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lunes, 7 de marzo de 2011

Lost City Blues

Lost City Blues (2000) fue el último de los discos de los Powder Monkeys. Lo repito: Lost City Blues fue el último de los discos de los Powder Monkeys. Lo repito… Podría seguir así hasta el infinito mientras de fondo alguien dice que el rock en nuestro tiempo lo protagonizan U2, Lenny Kravitz o Airbourne, ¡válgame Dios! Me viene al pelo este último grupo, pues es de Australia de donde viene, del mismo lugar del que procedía el trío que grabó en la primavera de 1999, en Estocolmo y para White Jazz, este pedazo de dinamita que debería poner los pelos de punta a cualquier amante del buen rock and roll.

Un álbum en el que el responsable de las guitarras es John Nolan —recuerden Negative Waves, esa fulminante obra magna— no parece que anuncie calma y levedad. Y Lost City Blues no lo hace. Alimentados pantagruélicamente de high energy, punk rock y heavy metal, el gran Nolan, Tim Hemensley —cazallero mayor del reino, bajista y víctima de la heroína en 2003— y Timmy Jack Ray tras los tambores ponen en pie una obra de un solo acto y diez escenas que puede dejar tarambana a quien a ella se acerque. Get The Girl Straight da el pistoletazo de salida con un nivel de intensidad que no decae en momento alguno durante el resto del disco. Guitarra, bajo y batería atruenan como cien bombas cuyo objetivo es el oyente incauto que no ha pasado de The Cult (y entiéndase esto como mero ejemplo). Autistas y cercanos al mismo tiempo, la ferocidad de los Powder Monkeys y su Lost City Blues surge técnicamente de los decibelios atormentados, pero espiritualmente lo hace de personas que también lo están, extremadamente sensibles, que encuentran en el refugio estético del rock duro la coraza que es al mismo tiempo causa y consecuencia, aun pareciendo imposible, de su debilidad. La misma debilidad, no hay duda, que llevó a Hemensley a la tumba y que sustenta la pasión —hermosa paradoja— que trasmite esta joya finisecular: El blues de la ciudad perdida, que es en realidad el de los hombres sin rumbo, sin meta, perdidos.