No hay un solo disco despreciable de los grabados por los Cynics. Twelve Flights Üp, el segundo de ellos, sin ser tan bueno como el siguiente y magistral Rock 'N' Roll, se disfruta del tirón. Originales made in Gregg Kostelich y Michael Kastelic y versiones funcionan por igual en su intento de homenajear al garage rock de los sesenta desde una perspectiva propia. Originales y versiones que encontramos en la edición primigenia en vinilo (1988) y en la ampliada en CD (Sixteen Flights Üp, 1994). Si en la segunda hay cinco canciones diferentes que en la primera y no las cuatro que ambos títulos parecen indicar es porque en aquélla se recogen todas las que se grabaron durante las sesiones del álbum pero se deja fuera la última de Twelve…, un estupendo Blues In D que en realidad venía de la época en que se registra Blue Train Station, primer trabajo de los autores de Get Our Way. Sea de esto lo que fuere, encontramos entre dichos vuelos ferocidad high energy criada en brazos de los Stooges y los Sonics (Creepin' o Erica), garage and roll marca de la casa a la sazón y en el futuro (Yeah! o I Know), influjo del folk rock del los primeros Byrds (Took Her Hand) y garage pop en lecturas de arcanos sixties como el A Basket Of Flowers de los Nightcrawlers o el Abba de los Paragons. Y si fundimos el garage rocker con las versiones —añado— tenemos dos momentos espléndidos gracias al Gloria's Dream de los Bealfast Gypsies (sí, el Gloria de Them revisitado) y el I'm In Pittsburgh And It's Raining de los Outcasts. Twelve o Sixteen Flights Üp de un grupo, los Cynics, que seguía creciendo, pero con una categoría indiscutible desde sus inicios.
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lunes, 1 de mayo de 2023
miércoles, 7 de octubre de 2020
Get Our Way
Se separaron en un estado de forma excelente. Corría 1994 y los Cynics publicaban Get Our Way, un pedazo de disco donde cultivaban su garage rock de siempre, del que nos tendrían huérfanos ocho años antes de volver con el no menos brillante Living Is The Best Revenge. Fulgurante e inmediata, No Reason da el pistoletazo de salida y dicta las normas a seguir, bien sean canciones de la casa (entre las que también caben baladas como I'll Wait y Time Alone) o lecturas del Lose Your Mind que tocaran los míticos Third Bardo, el Don't Shoot Me Down de los Brogues y el And She Said Yes de The Painted Ship, oscuras joyas de los sesenta cuyo sonido y estructura informan sí o sí el estilo de los autores de Twelve Flights Up. Sí o sí, pero no solo. Al garage, psicodelia y pop sesenteros que siempre están en la música de Gregg Kostelich y Michael Kastelic (Sonics,
Electric Prunes, Animals, 13th Floor Elevators, Byrds y montones de
bandas semidesconocidas cuya existencia y escaso éxito corren en paralelo
a los de las tres versionadas) hay que añadir una influencia del high energy de corte stooge que enriquece y endurece alguna de las composiciones (David V's Car es un ejemplo perfecto). Si no a la altura de su obra maestra (Rock 'N' Roll), Get Our Way y los varios singles que veían la luz el mismo año demostraban que la disolución de los Cynics no se debía a un hipotético agotamiento creativo, sino a coyunturas ajenas que poco o nada nos interesan.
lunes, 4 de marzo de 2019
Here We Are
Ni tan explosivos ni tan certeros como en el disco que había supuesto su vengativo retorno a principios de siglo —Living Is The Best Revenge—, los Cynics volvían cinco años después reivindicando su estatus de clásicos del garage rock con un título absolutamente elocuente: Here We Are (2007). La afirmación va soldada al contenido del elepé, pues sin la calidad que atesora sería pasto de mofa o indiferencia el gritar a los cuatro vientos que no nos hemos ido, que seguimos vivos, que "aquí estamos", en definitiva. ¿A quién le importarían o cómo se justificarían dichas tres palabras en inglés si no son prólogo de unas canciones dignas de los autores de Rock 'N' Roll o Get Our Way?
