Alejándose de la ceremonia arty, el quinto elepé de Roxy Music, y último de su primera y absolutamente imprescindible época, constituye otra obra maestra del grupo inglés aunque el peso de la vanguardia, sin desaparecer, disminuya. Que Siren (1975) se adhiera a parámetros más convencionales —afirmación que el lector debe relativizar y contextualizar— no apela bajo ningún punto de vista a su calidad, a su bruñido acabado, pues goza todo el álbum de una musicalidad exquisita.
Love Is The Drug, el exitoso single que encabeza el disco, coquetea con el funk, la música disco y el rock y resulta enormemente dinámico. Brian Ferry canta a la derrota sentimental en End Of The Line, magnífica balada en la que el sexteto suena compacto sin desdeñar las aportaciones individuales, entre ellas un solo de violín de Eddie Jobson. En su último minuto, el tema va perdiendo intensidad hasta fundirse sus últimas notas con las primeras de Sentimental Fool, allí donde la guitarra de Phil Manzanera es protagonista del prólogo de un corte que viaja del kraut al pop romántico y en el que el saxo de Andy Mackay también tiene bastante que decir. Por supuesto, no es necesario que me lacere, mi descripción se queda (muy) corta y solo los autores de Country Life son capaces de crear espacios sonoros semejantes. Whirlwind finaliza la primera parte de forma palmariamente roquera, diría que casi hard.
Music hall y funk rock se conjugan inopinada pero acertadamente en She Sells, primera de las cinco canciones de la segunda mitad de la función. La personalidad de Roxy Music es tal que definir Could It Happen To Me como una balada que no quiere serlo, o como una composición que no puede escapar de su hálito romántico cuando acelera el tempo y engorda el sonido, puede resultar pobre o raquítico pero es verdad que la banda rehúye constantemente clasificaciones. El segundo sencillo, Both Ends Burning, viste su contagiosa melodía con el prominente sintetizador de Jobson como máximo representante de una rica instrumentación. Nightingale es otra oda musical propia de la casa que me sirve para nombrar a la impecable y potente base rítmica (John Gustafson y Paul Thompson) y para recordar que también Mackay, cómo no, deja oír aquí su oboe. Los seis minutos y medio de Just Another High hacen de él el más largo de los temas de un Siren que llega a su fin con una canción igual de buena que las anteriores y que muestra las concomitancias entre el grupo y David Bowie, dos de los nombres esenciales de la música británica de los años setenta.
La portada azul protagonizada por Jerry Hall es otro de los atractivos de Siren, en mi opinión el último trabajo obligatorio de Roxy Music, y que sitúa el quíntuple arranque discográfico de los creadores de For Your Pleasure en el mismo lugar que el de los Byrds, la Creedence Clearwater Revival o Can, cotejo que hago para reivindicar en su justa medida la grandeza de una banda que no siempre lo ha sido. Difícil encontrar algo similar entre 1972 y 1975.