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lunes, 3 de marzo de 2025

Message In A Bottle

"Solo un náufrago, una isla desierta en el mar
Otro día solitario sin nadie aquí excepto yo 
Más soledad de la que cualquier hombre podría soportar
Rescátame antes de que caiga en la desesperación."

Sin duda una de las grandes composiciones de Sting e himno inmortal de The Police, Message In A Bottle es una canción cuyo sonido y puesta en escena no tienen igual, moviéndose entre la nueva ola y el reggae pero dibujando una partitura que solo remite a sus creadores. La poderosamente imaginativa percusión de Stewart Copeland, moldeando instrumental y estructuralmente cada fragmento de la canción mientras lleva el ritmo de la misma; las notas incisivas del bajo de Sting y los arpegios y punteos de Andy Summers son la base musical sobre la que el segundo lanza su famoso "S.O.S. al mundo". Pero son mucho más que el acompañamiento de un tema pop; son una construcción artística de primer nivel que, admitiendo referentes e influencias, tiene una personalidad arrolladora cuyo éxito comercial no puede poner en solfa su calidad y su cantidad de matices formales. La cara B del single, Landlord, apela todavía en 1979 al punk rock como la habían hecho Fallout, Truth Hits Everybody o No Time This Time (tema éste que pasará de compartir sencillo con So Lonely a completar Reggatta de Blanc, el mismo elepé que encabezará Message In A Bottle), última andanada 77 de un trío que irá desarrollando su estilo durante los siguientes cuatro años dejando la distorsión y la crudeza a un lado definitivamente aprovechando el cambio de década. En una u otra tesitura estilística, y como dice Sergio Martos, uno de esos "grupos que te hacen sentir la felicidad a cualquier hora del día".





jueves, 14 de marzo de 2024

Synchronicity

Describir el último disco de The Police con un vocablo o una frase que lo epitome no es fácil o difícil: es falso. En efecto. Hay en Synchronicity (1983) canciones y estilos muy diferentes y dos caras o mitades alejadas una de la otra radicalmente. Synchronicity I es un comienzo abrasivo que bascula entre la new wave y el punk rock (al menos su energía) al que se yuxtapone un Walking In Your Footsteps cuyo minimalismo que simula ser arcaico y plantea disonancias mediante la guitarra de Andy Summers vive en otro planeta musical. O My God escribe su funk espacial con sintetizadores, metales y los arpegios que Summers ya ha sacado a relucir alguna que otra vez en la obra de los autores de Zenyatta Mondatta. Es el guitarrista quien aporta la esquizofrénica Mother, mientras que Stewart Copeland trae la breve Miss Gradenko, donde luce su batería en un tema atractivo pero menor. Vuelve Sting a componer en Synchronicity II, que aunque es diferente a la primera y no es su continuación (en lo musical; sí en lo lírico y sus conexiones con el famoso psiquiatra Carl Jung) sí tiene un poderío similar si no mayor, siendo ambas y homónimas piezas (si obviamos el número cardinal que acompaña a cada una) los únicos momentos roqueros del plástico.

Cualquier parecido con la primera cara, no digamos ya con los tres primeros discos del trío británico, se borra de la segunda. Las cuatro composiciones que le dan forma van de la balada al pop de ropajes que colindan con la new age o la world music, movimientos que el anterior trabajo de Police, Ghost In The Machine, ya anticipaba. Qué decir de la canción sentimental más famosa de los años ochenta, sustentada en el dolor del propio Sting. Por mucho que suene, Every Breath You Take nunca dejará de convocar a nuestros sentimientos o de recordarnos nuestras rupturas, nuestros fracasos. King Of Pain explicita de nuevo la hipérbole del dolor ("el rey del dolor") que produce en tiempo real el amor perdido. No abandona su mundo el cantante de Wallsend en Wrapped Around Your Finger, decorando su flujo lento con los teclados que —diversos— no han dejado de sonar desde que dimos la vuelta al elepé. No los hay en Tea In The Sahara, la suave despedida creada sobre la excelente novela de Paul Bowles El cielo protector. Los acordes fantasmagóricos de las seis cuerdas de Summers, el bajo y las pocas notas del oboe que toca Sting, la percusión de Copeland y la letra caminan juntos asimilando el misterio de la narración de Bowles. El final de Synchronicity y de una discografía cuando The Police se hallaba en lo más alto comercialmente hablando. Desconozco si hubiera dado más de sí artísticamente, pero su quinto álbum mantuvo la creatividad además de aventar la fama hasta el infinito.

lunes, 30 de marzo de 2020

The Police Live!


