
Quizá cercano a la demagogia en su extremismo, con el "fuck" (y vocablos con la misma raíz) constantemente en la boca, Ice-T nos habla de droga, cárcel, racismo y violencia con la experiencia de quien ha vivido ese mundo, utilizando un sentido del humor negrísimo (en todos los sentidos) que palia la dureza de sus historias y nos hace ver a alguien que relativiza, en el fondo, más de lo que pueda parecer. Capaz del moralismo más abyecto (The Winner Loses) y de la brutalidad más injustificable (Cop Killer, retirada del álbum y sustituida por el Freedom Of Speech de Ice-T en solitario: la defenderé como el que más, pero la libertad de expresión no da patente de corso), la rijosa y desternillante KKK Bitch indulta al rapero que nos cuenta cómo la hija de un líder del Ku Klux Klan —una hembra impresionante— le chupa la "polla como una puta aspiradora" y es sodomizada por Ice-T mientras su padre suelta un discurso fascista. Y añade: "Lo que realmente queremos decir es que Body Count ama a todo el mundo. Amamos a las chicas mejicanas, a las negras, a las orientales, no importa. Si eres de Marte y tienes un coño, te follaremos". Puede resultar zafio y grosero, sí, pero es, en mi opinión una manera tremendamente divertida de burlarse del racismo y la ignorancia que conlleva.
En lo musical, Body Count no inventa el punk ni el hard, pero los ejecuta con destreza y arrogancia, con la fuerza del ofendido, y es que los negros siempre han tenido muchas razones para estarlo en el país de Ronald Reagan. Ice-T y sus compinches no solucionan los problemas, pero al menos se quedan a gusto noqueando al personal con Body Count, buen y bestial debut.