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viernes, 4 de agosto de 2017

The Grand Wazoo


En 1972, después de la famosa agresión que sufre en un concierto, Frank Zappa graba dos álbumes de jazz mientras se recupera de sus dolencias. Registrado a la par que Waka/Jawaka, pero publicado unos meses más tarde, The Grand Wazoo sigue la línea instrumental que en 1969 Zappa marca para su carrera con el glorioso Hot Rats. Rodeado por un buen número de intérpretes excelentes que ha asimilado la locura de su jefe —The Mothers, entre los que destacan el mítico baterista Aynsley Dunbar, los teclistas George Duke y Don Preston y el propio guitarrista que los lidera—, el autor de Sheik Yerbouti pone en pie una big band en la que —digamos, entendámonos— Count Basie se embadurna de los sonidos del Art Ensemble Of Chicago, el Miles Davis eléctrico y el primer Weather Report. Que Zappa se halle en un terreno en el que se aviste, por un lado, el clasicismo, y, por otro, la vanguardia eléctrica y free y el rock progresivo no resta personalidad o modernidad a su propuesta, y no hay más que pulsar el play o pinchar el plástico para corroborarlo. Vientos, percusiones y los instrumentos arriba nombrados conspiran para que las melodías amigas de la disonancia y la fanfarria traídas por Frank Zappa sean convenientemente puestas en escena y prolongadas por improvisaciones que casen con el concepto buscado. El resultado final es excelente y muy, muy sugestivo, pues a cada nueva escucha (y más si éstas son espaciadas) parece tornar The Grand Wazoo un elepé nuevo. Y nos sirve para reafirmar la idea —agarrándonos a cada uno de los cinco temas que lo conforman— de que seguir etiquetando a su creador como un músico rock está totalmente fuera de la realidad. Músico a secas, y de los mejores del siglo XX.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Hot Rats


"Esta película para tus oídos ha sido producida y dirigida por Franz Zappa." Así rezan las notas que acompañan a Hot Rats, el todavía deslumbrante álbum que en 1969 publicó aquel genio díscolo y provocador nacido en Baltimore. Y no es dicha frase adagio banal o mero juego de palabras. Las seis piezas que componen el elepé —instrumentales todas excepto Willie The Pimp, en la que canta Captain Beefheart— pueden ser perfectamente consideradas como los movimientos de una obra de cámara (también cinematográfica) escrita y guiada por Zappa en la que el rock y el jazz son utilizados por el compositor y los músicos que le acompañan para crear imágenes sonoras que se declaran independientes de los géneros (especialmente del primero) que —en teoría— constituyen su andamiaje.


Ya había dado Franz Zappa suficientes muestras de su carácter iconoclasta, aperturista y nada convencional con las Mothers Of Invention y su primer trabajo en solitario, Lumpy Gravy, pero, y a pesar de la sobresaliente categoría de sus grabaciones precedentes, con Hot Rats quizá huelle su cima artística, situándose en algún lugar desconocido, irreverente y tremendamente lúcido entre In The Court Of The Crimson King e In A Silent Way, publicados ambos asimismo en el último año de la década de 1960. La guitarra y la percusión del autor de The Grand Wazoo, el piano, el órgano, la flauta, los saxos y los clarinetes de Ian Underwood, los bajos de Max Bennett y Shuggie (Shuggy en los créditos) Otis, las baterías de John Guerin, Paul Humphrey y Ron Selico, los violines de Sugarcane Harris y Jean-Luc Ponty, la mentada garganta de Captain Beefheart y la no acreditada guitarra de Lowell George traducen las indicaciones de un Zappa alejado aquí de la parodia pop o de la vanguardia atonal y cercano, a su manera, al espíritu improvisador del jazz.


Hot Rats es una delicia continua que navega entre la provocación kitsch, el delirio psicodélico, el hard rock, las bandas sonoras, la fanfarria, el folk, el hard bop, el funk y el free jazz, si bien al confrontar sus sonidos cualquier descripción se hace, si no superflua, insuficiente, atrapados por las redes del genio —a quien imagino burlón desde su tumba— y su famosa sentencia: "Escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura". Se aleja pues Zappa de cualquier estereotipo (alejando asimismo a los intérpretes que viajan con él) para fabricar un elepé abracadabrante en el que los vocablos vanguardia, clásico, culto y popular —inventemos uno nuevo: vanclaculpo, para a continuación olvidarlo— no solo se funden, sino que son enviados al infierno de la universidad y la academia. Muerto relativamente joven en 1993, la carrera de Franz Zappa dará muchísimo de sí incluso después de su fallecimiento, pero creo sinceramente que la extraordinaria musicalidad de Hot Rats, la pasión que trasmite, su radical modernidad en 2015, cuando escribo este texto, y la sublimación práctica de su proyección conceptual convierten al álbum en la obra maestra absoluta del artista norteamericano y uno de los pocos trabajos realmente imprescindibles de eso que conocemos como la era del rock and roll. O nuestra era.