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lunes, 14 de julio de 2025

Adam's Apple

Dominado por la improvisación (y sin ambages a partir de la década de 1940 y el nacimiento y expansión del bebop), el lenguaje del jazz también cuenta con intérpretes que son asimismo excelentes compositores, como atestiguan las múltiples joyas escritas por uno de los saxofonistas más elegantes y exigentes de todos los tiempos, dueño de una carrera, solo o acompañando, absolutamente apabullante. Hablamos, por si quedan dudas que ahuyentar, de Wayne Shorter.

Obviamente, hay muchos discos propios o ajenos de los que nos podríamos valer para destacar la habilidad compositora de Shorter, pero si la sacamos a colación al hablar del magistral Adam's Apple, registrado en febrero de 1966, es porque uno de los clásicos que contiene lo utilizará de nuevo en octubre Miles Davis con su mítico segundo quinteto para su no menos sobresaliente Miles Smiles; segundo quinteto en el que figuran —dato de sobra conocido que solo ofrezco por imperativo argumental— Wayne Shorter y Herbie Hancock… o el cincuenta por ciento del álbum de Blue Note que vamos a comentar.

Hard bop y jazz modal salidos de dos sesiones en el estudio de Rudy Van Gelder, con todo lo que ello conlleva de antemano, los de Adam's Apple los sirve un cuarteto en plenitud de facultades que nunca repetirá, lo que da un valor extra al elepé: los mencionados Shorter y Hancock escoltados por Reggie Workman y Joe Chambers. El tema que da título al conjunto es además el que lo encabeza, cruzando blues y bossa nova al exponer y recrearse en su magnífico motivo principal, tanto al principio como al final de la pieza. No impide lo dicho que, entre medias, Shorter y Hancock no regalen, metal y teclas mediante, dos solos fantásticos. 502 Blues (Drinkin' And Drivin') es el único corte no compuesto por Wayne Shorter, original de Jimmy Rowles que el grupo hace suyo y en el que brilla un Hancock escultural y menos melancólico que Shorter. El Gaucho vuelve a espirar aires de bossa nova y suma otras dos excelentes improvisaciones de saxo tenor y piano.

Seguro que el lector aficionado ya lo sabía, la pieza de la que se apropiará el autor de Kind Of Blues se llama Footprints y abre la segunda mitad del disco. Más breve aquí que en Miles Smiles, a pesar de durar siete minutos y medio, su sonido netamente modal de mayor abstracción —lógico que se fijara en ella— responde a los intereses de Davis, y es ejecutada extraordinariamente por los cuatro músicos, en especial por un Chambers excepcional y prominente con sus baquetas. Teru es una balada en la que Shorter derrite su saxo mediante notas agudas que le declaran protagonista del tema sin despreciar los contenidos solos del piano de Hancock y el contrabajo de Workman. El famoso líder indio Chief Crazy Horse da nombre a la sexta y última pieza del elepé, cercana en su musicalidad y duración a Footprints e igualmente liderada por un Joe Chambers aquí incluso mejor, si es que eso es posible. El final de Adam's Apple, uno de los grandes plásticos de su creador a situar en compañía de Speak No Evil, JuJu o Night Dreamer.





lunes, 18 de febrero de 2019

Speak No Evil


El 24 de diciembre de 1964, un mes antes de registrar el primer elepé del crucial segundo quinteto de Miles Davis (E.S.P.), tres de sus hacedores se reunían en la otra costa del país para grabar el soberbio Speak No Evil. Wayne Shorter y su saxo tenor lideraban un grupo en el que Herbie Hancock tocaba el piano y Ron Carter pulsaba las cuerdas del contrabajo. ¿Que quién se ocupaba de trompeta y batería si no estaban Davis y Tony Williams? Pues Freddie Hubbard y Elvin Jones. Lo sé, abrumador. Como el disco. Facturando hard bop y jazz modal correspondientes al espíritu de Blue Note y el estudio de Rudy Van Gelder donde se reúnen, los cinco intérpretes encuentran el ambiente y la inspiración exacta en los seis temas que trae Shorter a la sesión. Las improvisaciones son esculturales, surgen asombrosas de los vientos y las teclas apoyadas por una base rítmica excepcional en todo momento. Qué líneas melódicas nos regalan en cada uno de sus solos Shorter, Hubbard y un Hancock especialmente fértil mientras que las baquetas de Jones y los dedos de Carter dan la cohesión acústica, la continuidad a lo que individualmente pintan los otros tres. No creo exagerar si digo que pocas veces cinco músicos han sonado tan majestuosamente, fundiéndose en una armonía eterna que nace por igual de las capacidades técnicas de cada uno que de la conciencia de banda cuyos criterios estéticos individuales navegan en pos de una idea concreta buscada por el autor último del plástico. No significa esto que Wayne Shorter no deje libertad a sus compañeros, exactamente lo contrario afirmaría yo: que su audacia particular se subordine a un objetivo no quiere decir que se ausente o transija. Ahí está el secreto o, mejor, la clave. Hancock, Hubbard, Jones y Carter despliegan todas sus habilidades —todas—, pero las dirigen de manera diferente a como lo hacen, hacían o harán con Ornette Coleman, John Coltrane, Miles Davis o en solitario. Sean más o menos afortunadas mis disquisiciones, en fin, quédense con el meollo de lo expuesto: Shorter, Blue Note, Van Gelder y un día de nochebuena inolvidable para dar con una obra maestra absoluta llamada Speak No Evil.



NOTA: Esta entrada se la dedico al Agente Cooper y su Long Black Limousine, de quienes, por desgracia, no sabemos nada hace más de tres años.