jueves, 30 de mayo de 2024

Awcmon y Noyoucmon

Publicados ambos simultáneamente en 2004, conteniendo doce canciones cada uno y pudiéndose comprar juntos o por separado, Awcmon y Noyoucmon deben ser tratados como un solo y doble disco de Lambchop, el grupo de Nashville liderado por Kurt Wagner. No es casualidad que el delicioso instrumental que abre el segundo álbum se titule Sunrise, pues varios de los temas del proyecto iban a formar parte de una nueva banda sonora para la obra silente y maestra de Murnau Amanecer. (La banda los tocó acompañando a la película, o acompañados por la película, en varios conciertos europeos ese mismo año.)

Pero empecemos por Awcmon. Porque también está encabezado por un corte instrumental, pop orquestado que responde al nombre de Being Tyler, el mismo William Tyler que ayuda a Wagner en la composición, excepción que confirma la regla, ya que solo dos no están escritas en estricta soledad por el segundo. Todavía encontraremos dos piezas instrumentales más en el camino (The Lone Official y Timothy B. Schmidt), que se mezclan con el pop aterciopelado y meditativo en el que los ecos del jazz vocal de Johnny Hartman o Frank Sinatra —crooners eternos—, el soul, el country, el lounge y la bossa nova son subsumidos por un sonido global de máxima coherencia cuyo respeto (e influencia) por el pasado sirve para mirar hacia delante. No hay déjà vu alguno en las notas ejecutadas con delicadeza por Lambchop, en los arreglos incrustados con tacto y precisión en las canciones, solo belleza de principios de siglo que se ha librado de préstamos e intereses.

Retomamos Sunrise y Noyoucmon. Tras el feliz discurrir de la primera, el segundo continúa el camino intimista de su pareja, aunque Nothing Adventurous Please rompa por una vez el tono, distorsionando la paleta y las guitarras en favor de un (aquí) sorprendente high energy rock and roll descendiente de los Stooges, la Velvet, Wire, Sonic Youth y similares. Tras dicha disrupción, por mí bienvenida, The Problem recupera los modales sosegados de exquisita musicalidad que ya no se van a abandonar salvo en Jan. 24 y muy al final de The Gusher. Hay asimismo en Noyoucmon más instrumentales (no cesan las similitudes), sumándose a Sunrise Shang A Dang Dang (como tal hay que considerarlo aunque las palabras del título sean varias veces cantadas por Wagner), el mencionado Jan. 24, donde la banda aprieta el acelerador y endurece (relativamente) el sonido para acercarse al rock de nuevo, y The Producer, el adiós a la función.

Por supuesto que en un trabajo (o dos en uno o uno presentado en dos partes) de veinticuatro temas hay muchos más matices, muchas más sensaciones que atañen a cada oyente. No por ello hay que dejar de hablar de la nocturnidad mayoritaria o dominante de Awcmon y Noyoucmon (Awcmonnoyoucmon, digamos), del placer que se extrae de su escucha completa y de los muchos instrumentos que son tocados: electrónicos, percusiones, guitarras, voces, pianos, bajo, batería, vibráfono y sección de cuerda. Una maravilla de un grupo que tiene, antes y después, bastantes discos muy recomendables (How I Quit Smoking o Mr. M, por ejemplo), pero en mi opinión nunca mejores que los hoy (el hoy) comentados.



lunes, 27 de mayo de 2024

The Band

Junto a una foto en la que los miembros de The Band parecen salidos de algún tiempo pretérito —como si una máquina del tiempo les hubiese hecho viajar décadas hasta el año 1969—, observamos en la contraportada del segundo y homónimo elepé del grupo canadiense sus nombres seguidos de los instrumentos que tocan en el álbum. Y ya eso es toda una declaración de intenciones imposible de desligar de la música que vamos a escuchar cuando saquemos el vinilo de su funda y lo pongamos en el tocadiscos (o el CD o el casete en sus respectivos reproductores). Traduzcamos al castellano:

  • Garth Hudson: órgano, clavinette (sic), piano, acordeón, saxos soprano, tenor y barítono y trompeta de varas.
  • Richard Manuel: voz, piano, batería, saxo barítono y armónica.
  • Levon Helm: voz, batería, mandolina y guitarra.
  • Rick Danko: voz, bajo, violín y trombón.
  • Jaime Robbie Robertson: guitarra y técnico.

