Ya solo queda Roger McGuinn al frente en el octavo disco de los Byrds, un Ballad Of Easy Rider de 1969 que no está a la altura de los seis primeros e imprescindibles trabajos de la banda a pesar de abrir con la bellísima canción que le da nombre y a pesar de que hablamos de un elepé muy notable. No es justo, de todos modos, comparar una grabación con Fifth Dimension, Younger Than Yesterday o Sweetheart Of The Rodeo, pues ante obras de semejante calado solo caben el silencio o la admiración; el cotejo —por lo general— siempre será dañino.
Cedidos por Bob Dylan a McGuinn, los versos que abren el tema que pone título al plástico,
son la introducción perfecta al majestuoso pop orquestal que en dos minutos esparce sus notas poéticas en versión diferente a la que oímos en la mítica película de Dennis Hopper. El bajista John York trae Fido, funk rock en el que llama la atención el solo de batería de Gene Parsons, ¿un solo de batería en un disco de los Byrds? Oil In My Lamp es un himno cristiano tradicional que adaptan McGuinn y Clarence White. El country y el bluegrass hacen acto de aparición en el tema de Pamela Pollard Tulsa County, en el que hay que prestar especial atención al violín de Byron Berline. Los aires celtas del tradicional Jack Tarr The Sailor, arreglados por McGuinn para la ocasión, y el góspel de los Art Reynolds Singers Jesus Is Just Alright amplían la paleta de un conjunto cuya variedad es indiscutible. Un álbum de los Byrds sin una versión de Dylan, aunque lo haya, es como una cerveza sin alcohol, alcohol que aquí pone la lectura, entre el pop, el country y la psicodelia, del It's All Over Now, Baby Blue que cerraba Bringing It All Back Home. There Must Be Someone (I Can Turn To) es una hermosa adaptación de los Gosdin Brothers, en cuya grabación original habían participado White y Parsons. Precisamente éste es el autor de la estupenda Gunga Din, que tiene en su trayecto pop puntos en común con la Ballad Of Easy Rider de McGuinn. Country y folk reivindicativos son los que escuchamos en el Deportee (Plane Wreck At Los Gatos) de Woody Guthrie antes de que un breve homenaje a los tres astronautas que ese mismo año habían pisado la luna (excepto para los negacionistas) concluya el elepé. No puede extrañar aquí un corte como Armstrong, Aldrin And Collins, pues ya habían demostrado su interés por el espacio los creadores de este totalmente recomendable Ballad Of Easy Rider. Sin ser The Notorious Byrd Brothers, por supuesto y acabamos, todavía nos habla de un grupo único e inolvidable.