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jueves, 15 de enero de 2015
Live At The Village Vanguard
No. No son Bill Evans, John Coltrane, Sonny Rollins o Dizzy Gillespie de quienes voy a hablar, ni son tiempos pretéritos de actuaciones clásicas en el mítico Village Vanguard neoyorquino los que traigo a colación. Lógico que esos nombres tan conspicuos hayan acudido a los lectores interesados en el prominente jazz de los años cincuenta o sesenta, pero sepan que otros músicos brillantes siguen utilizando el Village Vanguard en la actualidad para registrar discos en directo, como es el caso del gran pianista cubano Chucho Valdés. Publicado por Blue Note en 2000, Live At The Village Vanguard conjuga dos fechas en un solo y magnífico álbum (9 y 10 de abril de 1999) en el que el hijo de Bebo Valdés se muestra voraz y exultante (un huracán llegado del Caribe, según el presentador del evento), dispuesto a dejar el pabellón artístico tan alto como sus predecesores norteamericanos. Durante los nueves cortes que le ocupan, Valdés es capaz de viajar del hard bop y el bebop al son, el mambo y la salsa, pasando por las vanguardias clásicas europeas, sin que las cosas chirríen en ningún momento. Ir de Béla Bartók o Claude Debussy a McCoy Tyner o el homenajeado Bud Powell (To Bud Powell), sin renegar de los ritmos y el sonido de su isla, demuestra la tremenda apertura de miras del pianista y su amplia cultura musical, pero, sobre todo, sus extraordinarias posibilidades técnicas para asimilar tan diferentes influencias y regurgitarlas en un discurso coherente y sólido. Las teclas se rinden a su dueño en una bacanal de notas ardientes y melodías seductoras que completan Raúl Piñeda Roque a la batería, Francisco Rubio Pampín al contrabajo, Roberto Vizcaíno Guillot a la percusión y Mayra Caridad Valdés, hermana de Chucho que canta en Drume Negrita. Nos recuerda este sobresaliente cuarteto cubano que no solo en Estados Unidos y hace décadas se practicaba jazz de primera categoría y lleno de inventiva, sino que todavía hay intérpretes que lo dignifican en cualquier lugar del mundo, y que no tienen miedo de ir a demostrarlo a una de sus mecas si hace falta. Váyanse Chucho Valdés y los suyos, pues, con nuestra bendición.
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