¿Les ha parecido una banda de rock, una pequeña orquesta de jazz o un combo de bluegrass? Pues, esperen, que no hemos acabado. El productor John Simon se suma a los créditos con el piano eléctrico, la tuba y otros vientos.

En la senda de su magistral debut, para hablar de The Band me valen las palabras que utilicé cuando escribí hace años que "Si bien podemos afirmar que Music From Big Pink es un disco de rock, su modernidad radica en mirar hacia atrás sin renunciar a los elementos propios de su tiempo". Es una combinación arriesgada y difícil que en las manos del mítico quinteto tan vinculado a Bob Dylan deviene extraordinaria, ni rancia ni demodé, ni psicodelia futurista; algo único y atemporal que, al menos en su primeros trabajos, es el sonido de la gloria. Las doce canciones (ocho de Robertson, tres de éste y Manuel y otra de Helm y Robertson) rebosan felicidad y musicalidad por todos los poros, tránsito actualizado por el folclore norteamericano, ayuntamiento de géneros que reúne blues, dixieland, country, rock and roll y más bajo un sello genuino. Entre Across The Great Divide y King Harvest (Has Surely Come) asistimos, como en su primer disco, a un milagro creativo que consiste en conocer y analizar el pasado con lupa, impulsarlo hacia otra época, darle una forma personalísima que supere corsés y crezca independiente de los modelos estéticos asumidos y —sobre todo— creer que va a funcionar. Todo lo dicho y los matices que me dejo en el camino (explicar el universo sonoro con las palabras es aquí especialmente complejo) es The Band. Y The Band.



jueves, 23 de mayo de 2024

The Joshua Tree

He de reconocer, para empezar, que he cambiado de opinión respecto a este disco durante los últimos años. La afectación que veía en The Joshua Tree (1987) estaba muy mediatizada por la voz petulante de Bono, el machaqueo al que hemos sido sometidos (y seguimos siendo sometidos) por sus tres primeras canciones y la sobrevaloración del conjunto de la obra de sus autores. No me importa decir hoy, sin embargo, que los U2 de los años ochenta del siglo pasado me parecen un grupo interesante y este superventas que hoy comento, un elepé muy logrado.

La reinvención sonora de los irlandeses que, de la mano de Brian Eno y Daniel Lanois, había supuesto The Unforgettable Fire es continuada y ampliada en su quinto álbum, aunque aquí con la mirada puesta en Estados Unidos, tanto en el concepto y las letras como en algunas de las músicas. Las icónicas imágenes de Anton Corjbin en blanco y negro que vemos en la funda y el interior del álbum anuncian su austeridad, austeridad no referida a una producción muy elaborada a la que el sonido del trabajo va asociado completamente, sino a la compleja sencillez de las composiciones.

El comienzo con el enardecedor himno Where The Streets Have No Name deja claras varias características, como el eco de la guitarra de The Edge o la práctica ausencia del plato charles en la percusión de Larry Mulen Jr. El contraste entre un acotamiento de las notas y un ensanchamiento de la parte acústica. I Still Haven't Found What I'm Looking For ralentiza el tempo y se acerca al góspel, lentitud que mantiene With Or Without You, balada eterna construida sobre la disyuntiva del amor romántico. La atronadora y psidodélica Bullet The Blue Sky sirve para que el disco se endurezca, Bono critique el imperialismo gringo y, ya de paso, Mullen Jr. recupere momentáneamente su charles perdido. Running To Stand Still finaliza la primera cara con otra balada que tiene, dentro de su esencia minimalista y rock, ecos folk y bluegrass.

