lunes, 27 de junio de 2016

Ride The Lightning


Violenta, agresiva e implacable, la música registrada por Metallica en los años ochenta sigue sonando igual de extrema e insobornable en pleno siglo XXI. Ride The Lightning (1984), segundo elepé de la banda californiana, no renuncia a ese cruce de heavy metal y hardcore —al que se dio en llamar trash metal— vomitado en su debut, Kill 'Em All, pero añade matices progresivos que serán más desarrollados en las siguientes grabaciones del cuarteto. Si Fight Fire With Fire es un fortísimo aldabonazo que avisa de que la ferocidad no se ha ido a ningún sitio, el tema que pone título al disco, For Whom The Bell Tolls y Fade To Black rebajan sucesivamente la velocidad y complican las estructuras sin que el sonido pierda dureza o las interpretaciones aminoren su garra. La magnífica Trapped Under Ice enlaza por su rapidez con el primero de los temas, seguida de dos canciones tan espectaculares y fornidas como Escape y Creeping Death, himnos metálicos quizá más accesibles que los otros seis cortes que les rodean aunque su categoría y su pegada sean tremendas. Instrumental de casi nueve minutos, The Call Of Ktulu da vida eléctrica a las temibles oscuridades de H.P. Lovecraft y es el corte encargado de finalizar el viaje. Aun reconociendo su valía y poderío, es el tema que menos me interesa o me dice de Ride The Lightning, lo que no significa que rebaje mi apreciación de un álbum tan completo, contundente y coherente como éste de Metallica, que sabrá de dos formidables réplicas en el resto de la décadaMaster Of Puppets y …And Justice For All— que harán del grupo de Lars Ulrich referencia ineludible si hablamos del rock de aquellos años. A no ser que lo hagan sectarios o malintencionados, claro.

jueves, 23 de junio de 2016

The Tokyo Blues


Ideado y elaborado tras una gira por Japón, The Tokyo Blues es el recuerdo del país del sol naciente convertido en jazz por el quinteto de Horace Silver en julio de 1962. Poco hay en realidad de aquel lugar en el disco si quitamos su título, el de tres de sus cortes y su portada, pues musicalmente estamos ante el siempre elegante hard bop de quien fuera pianista de los Jazz Messengers. Tiene The Tokio Blues el clásico sabor de las grabaciones de la época para Blue Note cocinadas en el estudio de Rudy Van Gelder Takin' Off (Herbie Hancock), Go (Dexter Gordon) o Hub-Tones (Freddie Hubbard) son algunas de las llevadas a cabo ese mismo año—: el de las cosas hechas con esmero y profesionalidad en las que cada nota, cada acorde o cada ritmo son mimados y tocados con una sensibilidad exquisita. Too Much Sake, Sayonara Blues y The Tokyo Blues son las tres composiciones de Silver que, ocupando dos tercios del elepé, lo vertebran al portar en ellas todas las características hasta ahora mencionadas y tan afines a lo que en general se espera del arte de Silver. Deliciosas y atractivas, las melodías del autor de Song For My Father son la base sobre la que, de manera cálida y fragante, van a improvisar el propio pianista, Junior Cook (saxo tenor) y Blue Mitchell (trompeta). De los estupendos solos que nos regalan, quizá el mejor sea el que, extenso e inspirado por igual, Horace Silver toca en Sayonara Blues, si bien los hay de Mitchell y Cook de similar enjundia. Cherry Blossom es una versión de Ronnell Bright en la que Silver extrae ternura de su teclado, delicados sonidos que armonicen con la belleza del cerezo en flor que nombra el tema. Escrita asimismo por Silver, Ah! So completa el elepé estableciendo su dinámico discurso entre el bebop y el hard bop. Citemos para acabar las nerviosas y hábiles baquetas de Joe Harris —baterista del que no conozco otro trabajo— y el contrabajo de Gene Taylor, base rítmica que sabe estar a la altura de sus partenaires en The Tokyo Blues, uno de los estupendos discos (ocho si no ando errado) que Horace Silver grabará con su quinteto en los años sesenta.

