lunes, 25 de septiembre de 2017

Melange


Sábado 2 de abril de 2016. Madrid. Sala El Sol. Llena ésta hasta los topes, la expectación es máxima por ver en directo a Melange, nueva banda madrileña que acaba de publicar un debut homónimo en forma de doble elepé y que la mayoría del público aún no ha catado, al menos en su totalidad. Formado por músicos de grupos tan ilustres como Lüger o RIP KC (aunque sean más), el cuarteto que ha registrado el álbum se ha transformado en quinteto en el ínterin que va de la grabación al concierto que vamos a presenciar en este segundo fin de semana de la primavera. Así es. Sergio Ceballos se ha unido a la banda tras volver de tierras austriacas y se prepara para que los acordes de su guitarra se sumen a los de la de Miguel Rosón, el bajo y el sitar de Daniel Fernández, los sintetizadores y teclados de Mario Zamora y la batería del otro Ceballos, Adrián, convertido desde hace años en un maestro de las baquetas.


Desde el comienzo de la actuación hasta su último suspiro las esperanzas se han hecho realidad, los rumores se han transformado en inapelables sentencias afirmativas: acabamos de vivir un espectáculo musical soberbio que el disco que adquirimos una vez finalizado nos debe confirmar. Su apariencia, para empezar, es inmejorable. La elegancia de su presentación, la belleza de la portada y lo fornido de ambos vinilos —añadido a la categoría escénica de la que hemos sido testigos— invitan al mayor de los optimismos. Al igual que los créditos. Sumándose a los miembros citados, descubrimos las colaboraciones de Carlos Domingo (guitarra en Verdiales del encuentro), Sara Muñiz (viola en Los ojos negros (bulerías de Düsseldorf), Nuevos ritos y Los ojos del mar), Luis Erades (saxo soprano y contralto en Tríptico de Tobalá) y Marcos Monge (clarinete bajo en el mismo tema), algunos de ellos habitantes temporales asimismo de las tablas de la Sala El Sol. Y por último (el plato va a empezar a girar), los títulos de las canciones, pues además de las citadas están Solera, Saquesufáh, Viaje a Cenera, Beti Jai (capricho sefardí) o Las dunas de Diabat, sugerentes, enigmáticos enunciados que invitan a la escucha de los sonidos que les dan sentido.


Quince en total, las piezas que conforman el trabajo nos mueven, según se amplían las escuchas, de la hipótesis y la conjetura a la epifanía plena de unas composiciones y unos intérpretes que huyen tajantemente de la clasificación. No es que no haya pasajes en los que a uno le vengan a la cabeza el space rock, el pop psicodélico, el rock progresivo español de querencia flamenca, el propio flamenco, el krautrock, las escalas arábicas o las bandas sonoras de los spaghetti westerns —sí—, pero aparecen entreverados de tal manera que abjuran del artificio o del ejercicio de estilo, entregándose a la vida que sus autores deciden darle y no a la repetición mecánica de algo ya sabido y ejecutado hasta la náusea. Si en experiencias anteriores con diferentes bandas los miembros de Melange todavía dependían mayoritariamente de factores exógenos (anglosajones o europeos), factores que se iban reduciendo y limando, en su arranque discográfico éstos pierden fuelle en beneficio de la idiosincrasia autóctona, sin que la influencia extranjera deje de estar allí. No sé si atreverme a calificarlo de rock de raíces ibéricas, en todo caso música personal que coge de donde haga falta para ensanchar su discurso y alejarse de ortodoxias, determinismos y militancias.


No hemos hablado de las voces (Rosón y Fernández) y coros (Zamora y Ceballos) que dan el empaque definitivo al elepé, y no podemos terminar este texto sin hacerlo. En setenta minutos largos que apuestan mayormente por lo instrumental, son esas voces y esos coros —de naturaleza matizadamente naíf— un instrumento más con el que jugar, no los encargados de interpretar unas letras con una melodía equis (archisabida y previsible).


La escucha atenta de Melange durante los últimos dieciocho meses me invita a declarar que estamos ante el mejor álbum (doble o sencillo) grabado en España en mucho tiempo, pero como dicho adjetivo (que seguiré utilizando, no se me asusten) me causa cada día un mayor repelús, diré que se trata del más genuino y especial. A la espera de que Viento bravo, a publicar en noviembre de este año, corrobore lo dicho de su primer plástico o lance al quinteto a la ciénaga de las grandes imposturas.

7 comentarios:

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  2. una de los discos que mas me han gustado de la escena patria junto con el de los estanques. Unos genios melange

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  3. Thanks, Djstorm.

    Sí, es un grupo genial, Bernardo. A Los Estanques no les he escuchado, ¿has hablado de ellos en tu blog?

    Abrazos.

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  4. Tú me lo descubriste. Realmente es un discazo que siempre me recordará a tí. Genuino y especial, o mejor, qué mas da. Abrazos.

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  5. Pues gracias, Johnny. Buenísimo, je je je.

    Abrazos.

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  6. La portada se asemeja al "Solar Fire" de la Manfred Mann Earth´s Band.
    Qué grandes momentos cuando, después de un gran concierto, compras el último trabajo de la banda, la seducción culmina en acto de gratitud, en apoyo a la banda y a todo lo que te ha hecho disfrutar.
    Las referencias de Klüger ya las tenía como las de una banda a seguir, pero les había perdido la pista desde hacía ya tiempo. ¿Siguen grabando como tales?
    Me interesa, y mucho, esa fase de los grupos en la que, sin dejar sus influencias, se sueltan y recorren caminos más personales, más propios con su entorno cultural.
    Por supuesto, tomo nota de este próximo "Viento Bravo".
    Recomiendo un grupo que está en una onda hispánico-arábiga-sefardí-roquera y que me tiene fulminao estos últimos meses (no llego a dieciocho...) MOHAMA SAZ. Adríán Ceballos comparte las baquetas con estos Melange.
    Abrazos,
    JdG

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  7. No he escuchado el "Solar Fire", Javier, pero sí que se parece la portada. Qué bien lo defines, es un acto de gratitud. Lüger grabó dos elepés (del segundo hable aquí) y creo que desapareció, aunque en una escena tan guadianesca como la madrileña lo de que un grupo exista o deje de existir es una cuestión difícil de valorar. Mohama Saz es otro grupazo, con el gran Adrián a las baquetas, sí.

    Abrazos y gracias por tu extenso y estupendo comentario, maestro.

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