La segunda mitad lo abre un medio tiempo poderoso llamado Red Hill Mining Town, tema que habla sobre las consecuencias que tuvieron en muchos mineros sus famosas huelgas enfrentados a la administración de ese engendro neoliberal llamado Margaret Thatcher. In God's Country se mueve por terrenos parecidos a los de Where The Streets Have No Name, pero con mayores acentos, o matices, country y blues en la estructura inequívocamente pop. Country y blues, precisamente, es lo que hallamos de manera explícita y dominante en la gozosa e intensa Trip Through Your Wire, armónica de Bono incluida. One Tree Hill extiende su carga emocional para recordarnos a Greg Carroll, amigo del cantante muerto en 1986, y a Víctor Jara, el cantautor asesinado en 1973 tras el golpe de estado del salvaje dictador Augusto Pinochet, amigo, por cierto, de la dama de hierro. Todo queda en casa. La psicodelia post punk manda en Exit, dueña de dos crescendos que hacen que el corte oscile entre la calma tensa y amenazante y el rock contundente. Mothers Of The Disappeared se refiere obviamente a las madres argentinas de la plaza de Mayo, pero su mensaje va mucho más allá al entroncar con la acusación de Bullet The Blue Sky contra la criminal política internacional de la administración estadounidense. Como un susurro que se va convirtiendo en grito antiimperialista, la canción lanza su proclama y completa The Joshua Tree, quizá la obra maestra de U2 y uno de los elepés más vendidos de todos los tiempos.

lunes, 20 de mayo de 2024

Psychonaut

Nueva formación, nuevo país de grabación y nueva música. Eso es lo que encontramos en Psychonaut (1971), el segundo disco de Brainticket, alejado de la violencia electrónica de su debut (Cottonwoodhill), aunque sin abandonar el prurito vanguardista, y poseedor de un discurso estético variado que tendrá su continuación en el tercer elepé de la banda, el también excelente Celestial Ocean. Solo queda el belga Joël Vandroogenbroeck como nexo con el grupo que ha registrado Cottonwoodhill, sin embargo su peso específico es muy grande al encargarse de la composición, los arreglos, el piano, el órgano, el sitar, la flauta (que también toca el bajista Martin Sacher) y alguna cosa más un tanto extraña.

De los Duriun Studios de Milán va a salir un álbum lleno de matices que abren inseparables From Another Planet y Radagacuca, folk psicodélico e hipnótico en el que sitar, flauta y percusión predominan a excepción de un tramo final en el que las guitarras acústica y eléctrica de Rolf Hug, la batería de Barney Palm y el órgano de Vandroogenbroeck endurecen el tema o lo hacen más roquero. Piano y percusión mandan en One Morning, canción muy especial cercana a la new age. Watchin' You se debate entre el space rock y el hard progresivo para cerrar la primera cara, brillando Hug a la seis cuerdas eléctricas y confirmando que estamos ante un trabajo de amplio calado y muy diversos sonidos, como se empeñan respectivamente en afirmar el sitar, primero, y el órgano, segundo, que se adueñan en solitario del último minuto del tema.

La segunda cara sigue la vía del rock (psicodélico) con Like A Place In The Sun, que cuenta con un breve solo de batería de Palm en su discurrir por si faltaban elementos en el disco. Las palabras habladas de Vandroogenbroeck y Carol Muriel enlazan con  el "ooohh… ooohh…" (tal cual en los créditos) de la segunda al comienzo de Feel The Wind Blue, vuelta al folk psicodélico asimismo cantado por Jane Free. Único instrumental del lote, Coc'o Mary es una pieza arrolladora y perfecta para despedir Pshyconaut mediante sus prominentes y retumbantes percusiones y su significativo órgano. El adiós de un conjunto sobresaliente que sigue llamando la atención por sus múltiples aristas y su personalidad poliédrica.



jueves, 16 de mayo de 2024

Once Bitten Twice Shy


Cualquier lector de este blog conoce mi amor por los singles que se decantan por la disimilitud, incluso por la antítesis. Y éste compuesto por dos canciones del debut de Ian Hunter de 1975 es uno de ellos. La primera, la titular del sencillo, es uno de los mejores rocanroles jamás grabados. Partiendo de un riff arquetípico, Once Bitten Twice Shy desarrolla con espíritu seminal y fornido sonido de los setenta un tema descomunal en el que la banda de Hunter (Mick Ronson incluido) recoge e inflama el espíritu de Chuck Berry, Lafayette Leake, Willie Dixon y Fred Below. 3,000 From Here, sin embargo —como construida e instalada ad hoc en la cara B para ser parte de este espacio—, se declara acústica, intimista y de menor duración, es decir, en los antípodas de su compañera de viaje. Artistas versátiles, no; artistas sensibles y creativos. Categorías ambas que nunca han abandonado en solitario a quien fuera miembro esencial de Mott The Hoople.