 

lunes, 20 de junio de 2016

Loving Michael

Eterna adolescencia
dirigida por el rock and roll
de la que ya nunca saldrás.

Rímel y pintalabios,
melena rubia de locaza,
MC5 y New York Dolls.

Eras mi ídolo
—yo que los detesto—
en mi juventud pamplonesa,
lo sigues siendo
en mi madurez madrileña.

Me enseñaste que podías
perderte en la ciudad,
que nada va bien,
que la vida te mancha.

Supe también a través de ti
de la playa de Malibú,
y que la muerte y la cárcel
eran las únicas alternativas
si no cantabas como Stiv Bators.

Eres Hanoi Rocks,
Jerusalem Slim,
Demolition 23,
Michael Monroe.

Pero, más aún,
eres el que nos hace soñar
con que, de alguna manera,
somos inmortales.

 

jueves, 16 de junio de 2016

Tensa espera

Labios carnosos
en la noche madrileña
que en breve serán
certeza de amor.

Ojos profundos
espejo de tu psique
dándote y pidiéndote
lo que ayer reías con sarcasmo.

Calles oscuras
que se vuelven luminosas,
confusión adolescente
que niega tu madurez.

Sabes que lo quieres
sabes que lo necesitas,
sumergido en este tensa espera
que es imposible racionalizar.

NOTA: Este poema está dedicado a Sara, la mujer que ha iluminado mi vida y ha hecho que vuelva a ser feliz.

lunes, 13 de junio de 2016

Fair Warning


¡Dios, cómo han cambiado las cosas! Fair Warning, el cuarto elepé de Van Halen de 1981, fue un fracaso ¡por vender solo dos millones de copias en Estados Unidos! Cuántos grupos matarían hoy por vender esa cantidad de discos no ya en el país de John Steinbeck, sino en todo el mundo. Tampoco la crítica fue muy halagüeña con la banda de los hermanos Van Halen, situando el trabajo por debajo de la magnífica trilogía con la que había iniciado su carrera. Quizá no dispusiera Fair Warning de ganchos comerciales como los que sí tenían sus anteriores álbumes; seguro que la portada —un montaje de varios detalles del desasosegante cuadro de William Kurelek The Maze— no desprendía la cachonda despreocupación de las de aquéllos; ni, por supuesto, las letras tenían el sentido del humor de las canciones antiguas…; pero de lo que no cabe duda treinta y cinco años después de su publicación es de que estamos ante un disco excelente, un espectáculo musical de la misma envergadura (o casi) de los que le han precedido. La banda muerde al interpretar los temas, en especial un Eddie Van Halen que se deja la piel tocando su guitarra, sonando más potente que nunca mientras ataca las brillantes composiciones de David Lee Roth, Michael Anthony, Alex y Eddie Van Halen que ellos mismos ponen en escena. A excepción de Sunday Afternoon In The Park —breve instrumental en el que Eddie experimenta con el sintetizador que tanto juego le dará en 1984— y la templada Push Comes To Show (o cómo sonaría The Police si fuese Van Halen), el plástico da fe de una energía desatada, rock and roll metalizado y festivo que pareciera desdecir la mayor oscuridad conceptual del elepé y las tensiones crecientes entre el cantante y el guitarrista del cuarteto. Sea como fuere, la calidad de Fair Warning no se puede discutir y sorprende que todavía haya quien no lo sitúe entre lo más granado de la banda, es decir, junto con la mayoría de grabaciones que ésta hizo con David Lee Roth al frente. A finales de los setenta y principios de los ochenta, muy pocos estaban a su altura

jueves, 9 de junio de 2016

Radio City


La falta de éxito y los malos rollos subsecuentes a la publicación del imprescindible debut de Big Star habían acabado con Chris Bell fuera del grupo, quien, a pesar de regresar por un pequeño periodo, quedó definitivamente apartado de la grabación (e incluso de los créditos por su aportación a un par de temas) del segundo elepé de la banda, llamado Radio City y publicado en 1974. Sin embargo, que la labor compositiva pasara casi completamente a manos de su media naranja en #1 Record —el ilustre Alex Chilton— no iba a significar merma alguna de calidad en un segundo trabajo tan deslumbrante como el primero, pero también maldito y condenado a ser la influencia de toda una generación antes que referencia ineludible en su momento.

