miércoles, 27 de noviembre de 2019
Viento bravo
Su doble y homónimo álbum de presentación fue la sensación musical de 2016, soberbio mejunje sonoro en el que, entre el space rock y el flamenco, se daba cabida a toda una serie de texturas difíciles de encajar en escalas y estilos, pues a eso precisamente jugaba Melange. Viento Bravo venía a confirmar un año después la heterodoxia de la banda madrileña, enemiga del anquilosamiento al que el rock (léase como concepto lato) viene siendo sometido hace años. No es que el disco traiga en sí grandes sorpresas o novedades (salvo la corroboración en el estudio de la transformación del cuarteto en quinteto, pues Sergio Ceballos ya era miembro del grupo sobre las tablas y en local de ensayo aunque no hubiera participado en la grabación de Melange), sino el afianzamiento de un discurso y unas coordenadas mediante canciones magníficas interpretadas con una clase sobresaliente. Río revuelto, la primera de ellas y soberbia apertura, sí vislumbra una mayor inmediatez en un tema que tiene bossa nova, power pop y rock progresivo en su interior; inmediatez que se traslada a composiciones como Ruinas o Armas preparadas (inspirada ésta en la famosa Comuna de París), donde se hallan otras trazas sin que el conjunto deje de sonar a Melange. Los espléndidos siete minutos y medio que, bajo el título de Splendor Solis, culminan el elepé pueden parecer, por su extensión, el reverso de los tres cortes comentados, pero su bossa nova progresiva (con aroma a Santana en su final acelerado) alimenta sus acordes y sus ritmos de la misma esencia que el resto del trabajo: la de un grupo de fortísima personalidad que gestiona las melodías y su instrumentación con una coherencia irreductible. No será Viento bravo tan exageradamente bueno y turgente como su debut, pero de que es un disco excelente no hay duda.
lunes, 25 de noviembre de 2019
Candy Apple Grey
El movimiento de Hüsker Dü a una multinacional como Warner es un paso más en el alejamiento del hardcore con el que el trío de Minesota se iniciaba en el rock a principios de los ochenta. Aparece así Candy Apple Grey (1986) como parte de una evolución lógica en un breve espacio de tiempo que la escucha de Everything Falls Apart, Zen Arcade, New Day Rising y Flip Your Wig confirma. Del hardcore a eso que se llamará rock alternativo, padre del independiente de la década posterior, el viaje del grupo de Bob Mould, Greg Norton y Grant Hart es muy similar al de sus paisanos los Replacements, y la modificación de su morfología estética responde a criterios artísticos que el cambio de un sello pequeño a otro mayoritario no condiciona. Quizá todavía quede alguien por ahí que piense que ambos grupos se vendieron, pero solo el desconocimiento del conjunto de su obra, la desidia analítica o los prejuicios pueden llevar a semejante conclusión.
Sirvan las consideraciones hechas en el párrafo anterior para defender el quinto disco en estudio de Hüsker Dü, que entra a matar con Crystal. La inmediatez noise punk la mantienen los tres caramelos melódicos que se yuxtaponen: Don't Want To Know If You Are Lonely, I Don't Know For Sure y Sorry Somehow; caramelos por lo gozoso de su musicalidad (más cercana al garage rock la del último corte), no por la enjundia existencial y filosófica de unas letras duras que abordan la resaca del desamor, la incertidumbre, el perdón y el cargo de conciencia. La electricidad da paso al recogimiento acústico de Too Far Down, donde la depresión y la angustia sobre las que se erigirá toda la generación grunge aparecen dibujadas con radical fatalidad. La desesperación y la tristeza se mantienen en Hardly Getting Over It, seis minutos que prefiguran a Temple Of The Dog y Pearl Jam (para que se hagan una idea), y en los que la guitarra acústica y los teclados tienen un papel muy destacado. Dead Set On Destruction y Eiffel Tower High vuelven a apostar por el rock y la distorsión antes de que No Promise Have I Made pinte un baladón con todas las letras (voz, teclados y platos de la batería como protagonistas únicos hasta que el tema se acelera en su parte final) que sigue afirmando el tono oscuro del elepé. All This I've Done For You retoma la fórmula guitarra-bajo-batería como colofón para que la duda, la amargura y el desconcierto vital no nos dejen hasta el último momento de Candy Apple Grey, penúltimo trabajo de una banda a la que solo le quedaban dos años de existencia pero cuya influencia es rastreable todavía en muchos grupos de la actualidad.
jueves, 21 de noviembre de 2019
Master Of Disaster
En los míticos Ardent Studios de Memphis y en compañía de los hermanos Dickinson (es decir, de North Mississippi Allstars) y de su padre (el productor Jim), John Hiatt se marcaba en 2005 un disco excelente que no quedaba lejos de aquéllos de finales de los ochenta en los se cimentará su prestigio: Bring The Family y Slow Turning. Las composiciones y su variedad, los músicos, el sonido radiante; todo ayuda a que Master Of Disaster sea el trabajo tan logrado que es, sin canción o arreglo que desperdiciar.
