ello, sí que afirmamos que la extraordinaria labor de Bill Bruford a la batería, la guitarra y el mellotron de Robert Fripp y la intervencián de vientos agudos (oboe, corneta, saxos alto y soprano que colorean arreglos exquisitos) confieren una importancia definitiva a la interpretación, enriqueciendo y dando una personalidad a cada una de las composiciones, que —gracias a los matices que aporta la diversidad instrumental— suenan únicas y diferentes a las de sus contemporáneos sin dejar de representar —no hay paradoja en ello— fielmente a su época. Composiciones de un disco, Red, que ponía punto y final a cinco años de grandes hallazgos que no serían retomados —con nueva formación y orientación, pero excelentes resultados— hasta 1981 en Discipline.