Partiendo de una idea original del propio Lubitsch , la presencia del grupo de actores hace que el director pueda jugar hasta el infinito —como esas imágenes que se producen si enfrentamos dos espejos— con la dualidad ficción/realidad. Sin pretenciosidad ni pedantería, pero con una ambición sin límites, la acción avanza a través de una serie de divertidísimos enredos y malentendidos que se van multiplicando y relacionando entre sí hasta crear un perfecto engranaje que se ha convertido con el tiempo en modelo nunca superado para autores de todo el mundo. Una puesta en escena clara y sencilla, ejemplar en su economía de medios, y un sinfín de puertas que se abren y se cierran llevan a su esplendor el mayor y mejor número de vueltas de tuerca que uno recuerde.
El film de Lubitsch logra trascender su punto de partida, una excelente sátira del nazismo (muy superior a la de Chaplin), para colocarse en ese lugar al que pocas creaciones tienen acceso: allí donde la obra de arte se alimenta de sus propios mecanismos —los que la ponen en pie— e ilumina de esta forma endogámica todo lo que le rodea sin dejar nunca de ser ella misma, deviniendo exógeno lo que funciona a la perfección como procedimiento interno y autosuficiente. Ser o no ser, existir o no existir, interpretar o no interpretar, tantas son las cuestiones que nos plantea la película, sin dejar a un lado la crítica al régimen nazi existente en el momento en que se llevó a cabo. Y es que nunca ha habido tanta distancia y buen humor estando un conflicto en caliente, lo cual hace doble el mérito de Lubitsch. La película fue un fracaso, pues no parecía adecuado dicho sentido del humor en tiempo de guerra, e incluso la censura de la época cortó algunas frases del diálogo, exactamente igual que las autoridades polacas en la ficción, como si el juego de espejos del que hablábamos continuara fuera de la pantalla: ¿alguien da más?
Consignemos, con poca gana y para terminar, que en 1983 Mel Brooks produjo y protagonizó una imposible parodia que no añade nada al original y que dirigió Alan Johnson. Suerte que Lubitsch había muerto hacía años y nunca sabrá de su existencia.
Gracias por visitar-me el blog y comentar ! Por aquí te sigo. Muy intesante y lindo el tuyo.
ResponderEliminarCon la venia de Shakespeare...un saludo :)
Gracias a ti también. Saludos.
ResponderEliminarHey colega! Bonito blog el tuyo,aqui hay buen gusto a chorros!
ResponderEliminarPor cierto, le emplazo a pasarse por R'n'R Survivors, mon amie!
Saludos.
Esta peli no la he visto pero si tu me la recomiendas la tengo que ver amigo.
ResponderEliminarGracias, Tyla Thunders, me paso por el blog que dices.
ResponderEliminarNo dejes de ver "Ser o no ser", Claudio, es una maravilla.