Despega el álbum con un tema marca de la casa lleno de emoción y que da nombre al plástico. Master Of Disaster es puro rock americano construido con hermosos acordes para contar sin concesiones la historia del músico mayor y ya sin futuro. Howlin' Down The Cumberland y Thunderbird se introducen en relajados terrenos folk mayormente acústicos que Wintertime Blues asume aun escorándose al bluegrass. When My Love Crosses Over es una pulcra balada que antecede al corte más poderoso de los once que hallamos, Love's Not Where We Thought We Left It, cinco minutos de power pop (en clave Hiatt) desatado y enormemente melódico en el que destaca el violín de Tommy Burroughs. Una de esas canciones que apetece reproducir una y otra vez mientras la rutina se detiene y la vida —parece— te concede una tregua que quisieras eterna. Folk, rock y country —la vida sigue— se alían en Ain't Ever Goin' Back, de espléndida guitarra solista de Luther Dickinson. Cold River retoma el folk intimista de Thunderbird mientras que I Find You At Last se entrega al rock de cocción soul, metales incluidos. El country de Old School (la escuela de nuestro hombre) y el ragtime visto desde una óptica pop (Back On The Corner), vientos asimismo incrustados, dan por concluido Master Of Disaster, una de las cumbres, en mi opinión, de la carrera de John Hiatt, un artista que, con mayor o menor acierto, siempre ha respondido a sus instintos e intereses, dejando para otros las modas y el comercio. Aquí con acierto máximo al que no puede ser ajeno el entorno humano y geográfico del que se hizo rodear.
lunes, 18 de noviembre de 2019
3 × 10 (sonidos eternos)
Chuck Berry Chuck Berry Is On Top (1959)
Bob Dylan Highway 61 Revisited (1965)
The Beatles Rubber Soul (1965)
The Velvet Underground The Velvet Underground & Nico (1967)
The Stooges Fun House (1970)
The Rolling Stones Sticky Fingers (1971)
Can Tago Mago (1971)
AC/DC Highway To Hell (1979)
Lou Reed New York (1989)
Neil Young Ragged Glory (1990)
Thelonious Monk Brilliant Corners (1957)
Dave Brubeck Time Out (1959)
Bill Evans Explorations (1961)
Ornette Coleman Free Jazz (1961)
Oliver Nelson The Blues And The Abstract Truth (1961)
Yusef Lateef Eastern Sounds (1962)
Charles Mingus The Black Saint And The Sinner Lady (1963)
Duke Ellington, Max Roach, Charles Mingus Money Jungle (1963)
John Coltrane Ascension (1966)
Miles Davis Bitches Brew (1970)
Tomás Luis de Victoria Officium Defunctorum (1605)
Johann Sebastian Bach Variaciones Goldberg (1741)
Wolfgang Amadeus Mozart Réquiem (1791)
Ludwig van Beethoven Quinta sinfonía (1808)
Franz Schubert Viaje de invierno (1828)
Gustav Mahler La canción de la Tierra (1908)
Arnold Schönberg Pierrot Lunaire (1912)
Igor Stravinski La consagración de la primavera (1913)
Anton Webern Seis bagatelas para cuarteto de cuerda (1913)
Béla Bartók Sonata para dos pianos y percusión (1937)
miércoles, 13 de noviembre de 2019
Live At Leeds
Bien sea en la edición original de 1970 o en la ampliada de 1995 (no entraré en posteriores y pantagruélicas reediciones), Live At Leeds se erige como uno de los monumentos definitivos de la música rock en directo. Situado entre su famosa ópera rock Tommy (irregular pero llena de canciones magníficas) y su obra maestra Who's Next, el disco muestra a unos Who en plena forma, bestias del escenario tan intensas como MC5 y los Stooges en Detroit y tan espectaculares y excesivas como Led Zeppelin y la Jimi Hendrix Experience en su país. Protopunk y hard rock puestos en pie por cuatro apisonadoras que llevan el desparrame a su extremo en el cuarto de hora de My Generation (un tema originalmente de tres minutos, recuérdese, que en vivo se mezcla con fragmentos de otros). Justo antes han rendido homenaje a quienes han sido sus maestros (Eddie Cochran y Johnny Kid and The Pirates) con dos salvajes lecturas del Summertime Blues y el Shakin' All Over —exquisito rock and roll primigenio sobre el que han crecido tantos y tantos árboles—, y lo harán después y para culminar el plástico con una explosiva Magic Bus inspirada en Bo Diddley. Pero no nos quedemos solo con las composiciones que cito, hay que dejarse sacudir por la grabación completa (el primer elepé, el posterior CD: ambos) para comprender la gloria que supone sumar sobre un escenario —furia, sangre, pasión y técnica— la guitarra de Pete Townshend, la batería de Keith Moon, la voz de Roger Daltrey y el bajo de John Entwistle. Y más si hablamos de febrero de 1970 en Leeds, Inglaterra.