Grabado en Gijón con la base rítmica de Doctor Explosion y Jorge Explosion produciendo —conexión española que mantendrán Ángel Kaplan y Pablo González "Pibli" en el siguiente Spinning Wheel Motel—, Here We Are abre con el corte homónimo, delicado medio tiempo de guitarras acústicas de Gregg Kostelich y órgano de Parsley The Lion que conduce al grupo por terrenos folk y meditaciones propias de la edad adulta. No significa esto que se olviden los Cynics de su juventud roquera, como demuestran Coming Round My Way y The Ring, cantadas por Michael Kastelic con su peculiar voz nasal de toda la vida. El pop cultivado en Blue Train Station y Twelve Flights Up, descendiente de los Byrds, los Remains y tantos otros, se muestra en The Warning y Me Wanting Her, más cercano al garage en la primera canción, más influido por el merseybeat en la segunda. La espiral psicodélica de She Fell se acerca a los seis minutos mientras va creciendo en intensidad dominada por la electricidad solista de Kostelich y la percusión de Pibli.
Slide Over da comienzo a la segunda cara del elepé con un tema en el que, al igual que en Here We Are, Kostelich retoma la guitarra acústica y el cuarteto el aroma de folk rock. Last Mistake y Hard To Please transitan la acera Raw Power de la banda de Pittsburgh, mientras que What She Said mantiene la energía aunque la cohabitación de punk y power pop la aleje de saturaciones stooges. El pop soul feliz de All About You —vientos incluidos— se suma a la melancolía de Courtney para decirnos adiós. El piano de Chus Naves acompaña a Kastelic, quien entona versos llenos de tristeza en el hermoso cierre de un buen álbum de un grupo aún mejor. Los Cynics.
miércoles, 22 de noviembre de 2017
Living Is The Best Revenge
Cambio de siglo, que no de maneras musicales. Allí donde lo habían dejado en 1994 con Get Our Way, volvían los Cynics ocho años después para entregarnos otro disco estupendo cuyo título era una evidente declaración de intenciones: Living Is The Best Revenge. ¡Y vaya si están vivos! Pletóricos y desmelenados, los de Pittsburgh arrancan fulminantes con Turn Me Loose, clásico instantáneo de la banda. Making Deals es un ejemplo de arqueología musical que rescata el, al parecer, único single de los Satans, registrado en 1966. Expeditiva y fulminante, forjada con el fuzz más agresivo, The Tone es una breve pieza de garage y high energy que se interpone entre Marianne y Ballad Of J.C. Holmes, intensa pero de menos revoluciones la primera, delicioso pop bañado por el órgano de Patches la segunda. She Lives (In A Time Of Her Own) pierde la marca psicodélica de los 13th Floor Elevators y se convierte en un himno del rock and roll al recibir el tratamiento de choque de los autores de Twelve Flights Up. Revenge y I Got Time siguen repartiendo acordes y ritmos de garage rock, espléndidos riffs y solos de Gregg Kostelich, una base rítmica precisa y entregada (Thomas Hohn y Smith Hutchings) y la irónica, burlona voz de Michael Kastelic. La tristeza baña con elegancia Let Me Know, pop de hermosa melodía y mejor letra cocinado a fuego lento. You've Never Had It Better es una versión de los Electric Prunes que se mantiene fiel al salvajismo del original. Last Day es otra sabrosa porción de garage a la que sigue Shine y sus seis minutos de rock expansivo que hablan de la versatilidad de los Cynics y la garra instrumental de Kostelich. Culminación de un álbum producido por Tim Kerr y publicado, claro, por Get Hip que —vida y venganza mediante— devolvía al grupo norteamericano en una forma sobresaliente que las actuaciones en directo vendrían a corroborar. Se lo asegura un servidor que allí estuvo presente.
lunes, 20 de enero de 2014
Spinning Wheel Motel
Da gusto comprobar cómo a ciertas bandas no se les acaba la gasolina por mucho que sumen años, conciertos y discos a su carrera. Es el caso los Cynics, quienes, fieles a sus principios, siguen siendo capaces de componer buenas canciones, plasmarlas con brío, gracia e inmediatez y presentarlas sobre un escenario con la sabiduría que dan los años y la energía de quien todavía siente pasión por lo que hace y sabe extraer fuerzas a su cuerpo para demostrarlo.