El disco en vivo que no había visto la luz cuando el grupo todavía estaba activo lo hizo en 1995 en forma de doble CD que casi llegaba a las dos horas y media de duración. Y ambas galletas presentan diferencias notables. La primera recoge a The Police en Boston el 27 de noviembre de 1979, a la sazón un trío pletórico que acaba de publicar Regatta de Blanc. Solo con escuchar los tres primeros cortes (Next To You, So Lonely y Truth Hits Everybody) se hacen evidentes la energía y la capacidad técnica de Stewart Copeland, Andy Summers y Sting, aunque luego Walking On The Moon, Hole In My Life, Bring On The Night o The Bed's Too Big Without You vayan a traer los matices sonoros y de intensidad pertinentes. No faltan, claro, los que hoy en día son clásicos de los setenta (Message In A Bottle, Roxanne y Can't Stand Losing You), pero que en ese momento tienen como máximo un año de vida. Entre unas y otras canciones brilla —arde— el peculiar estilo de la banda británica, suma de punk rock, new wave y reggae, bien juntos o por separado.

El segundo compacto trae a los autores de Outlandos d'Amour en la gira de presentación de su último elepé, Synchronicity, el 2 y 3 de noviembre de 1983 en Atlanta. The Police se halla al borde de la extinción y su música es más abiertamente comercial (las tres coristas ocasionales no ayudan demasiado). Sin embargo, sigue siendo un grupo que merece la pena en directo, pues la garra instrumental no ha desaparecido y Copeland continúa tirando del carro —compás exacto lleno de adornos que embellecen la función rítmica principal sin menoscabarla— con su exuberante percusión. Las composiciones ejecutadas son inferiores a las del concierto de Boston y solo cinco coinciden, incluido el popurrí de Can't Stand Losing You y Reggata de Blanc. Si el comienzo con las dos variaciones (I y II) de Synchronicity y el final con So Lonely son realmente enardecedores (al igual que otros momentos de ambas actuaciones en la capital de Georgia), la conjunción de Wrapped Around Your Finger, Tea In The Sahara, Spirits In The Material World y King Of Pain supone la parte más soporífera, los Police menos estimulantes, jugando a ser adultos ajenos al espíritu pop e inmediato de su arte; a pesar de que interpretativamente se puedan rescatar detalles espléndidos, entre el rock progresivo y la new age patinan nuestros tres hombres. Hecha esta (importante) salvedad, Don't Stand So Close To Me recoge el testigo de De Do Do Do, De Da Da Da (Zenyatta Mondatta al rescate) y hace que el lapso erróneo y cuatripartito pase a mejor vida hasta que la ya dos veces mentada So Lonely cierre la función. Función de menor interés que la de cuatro años atrás, en definitiva, que sirve para conocer la evolución de una banda que hizo historia en un periodo relativamente breve.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Zenyatta Mondatta


Con el tiempo quizá sea el disco de Police que más aprecie, teniendo como tengo los dos primeros en un altar. En Zenyatta Mondatta (1980) el trío profundiza en la desnudez de su estilo, el tono es más grave —a pesar de los momentos de distensión— y los singles, pegadizos y coreables, no son himnos como Roxanne, So Loney o Message In A Bottle.

La experiencia de Sting como maestro y la obra maestra de Nabokov, Lolita, dan vida a Don't Stand Close To Me, cuyo polémico contenido es advertido por el inquietante sintetizador que abre el tema. La sobriedad del bajo de Sting, la peculiar guitarra de Andy Summers y la extraordinaria batería de Stewart Copeland dibujan la magnífica composición del primero. La conciencia política de éste asoma en Driven To Tears, una canción inmejorable en la que destaca sobremanera un Copeland lleno de ideas y fuerza y el breve solo de Summers. Un motivo de bajo, un arpegio de guitarra con su eco correspondiente y un ritmo muy marcado de batería se repiten constantemente en la minimalista When The World Is Running Down, You Make The Best Of What's Still Around. Canary In A Coalmine es uno de esos "momentos de distensión" a los que aludía, instantáneo reggae pop que choca con Voices Inside My Head, descripción sonora de las voces internas que nos atormentan en un corte semiinstrumental. Bombs Away es una sátira política y el primero de los dos temas que trae Copeland al álbum.

La segunda mitad la encabeza De Do Do Do, De Da Da Da, una de las canciones más famosas del grupo británico. Loa a la sencillez de brillante letra, el que fuera segundo single del elepé contrasta violentamente con Behind My Camel, extravagante instrumental de Andy Summers que será versionado por Primus, banda fuertemente influida por The Police y, en concreto, Zenyatta Mondatta. Man In A Suitcase sigue la (breve) estela de Canary In Coalmine antes de que Shadows In The Rain desarrolle sus cinco minutos de psicodelia marciana plagada de garabatos y ruidos de la guitarra de Summers. La segunda composición de Stewart Copeland es el tema instrumental que completa el disco, The Other Way Of Stopping, buena coda para rematar un trabajo de mucha brillantez y verdaderamente singular que, a pesar de los problemas coyunturales que arrastró su gestación, llevaba a sus autores a un nivel de creatividad muy alto, paralelo como mínimo al de Outlandos d'Amour y Reggatta de Blanc. E incluso superior.

lunes, 25 de mayo de 2015

Reggatta de Blanc


Era difícil, pero The Police lo consiguió. Regatta de Blanc (1979) confirmaba que lo de Outlandos d'Amour no había sido un debut bendecido por la casualidad, e igualaba su primer disco gracias a canciones tan magníficas e inolvidables como las de las primera entrega e interpretaciones igual de heterodoxas y personales: el talento de tres músicos estupendos capaces de dar con el himno comercial sin renunciar a la indagación artística.