lunes, 11 de noviembre de 2019
Before The Frost…Until The Freeze
Si no contamos Crowelogy (colección de versiones acústicas de algunos de sus clásicos) podemos decir que Before The Frost…Until The Freeze (2009) es el último álbum de los Black Crowes, sin duda uno de los grupos más ilustres que el rock and roll haya dado en las tres últimas décadas. Registrado en directo y con público presente en el estudio del gran Levon Helm, el disco —doble y extenso— trae veinte temas que muestran todas las posibles facetas de la banda norteamericana (del rock al folk pasando por la música disco) tras dos décadas de crecimiento e investigación llenas de aciertos.
La primera cara ya explicita el eclecticismo del que hablo, pues entre el bluegrass de Aimless Peacock y el folk progresivo de Greenhorn se suceden dos jugosas piezas eléctricas de puro sabor a cuervo negro: Good Morning Captain y Been A Long Time (Waiting For Love). La segunda cara es la más acústica de la función, mirando sin ambages a las formas sonoras tradicionales del folclore de los Estados Unidos: la balada bucólica (Appaloosa), el honky tonk (The Shady Grove), el bluegrass festivo (The Garden Gate), el introspectivo (Shine Along) y el country pop (Roll Old Jeremiah). Solo Houston Don't Dream About Me se aproxima al rock, si bien en forma de medio tiempo relajado. La música disco mencionada en el primer párrafo hace aparición inopinada al comienzo de la cara número tres. I Ain't Hiding es el espectacular acercamiento de Chris Robinson a las pistas de baile, riesgo asumido con naturalidad por la banda para crear una de las canciones definitivas de su repertorio. Del cóctel de techno, funk y rock pasamos al rock sureño cocido por los Crowes (Kept My Soul), la balada nocturna y melancólica (Lady Of Ave. A), el funk rock (Make Glad) y al bluegrass y el honky tonk electrificados y roqueros (And The Band Played On…). Llegamos así a la última de las caras, encabezada por la nostalgia folk de What Is Home, que siempre me trae a la cabeza las concomitancias entre el grupo de Georgia y Blind Melon. El country sentimental de So Many Times responde a la versión del tema escrito por Chris Hillman y Stephen Stills para el segundo disco de Manassas. De fantástico título, A Train Still Makes A Lonely Sound da paso de nuevo al rock antes de que Fork In The River y The Last Place That Love Lives trasladen el sonido y el contenido de la canción de Manassas a dos propias y muy hermosas (la segunda con mayor querencia bluegrass) que cierren Before The Frost…Until The Freeze.
De las sesiones en el estudio del baterista de The Band saldría también Cabin Fever, un DVD con siete cortes pertenecientes al álbum y cuatro que no, entre ellos una bella lectura del Oh! Sweet Nuthin' de la Velvet. Un buen complemento para disfrutar aún más de la calidez instrumental del sexteto que atraviesa el trabajo de arriba abajo. Las acuarelas del interior y el exterior de la carpeta doble que cubre ambos vinilos son el aliciente extra para poseer un elepé excelente de una banda que jamás entregó uno malo.
miércoles, 6 de noviembre de 2019
Rocks My Little World
Será su tercer disco (Time For Answers) el que —extrayendo todas las potencialidades y matices del grupo— encumbre artísticamente a Biscuit, pero con su segundo (Rocks My Little World, 2003) la banda catalana ya había dado un paso adelante en su cruce de high energy y power pop. Producido por el maestro Santi García, el álbum suena como un cañón, rock de querencia setentera e inmediata en el que se puede rastrear a Dead Boys, Big Star, Beatles (cita a Birthday incluida en la inicial The Sound), MC5, Cheap Trick, Byrds, Jayhawks, Radio Birdman, Ramones, Dictators, Neil Young o Jimi Hendrix, si bien no se atisba en el cuarteto la menor intención de vivir de las rentas ajenas. Electricidad y melodía van de la mano mientras las composiciones siempre certeras y propias (a excepción de la versión del Alone With You de los Sunnyboys) se suceden ágiles y variadas. El brío y la calidad de las interpretaciones se mantendrá en futuras entregas de Biscuit, solo que su paleta sonora y compositiva se ampliará para dar con una serie de joyas del rock and roll hecho de España que únicamente tienen la suerte de conocer unos pocos. No por ello nos olvidamos del este notable Rock My Little World.