lunes, 13 de mayo de 2024

Volunteered Slavery

Aunque uno sea defensor de toda su trayectoria, quizá sea a finales de los años sesenta del siglo XX cuando Rahsaan Roland Kirk vuela más alto, al publicar consecutivamente The Inflated Tear, Left & Right y este Volunteered Slavery que nos disponemos a comentar. Si el anterior disco había pivotado en torno a una voluntad vanguardista reflejada en los veinte minutos de Expansions, cuya voracidad abarcaba del jazz tradicional al free jazz pasando por la música culta europea, aunque su segunda mitad hollara terrenos menos experimentales, Volunteered Slavery se decanta en su primera cara por la tradición festiva que va del góspel al soul con parada en el R&B.

Los coros del tema inicial, que da nombre al elepé, huelen a plantación al principio y a iglesia en su desarrollo, además de citar con desparpajo el Hey Jude de los Beatles. Más prominentes, los coros son elemento esencial de Spirits Up Above, góspel, jazz y pop en  una composición hecha para enardecer al feligrés, digo al oyente. La versión del My Cherie Amour de Stevie Wonder y Search For The Reason Why, si bien una pieza es puramente instrumental y la segunda es cantada, recorren caminos hechos de pop, de soul, de bossa nova, de felicidad y de inmediatez en cortes de tres y dos minutos respectivamente. Sin abandonar del todo dichos caminos, la lectura de I Say A Little Prayer cobra mientras avanza forma de jazz, hard bop, yéndose a los ocho minutos en los que Kirk introduce en su improvisación unos segundos del A Love Supreme coltraniano, notas que no son casuales y que enlazan, como vamos a ver, con la segunda cara del álbum.

Si el primer cincuenta por ciento había sido grabado en estudio en julio de 1969, el segundo va a ser recogido un año antes y en directo en el festival de Newport. Comienza Roland Kirk explicando al público que lo que va sonar en la deliciosa One Ton son sus stritch, manzello, saxo tenor, flauta y flauta nasal (siempre moderado nuestro hombre), aunque se olvida del piano de Ron Burton, el contrabajo de Vernon Martin y la batería de Jimmy Hopps. De necios sería negar el protagonismo de Kirk, pero las teclas blues de Burton suenan también a gloria. Es en su segundo comentario cuando el autor de We Free Kings se acuerda de sus acompañantes y, con su habitual sentido del humor, bromea con su ceguera antes de presentarlos e introducir el tributo a John Coltrane que une Lush Life, Afro-Blue y Bessie's Blues, homenaje digno y respetuoso de Kirk (y su cuarteto) a su admirado Trane y sus diferentes facetas. Three For The Festival concluye el trabajo con un tema rápido que en su último tercio decelera y en el que brilla especialmente la flauta de Rahsaan Roland Kirk, cuya creatividad y amplitud de miras tiene uno de sus hitos en Volunteered Slavery. Una joya que no debe faltar en la discografía de cualquier amante no ya del jazz en particular sino de la música en general.



jueves, 9 de mayo de 2024

Message To Our Folks

Cuando comentábamos hace unos años el Reese And The Smooth Ones del Art Ensemble Of Chicago, decíamos que el grupo había grabado en la misma fecha (y en el mismo estudio de París) otro elepé, Message To Our Folks. Hacen sonar igualmente Roscoe Mitchell, Lester Bowie, Joseph Jarman y Malachi Favors un montón de instrumentos, entre ellos varios de percusión pero no la batería, lo que ya marca profundamente el rumbo de la música.

El ostinato del contrabajo de Favors, tocado con el arco, sirve de base a la adaptación del góspel tradicional Old Time Religion, que el cuarteto lleva a su terreno sin parecer tan extremo como en otras ocasiones. Deja el arco Favors en la versión del Dexterity de Charlie Parker, donde los vientos de Mitchell, Bowie y Jarman suenan estridentes en recuerdo y homenaje de Bird y el bebop. De nuevo el vamp de Favors, si bien aquí al bajo eléctrico, cubre la extensión de un tema, en concreto un Rock Out donde Jarman toca la guitarra en una especie de jam funk en la que no faltan tampoco vientos y percusiones salvajes; imaginen un cruce de James Brown y Captain Beefheart en clave (free) jazz y quizá se acerquen al sonido de sus ocho minutos y medio.