O My Soul abre sorprendente y espléndida Radio City con su casi seis minutos de funk rock que apenas tienen relación con el resto del álbum. Life Is White y Way Out West (éste escrito por el bajista Andy Hummel) son dos clásicos imbatibles que establecen los que es y será el power pop antes de que What's Going Ahn nos hiele el corazón con su descripción de tristezas, soledades y resentimientos que se resumen en el verso que los provoca: "Me gusta el amor pero no sé". You Get What You Deserve mantiene el dramatismo de su antecesora mediante una canción maravillosa en la que el folk y el rock logran el equilibrio perfecto. Medio tiempo hard que no desentonaría en el The Man Who Sold The World de Bowie o el All The Young Dudes de Mott The Hoople, Mod Lang nos enseña que Big Star también sabe roquear duro si hace falta. Más cercano al power pop, Back Of A Car recoge parte de la fuerza de su antecesora en sus magníficos riffs. Daisy Glaze practica una suerte de pop progresivo que empieza gélido y acaba imperativo en una canción llena de mágicos recovecos. Rock de clara descendencia beatle, el de She's A Mover precede a la delicadeza pop de September Gurls, emocionante e inmortal joya que derrama lágrimas alegres. Morpha Too y I'm In Love With a Girl son las dos preciosas miniaturas que cierran el disco (ambas en ausencia de base rítmica), la primera con Alex Chilton al piano, la segunda a la guitarra acústica.

Caudal de melodías iridiscentes servidas por las magníficas guitarras de Chilton y apoyadas en el bajo de Andy Hummel y la batería de Jody Stephens (sustituidos, que no acreditados, por Danny Jones y Richard Rosebrough en tres de los cortes), Radio City es la segunda obra maestra consecutiva de una banda que se disolverá ese mismo 1974 tras registrar un tercer plástico que no verá la luz hasta cuatro años después, muestra de la fragilidad de Big Star, la misma que servía para construir canciones de extrema consistencia abocadas al fracaso comercial. Por fortuna, la categoría de su música no sabía de discos vendidos, y sigue hablando al oyente de hoy con idéntica riqueza que lo hacía al de entonces. Convertida ya en clásica, no hace falta que lo diga.


lunes, 6 de junio de 2016

A Jackson In Your House


Si bien el grupo ya llevaba tiempo funcionando bajo el nombre de Roscoe Mitchell Sextet y, posteriormente, Roscoe Mitchell Art Ensemble, no es hasta su llegada a Francia en mayo de 1969 cuando adopta la denominación por la cual será definitivamente conocido: Art Ensemble Of Chicago. Invitados por el director de la revista Actuel —Claude Delcloo—, Roscoe Mitchell, Lester Bowie, Joseph Jarman y Malachi Favors se plantan en París un año después del estallido de Mayo del 68 con la intención de grabar para el sello BYG y los ecos de la revuelta estudiantil y obrera todavía en el ambiente. Será el 23 de junio cuando entren por primera vez en un estudio parisino para registrar los cinco temas que compondrán A Jackson In Your House, uno de los tres elepés que publicarán con la mencionada discográfica, e inicio de una fructífera estancia de cerca de tres años en el país de Marcel Proust.


