Previamente, las arrugas provocadas por los altibajos de la adolescencia han iniciado la letra sobre ese momento crucial lleno de angustia, dudas e inestabilidad emocional que inmortaliza el clásico de Alice Cooper I'm Eighteen. Publicado como single en 1970 antes de formar parte del magistral Love It To Death al año siguiente, el tema no solo es sublime en su apartado lírico, sino que es servido mediante una música igual de desgarradora, intensa y emocionante que retrotrae al oyente adulto a esa etapa en la que todo parecía inmediato y eterno a la vez, construyéndose la personalidad sobre montañas de miedo e incertidumbre. Completa el sencillo Is It My Body, también en el tercer elepé del grupo, canción menos impactante pero buen pedazo de rock de breve pero espléndido solo de Glenn Buxton. Ambas composiciones, concluyo con esta curiosidad, reducidas a Eighteen y Body —un solo vocablo cada una— en su presentación a cuarenta y cinco revoluciones por minuto. El nombre completo, ya a treinta y tres, tendría que esperar unos meses.
jueves, 9 de enero de 2025
I´m Eighteen
lunes, 29 de enero de 2024
Dirty Diamonds
Se alineaban los astros en 2005 para que Alice Cooper pariera este feliz álbum de rock and roll, un Dirty Diamonds realmente ardiente que lleva dentro, al menos en buena parte, el amor y las enseñanzas que Vincent Damon Furnier recibió de los Who, los Stones y otras piedras angulares de la invasión británica de la década de 1960. Y digo que en buena parte porque hay momentos metálicos a mitad de camino como Run With The Devil u horrendas incursiones rap como la colaboración con Xzibit que cierra el disco, Stand, que se esfuerzan en devaluar el conjunto. Por fortuna, no pueden. Prueben con la tríada que lo abre y caerán rendidos. Woman Of Mass Distraction, Perfect y You Make Me Wanna son canciones adictivas, plenas de groove y muy bien cantadas por Cooper e interpretadas por una banda en la que hasta el coyuntural Tommy Clufetos lo cuadra. Sin ser quizá tan redondas se van sucediendo apuestas ganadoras por el stoner —Dirty Diamonds—, la balada country y fronteriza —The Saga Of Jesse Jane—, el rock and roll primitivo bañado de góspel —Sunset Babies (All Got Rabies)—, el pop barroco —la versión del Pretty Ballerina de Left Banke—, el hard festivo —Steal That Car—, la balada pop en el sentido en que dicho subgénero era adaptado y parodiado por la Alice Cooper Band —Six Hours—, el cruce de pop y high energy del artista de principios de los ochenta —Your Own Worst Enemy— y las atmósferas densas de Zombie Dance. Parte todas ellas de un elepé muy brillante de quien en los setenta fuera una de las grandes figuras de la música del diablo.
miércoles, 23 de diciembre de 2020
Billion Dollar Babies
Y llegaba la apoteosis. O Billion Dollar Babies. Tras Love It To Death, Killer y School's Out, el grupo clásico de Alice Cooper completaba una soberbia tetralogía con uno de los mejores elepés de la historia del rock, pues no hay otra manera de describir semejante muestra de talento y personalidad parida en 1973. Sigue aquí el quinteto forzando las máquinas, retorciendo las estructuras, reformulando la música del diablo sin abandonar el cauce tradicional de la canción; sorprendiendo al oyente, pues, pero atento a que inmediatez y potencia no desaparezcan. La riqueza musical de la banda (añadamos la ayuda externa de Steve Hunter y Dick Wagner, la mágica dupla guitarrera del Rock N Roll Animal de Lou Reed y futura compañía de Cooper ya como solista), extendiéndose desde la versión de Hello Hooray hasta I Love The Dead, se levanta sobre la absoluta falta de prejuicios, por no dudar en viajar del hard rock al pop orquestado, del high energy al progresivo o del folk al cabaret pero construyendo un universo en el que las divisiones estilísticas no pasen de mera y obvia información. Billion Dollar Babies es la culminación de un discurso en el que humor negro, ambición y exigencia se dan la mano para renegar de clichés y expresar una idea original. Los cambios de intensidad, ritmo y línea melódica dentro de cada tema; la diferencia entre cada uno (no hay ni siquiera dos similares); el sonido pleno de un grupo absolutamente confiado (y más) en sus posibilidades; cuatro singles gloriosos (Hello Hooray, Elected, No More Mr. Nice Guy y el que titula el plástico): eso es lo que hace del álbum (y de los tres previos) una obra maestra incontestable que —inexplicablemente— no suele figurar en las listas de lo mejor del género aunque se sitúe a la altura de lo más granado, que fue mucho, publicado aquel año. Alice Cooper, Neal Smith, Dennis Dunaway, Michel Bruce y Glen Buxton (no presente en toda la grabación y sustituido por los guitarristas arriba mencionados cuando era necesario): cuánta grandeza en esos cinco nombres.