Message In A Bottle encabeza el elepé con una de las mejores composiciones de Sting, en la que vuelven a destacar las fabulosas, diría que mágicas, baquetas de Stewart Copeland. Su imaginativa y concluyente percusión marca en el plano interpretativo un tema soberbio en el que la banda inglesa lanza "un SOS al mundo". Reggatta de Blanc es un corte instrumental con voces, suerte de cruce de cámara entre el punk y el reggae escrito a tres manos por Copeland, Sting y Andy Summers. La nueva ola y el punk definen en parte It's Alright For You, pues este tema de Sting y Copeland —solo de guitarra de Summers incluido— lleva ese sello inconfundible e intransferible de Police, como el resto del disco, que se sitúa por encima de estilos y subgéneros. De nuevo en solitario escribiendo, Sting entrega otra joya, Bring On The Night, espectacular reggae psicodélico al que se yuxtapone, también ácido, Deathwish, menor aun disfrutable canción del trío. Nunca sonó tan a reggae Police como en la formidable Walking On The Moon (Sting), si bien el eco que expande los sencillos acordes de las seis cuerdas de Summers y la batería de Copeland no cesa de recordar la marca, casi estandarte, de la casa. Entrega el percusionista un divertimento como On Any Other Day antes de que el cantante y bajista del grupo se entregue a la remembranza del amor marchado (The Bed's Too Big Without You) en una composición que añade cumbia y calipso modificados y entristecidos al ya mil veces mentado reggae. Los dos temas siguientes, Contact y Does Everyone Stare, son ambos de Stewart Copeland, destacando el segundo, sin desdeñar el primero, por el teclado que incorpora y su habilidad para convertir los iniciales aires cabareteros en intenso pop progresivo conforme se desarrolla. No Time This Time cierra el plástico descargando punk rock concebido por Sting y traducido a ese lenguaje que The Police creó para regocijo de millones de fans en todo el mundo y espanto de los que se empeñan en compartimentar demasiado la música popular. Crucificados asimismo por quienes excomulgan a aquéllos que alcanzan el éxito —estirpe de badulaques elitistas que jamás se extinguirá—, Summers, Copeland y Sting fueron siempre a lo suyo y encima gustaron a tutiplén. No por ello, obvio, desciende la calidad que desprende su segundo y ya clásico trabajo: Reggata de Blanc.

martes, 29 de diciembre de 2009

Outlandos d'Amour

De todos los grupos o solistas adscritos, de una u otra manera, a la new wave británica que se yuxtapone al cataclismo punk del 77, uno de los mejores, y sin duda el de más éxito, fue The Police. Outlandos d'Amour, publicado en 1978, es su primer y, quizá, mejor ábum, aunque muchos fans del grupo prefieran Zenyatta Mondatta, tercero de sus elepés. Punk, reggae y pop son los ingredientes que maneja el trío para dar vida a las composiciones de Sting, un maestro de escuela que provenía del mundo del jazz. De ambientes progresivos también provenían Stewart Copeland y Andy Summers, y ésa es la característica fundamental de Police: las sencillas líneas de bajo de Sting son adornadas por excelentes músicos que no reniegan de ello. La energía del rock se complementa con el virtuosismo instrumental (y viceversa). Virtuosismo que en el caso de Copeland hace que hablemos de uno de los mejores bateristas de todos los tiempos.

Si en las inmortales Roxanne, Can't Stand Losing You y So Lonely (el mejor tema de Police, una absoluta maravilla) se aprecian con claridad los ecos jamaicanos, es el punk rock quien gobierna en Next To You, Truth Hits Everybody, Born In The 50's y Peanuts. Quedan fuera de esta clasificación Hole In My Life, Be My Girl–Sally y Masoko Tanga, en las que pop y experimentación van de la mano.

Igual de difícil resulta clasificar, en lineas generales, la música de Sting y los suyos. Es por eso que al menos los tres primeros discos del trío, grabados entre 1978 y 1980, siguen sonando igual de originales treinta años después, y su influencia se detecta, por ejemplo, tanto en el anodino y previsible grupo mexicano Maná como en el brillante y peculiar trío californiano Primus. Es decir, en todos los lados de la música popular.