Las descripciones utilizadas hasta ahora descarrilarían al escribir sobre A Brain For The Seine, pieza que sobrepasa los veinte minutos de exploración atonal mediante diferentes recursos instrumentales (solo de viento se escuchan diversos saxofones, clarinete, oboe, flauta, trompeta, fiscorno y silbato), que a veces optan por tensar la cuerda y en otras ocasiones rechazan la estridencia, pero que siempre apuestan por la estricta vanguardia para culminar este excelente Message To Our Folks, registrado el 12 de agosto de 1969 durante el fecundo periodo francés de la banda de Chicago.

lunes, 6 de mayo de 2024

No Particular Place To Go

Meses antes de formar parte del espléndido St. Louis To Liverpool, Chuck Berry publicaba No Particular Place To Go en 1964 como single, uno de sus rocanroles infalibles siguiendo la senda de varios de aquéllos con los que en la década anterior había dado forma a la música del diablo. La cara B del sencillo la ocupaba una canción que no entraría en el elepé, You Two, deliciosa amalgama de swing, lounge y rock and roll (se admiten descripciones alternativas) en dos minutos con breves y estupendas intervenciones solistas de Berry y su guitarra y Paul Williams y su piano. Dos temas, pues, para no bajar al maestro de su pedestal.

jueves, 2 de mayo de 2024

Unit Structures

Empezando por su portada warholiana y terminando por la última nota de la última de sus cuatro piezas, Unit Structures es una creación extraordinaria de Cecil Taylor, el primero de los dos discos que graba para Blue Note en 1966. Si como free jazz se puede etiquetar su música, la adscripción a este subgénero renovador y extremo no es suficiente para explicarla y comprenderla, pues hay en ella una atención explícita al atonalismo vienés que, aun estando en otros artistas free, aquí deviene esencial, no como extensión del third stream, sino como dueña de alguna de las composiciones además de informante de todas ellas.

La primera cara del elepé es ejemplo de ello. La salvaje Steps y sus tremendos solos de saxo alto y piano descienden con claridad del bebop, si bien, a su vez, juegan con una atonalidad que les aleja de la influencia primigenia del blues. Encuadrar este tema en el free jazz a secas no cuesta demasiado; sin embargo, lo de Enter, Evening (Soft Line Structure) es otra cosa. Aunque la improvisación esté presente, la herencia de Shönberg se cuela hasta los tuétanos y hace que sea más exacto hablar de dodecafonismo abordado desde perspectivas jazzísticas que de infiltraciones de la vanguardia europea de la primera mitad del siglo XX en los sonidos radicalizados a partir de las invenciones de Charlie Parker, Max Roach, Thelonious Monk o Dizzy Gillespie.

Tres piezas en una, los casi dieciocho minutos de Unit Structure/As Of A Now/Section encierran todo lo dicho en el párrafo anterior. El agresivo comienzo que clarinete bajo y contrabajo protagonizan nos lleva a diferentes segmentos de una suite cuyos movimientos huyen del encasillamiento popular o culto y de la exactitud clasificatoria. Saxos altos, oboe, trompeta, batería, un segundo contrabajo (otra de las características del álbum) y piano se suman a los instrumentos mencionados, deviniendo la música demoledora y frenética conforme avanza y, ya sin ambages, en sus dos terceras y finales partes. ¿Más cerca de Slayer que de Louis Armstrong? Posiblemente. ¿Más cerca de Anton Webern que de Albert Ayler o John Coltrane? Tampoco exageremos.

Tales (8 Whisps) concluye el trabajo con una composición que dominan las teclas de Cecil Taylor, teclas que remiten a Músorgski, a Bartók o a Messiaen en su expresionismo abstracto y, admiten, a su vez, ecos boogie-woogie, lo que da un sonido espectacular y peculiar al mismo tiempo a la despedida de Unit Structures. Una obra maestra que debemos al piano de su líder, los contrabajos de Henry Grimes y Alan Silva, la  batería de Andrew Cyrille, la trompeta de Eddie Gale, el saxo alto de Jimmy Lyons y el saxo alto, el oboe y el clarinete bajo de Ken McIntyre. Todo un lujo al que estamos eternamente agradecidos.