La formación que interpreta este álbum no cuenta con un baterista propiamente dicho, como sí había sucedido en el pasado, lo que potencia su vocación vanguardista, siempre más cerca del "free" que del "jazz" si es que optamos por colgarle una etiqueta —la de free jazz— que sus componentes recogían escépticos. Valses extraviados y espectrales, spoken word, atonalidades y disonancias varias, fanfarrias, viajes a pasado del jazz…: todo eso y más es lo que nos ofrece un cuarteto que utiliza muchos y diversos instrumentos, en especial los de percusión que hagan olvidar la ausencia de baquetas. Platillos, gongs, congas, slit drums (o log drums), campanas, tambores metálicos (steel drums), marimbas y vibráfonos se unen a silbatos, sirenas, saxos, clarinetes, flautas, trompetas, fiscornos, cuernos, oboes, guitarras, contrabajos, bajos y banjos —perdonen si han acabado exhaustos— para fabricar un artefacto en el que van de la mano lo contracultural, la pertenencia a una tradición atávica, ritual y misteriosa que llevan a América los esclavos negros y africanos y la más radical experimentación artística que nace en la Segunda Escuela de Viena. Una mixtura a la que llamamos free jazz, pero que es música libre, audaz y personalísima para la que tampoco vale la descripción de "Gran sica Negra" que hacía la banda, pues solo abarca uno de sus ingredientes, el de la raza. Escuchando el álbum completo esto que digo queda claro, pero son los más de diecisiete minutos de Song For Charles —dedicados a su amigo Charles Clark, recientemente fallido a la sazón— los que despejan cualquier tipo de duda.


Message To Our Folks y Reese And The Smooth Ones —ambos grabados el 12 de agosto de 1969 completarán la terna que BYG editará al Art Ensemble Of Chicago, pero serán más los sellos y los elepés que se hagan eco del paso del grupo por Francia, destacando, cómo no, la soberbia banda sonora del film de Moshé Mizrahi Les Stances à Sophie. No tan sobresaliente como ésta, A Jackson In Your House es el muy interesante primer blasón del AEOC fuera de sus fronteras y lleva impresa la garantía de ausencia de convencionalismos de sus creadores. Ésa que no gustará al oyente blandengue o delicado, pero que en Ragged Glory nos emociona especialmente.

miércoles, 1 de junio de 2016

Enlightenment


Considerada por el propio McCoy Tyner como una de sus mejores actuaciones, la primera visita del extraordinario pianista al festival de jazz de Montreux —el 7 de julio de 1973— ha sido conservada íntegra gracias a un soberbio e imprescindible doble elepé titulado Enlightenment. Quien fuera parte del mítico cuarteto de John Coltrane y estuviese presente en sus grabaciones más cruciales da, en Suiza y en directo, una lección de sensibilidad y energía que se extiende a los tres intérpretes que le acompañan. Desde que la banda, tras ser presentada por Pierre Lattès, ataca la primera parte de la Enlightenment Suite hasta que completa los veinticinco minutos de Walk Spirit, Talk Spirit, se inicia un proceso de éxtasis musical continuo al que llamamos como tal —proceso— por su división en diferentes composiciones, pues ante lo que nos hallamos en realidad es ante una unidad de belleza insobornable que se desarrolla espléndida en todos y cada uno de los tramos que la conforman. Siempre en la línea de la radicalidad creativa aprehendida a la órdenes de Coltrane, los dedos de Tyner someten al piano a un tratamiento de choque que funde delicadeza y ferocidad en un magnífico espectáculo. Multiplicando además la prestancia del autor de Sahara, tres instrumentistas de lujo como Alphonse Mouzon (batería), Joony Booth (contrabajo) y Azar Lawrence (saxos tenor y soprano), de los que destaco a Mouzon por su especial intensidad aquella noche de verano junto al lago Lemán. El nítido sonido que llega a través de los surcos de ambos vinilos —"sin correcciones u omisiones"— hace reales los deseos del productor Orrin Keepnews de "que estos discos preserven suficientemente la atmósfera especial de la velada para haceros sentir parte de ella también". Poniéndose en su lugar e imaginándose hace más de cuarenta años en la localidad suiza de Montreux, no es de extrañar que muchos de los espectadores salieran de aquel concierto pensando que habían acudido a uno de los más formidables de su vida.