lunes, 29 de agosto de 2016
School's Out
De manera más lúdica y menos solemne, la arenga contra la educación que lanzara Pink Floyd en Another Brick In The Wall ya la había escupido Alice Cooper siete años antes
en School's Out, su formidable elepé de 1972. El quinto trabajo del grupo venía a confirmar y ensanchar su posicionamiento en unas coordenadas musicales intransferibles por imaginativas y su espléndido estado de forma compositivo e interpretativo.
La canción que encabeza y da título al disco y su clásico riff —copiado miles de veces tras su aparición— visten con el lenguaje callejero del rock and roll —permítanme jugar con la cronología— las trascendentes palabras y notas de Roger Waters.
"Sin colegio en verano
Sin colegio para siempre
El colegio ha volado en pedazos",
escuchamos en un memorable estribillo que manda a paseo la represión escolar y su tendencia a la clonación. Y añade:
"No más lápices
No más libros
No más miradas amenazadoras del profesor".
Luney Tune ya anuncia que la inmediatez rocker de su antecesora no va a reinar. La faceta progresiva que en Killer desarrollan piezas como Halo Of Files o Dead Babies (entre la psicodelia y el sinfonismo) se apodera a partir de entonces de un álbum que es constante hallazgo, gozo y sorpresa en su transitar por el universo juvenil y sus problemas. Gutter Cat Vs. The Jets introduce en su desarrollo el tema de los Jets que Leonard Bernstein y Stephen Sondheim escribieran para West Side Story, mientras que Blue Turk, precedida del minuto escaso de Street Fight, nos lleva a un cabaret extravagante pero de gran lucidez artística en el que el saxo y el trombón invitados juegan un papel esencial.
La segunda cara extiende los riesgos que asume el quinteto —riesgos que casi nadie tomaría si su intención fuera el éxito comercial—, obteniendo recompensas fabulosas. Un teclado de aires decimonónicos traído por el productor Bob Ezrin vertebra My Stars, joya de imposible clasificación en la que colabora Dick Wagner con su guitarra. Public Animal lleva dentro el espíritu del soul de Motown y Detroit convenientemente modificado para sonar al Alice Cooper Group. Alma Mater hace lo mismo pero esta vez parodiando deliciosamente a los Beatles. Grand Finale, por fin, parte del tema principal de la banda sonora del film de Edward Dmytryk La gata negra para crear una poderosa y futurista suite orquestal —que termina, audaz, retomando el motivo de los Jets— muy diferente a la compuesta por Elmer Bernstein y dominada por los vientos y los sintetizadores.
El grito, pues, contra la uniformidad educativa de School's Out lo es asimismo contra la repetición de clichés estéticos, que si ya existían en el rock por aquel entonces, a día de hoy se han vuelto insoportables, enemigos acérrimos de la mirada particular y heterodoxa. La de Alice Cooper no sabrá de otra e incluso, disuelto el grupo y ya como solista, mantendrá su personalidad durante los años setenta a pesar de los desiguales resultados. Los logros de los primeros años de la década, sin embargo, ya no serán alcanzados. Y es que si álbumes tan buenos y únicos como el que hoy hemos analizado hay pocos, imagínense multiplicados por cuatro.