Spinning Wheel Motel (2011) es, hasta la fecha, el último elepé de los de Pittsburgh, y les encuentra baldeando el terreno garage rock que casi es suyo por derecho, pero indagando y ahondando también en su amor por los Byrds y su folk primerizo —influencia que siempre había estado ahí—, tal y como ya habían dejado ver en su anterior trabajo en estudio, Here We Are. I Need More, el primer tema, está construido en base al clásico e inconfundible sonido de los Cynics (fuzz + Rickenbacker), un comienzo perfecto para saber en qué planeta hemos caído. All Good Women y Crawl son dos buenos, fornidos rocanroles que a mí me traen a la cabeza a Radio Birdman y Dictators, aunque quizá alguien los relacione con otros nombres. Gehenna y Bells And Trains completan la primera cara moviéndose el cuarteto hacia el mencionado hábitat de los sesenta y el grupo de Roger McGuinn, y beneficiándose el segundo de los cortes del acordeón de Timothy Monger. Rock Club es otro rock and roll llegado desde algún garaje y listo para encabezar la cara B. La preciosa Circles, Arcs, And Swirls vuelve sin reparo a detenerse en los Byrds, con Michael Kastelic tocando la armónica además de cantando. No se sale de ese guión la canción que pone título al álbum, hermosa y sosegada balada a la que sigue el crampiano Zombie Walk —no en vano pueden ver a Lux Interior en la portada si mueven la rueda giratoria que hay en la misma—, donde Kastelic le da de nuevo a la armónica y Gregg Kostelich nos regala una buena ración de fuzz salida de su guitarra. Junk cierra con sus cuatro minutos vibrantes (coros y Hammond de Jim Diamond incluidos) un muy buen trabajo que en media hora dice más que otros en doscientas.
Terminamos recordando —es de rigor y justicia— la excelente y española base rítmica que acompaña a Kastelic y Kostelich en este Spinning Wheel Motel (Ángel Kaplan y Pablo González, bajo y batería respectivamente) y la no menos sobresaliente edición en vinilo del disco, lujosa y cuidada hasta su último detalle y acompañada de su correspondiente descarga gratuita en mp3. Tiempos antiguos en los que un álbum era algo más que la música que contenía y tiempos presentes en los que las notas, los acordes, las armonías se refugian en un archivo virtual que a veces parece dejarlos a la intemperie. ¿Peor?, ¿mejor? No lo sé, yo pertenezco a otra generación, y lo único que puedo garantizar es que —bien en el tocadiscos, bien en el iPod— las canciones de los Cynics les harán pasar un rato de lo más entretenido. Que ustedes las disfruten.
domingo, 26 de febrero de 2012
Rock 'N' Roll
Hip-hop, noise, indie, sleaze, trash metal… ¿y nosotros qué coño pintamos? Bien podían preguntarse eso, a finales de los años ochenta, Gregg Kostelich y Michael Kastelic, guitarrista y cantante, respectivamente, de los Cynics. Pero ellos —lo que se trajeran entre manos Public Enemy o Guns N' Roses, imagino, les era indiferente— sabían lo que perseguían: revivir el garage rock sin olvivar ciertas perspectivas folk y pop que matizaran su sonido y lo hicieran reconocible y propio. Así pasaba en sus dos primeros elepés, Blue Train Station y Twelve Flights Up (ambos posteriormente reeditados con material extra y título expandido: Blue Train Sessions y Sixteen Flights Up), pero para el tercero —cumplidos en mi opinión sus objetivos— iban a optar por endurecer los formidables riffs de Kostelich y centrarse en el garage sin perder en el camino su ya ganado (y granado) estilo. No sólo lo consiguieron, sino que con Rock 'N' Roll (1989) grabaron la que, con toda la razón, es tenida por su obra maestra. Canciones perfectas cuya inspiración está en la década de 1960, pero a las que los Cynics dotan de los suficientes rasgos distintivos —compositivos e interpretativos— para que lo que en otros es sólo homenaje aquí sea voz particular y válida. Por un lado, hay fuzz, hay órgano, hay garage a raudales; por otro, un grupo crecido, con ganas de aportar y explotar, desarrollando sus facultades con energía y criterio, logrando quizá más de lo que ellos podían imaginar. Baby What's Wrong o You Got The Love se han convertido en clásicos insoslayables de los Cynics en directo, que es donde la banda cobra plenamente su sentido. Si, además, sigue editando discos como Living Is The Best Revenge o Spinning Wheel Motel y no para de tocar en nuestro país, pues es para aplaudir la suerte que tenemos. Qué será del garage rock cuando el binomio Kostelich/Kastelic (o Prevost/Babiuk, sí) deje de tocarlo es ya otro cantar. Y a mí no me toca resolverlo.
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