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lunes, 8 de mayo de 2017
Beck-Ola
Si excepcional había sido el primer disco del Jeff Beck Group —Truth—, no menos espléndido iba a ser su segundo elepé, último con Rod Stewart y Ron Wood a bordo (los Faces esperaban a la vuelta de la esquina). A su vez, Tony Newman se hacía con las baquetas de Mick Waller y Nicky Hopkins ampliaba el grupo a quinteto. El resultado de lo grabado por aquella formación en abril de 1969 es un álbum de rock aún más pesado que su antecesor, padre del heavy metal —heavy metal directamente si hablamos de Plynth (Water Down The Drain)— al dar otra vuelta de tuerca al endurecimiento del blues que Jimi Hendrix, Cream, Blue Cheer, Led Zeppelin o el propio Jeff Beck Group están y vienen proponiendo. Prefigurando las técnicas que Eddie Van Halen o Randy Rhoads implementarán a finales de los setenta y principios de los ochenta, Jeff Beck fuerza digitación y distorsión en cuatro cortes escritos por su banda y dos versiones de clásicos de Elvis (All Shook Up y Jailhouse Rock) transformados para ajustarse al sonido que domina el plástico. Pero no solo la guitarra de Beck es responsable del mismo, claro, y la base rítmica que conforman Newman y Wood, la voz de Stewart y las teclas de Hopkins navegan en la dirección conveniente para que el cemento compositivo se convierta en fragua hard rocker de primer y agresivo orden. Rice Pudding pone fin extenso e instrumental a la función, corroborando y agrandando el festín que le ha precedido durante cerca de siete minutos y medio que cuentan con un considerable y bellísimo interludio protagonizado principalmente por un Hopkins muy imaginativo. El mismo Hopkins que ha compuesto Girl From Mill Valley, tema igualmente instrumental que funciona como bucólica excepción y completa los siete que contiene Beck-Ola, habiéndolo nosotros omitido ex profeso para servirnos de sus notas como cierre de este texto. El dedicado a un elepé adelantado a su tiempo que sigue reventando tímpanos en sus fragmentos, que son la mayoría, más aguerridos.
viernes, 18 de enero de 2013
Truth
Los hechos son tozudos. Las opiniones y las valoraciones —por su propia naturaleza— son mucho más laxas, matizables y discutibles. Pero cuando éstas no tienen en cuenta aquéllos, o cuando los ignoran —ex profeso o no— para modular un discurso (estético en este caso) en una u otra dirección, cometen, dichas opiniones y valoraciones, fraude. Cierto es que Jeff Beck y Jimmy Page iban, en la segunda mitad de los años sesenta, en la misma dirección; cierto que ambos habían coincidido en los Yardbirds en 1966; cierto que habían grabado juntos Beck's Bolero; cierto que se habían influenciado mutuamente desde que se conocieron siendo adolescentes. Cierto. Pero ni la calidad excepcional del debut Led Zeppelin, ni, mucho menos, el éxito estratosférico alcanzado en la década posterior por la banda de Page pueden ocultar una realidad indiscutible: Truth (1968), primer elepé de la formación clásica del Jeff Beck Group, había sido publicado unos meses antes y contenía ya casi todas las innovaciones, fantasías y juegos eléctricos —no solo en la versión de You Shook Me coincidían— que harán de la guitarra arma devastadora y curativa al mismo tiempo para ampliar y endurecer el rock partiendo del blues.
Así las cosas, ignoro por qué siempre las listas de cien, doscientos u ocho mil mejores discos de la historia de la música del diablo se olvidan de Truth e incluyen varios plásticos de Led Zeppelin, incluido su homónimo arranque. ¿Nadie vibra con el emocionante, original y vivificador manejo de las seis cuerdas de Beck? ¿No es tan válida la voz de Rod Stewart aquí como en los Faces o sus mejores trabajos en solitario? ¿Y la base rítmica formada por Ron Wood y Mick Waller, acaso hay peros que ponerle? Sin contar, claro, con las apariciones puntuales de Nicky Hopkins y su piano, John Paul Jones y su órgano y Keith Moon, Page, Hopkins y Jones (al bajo en esta ocasión) en la mencionada, y registrada dos años atrás, Beck's Bolero.
No pondré yo a Truth por encima de Led Zeppelin o viceversa; adoro por igual tanto uno como otro. Pero siempre que se nombren las virtudes del segundo sin recordar las del primero, ahí estaré yo para defenderlo. Cuestión de justicia y cronología; de arte iban sobrados Jeff Beck, Jimmy Page y sus respectivos grupos.
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