lunes, 30 de enero de 2023

Always And Ever

Single de 1964 de Johnny Kidd and The Pirates, con Mick Green todavía en la formación pero a punto de largarse, Always And Ever es un —menor pero cachondo— canto festivo de celebración que contrasta con la cara B del sencillo, versión del Doctor Feel-Good de Dr. Feelgood And The Interns en el que la guitarra de Green toma el protagonismo del que mamarán desde Pete Townshend hasta Futoshi Abe pasando por Wilko Johnson, cuyo grupo, Dr. Feelgood, cogerá su nombre de donde ustedes ya saben o han adivinado. Aunque no sea el tema titular del plástico, es el segundo del mismo el que le da su valor real, el de un cantante y un grupo al que tanto deben el rock and roll británico y el universal.

jueves, 26 de enero de 2023

Giros

Desde Murcia y en voz baja llegaba en 2022 un disco modesto pero realmente logrado. El primer álbum de Logan nos trae canciones de toda la vida llenas de dudas y melancolía que crecen enteros gracias a la presencia esencial de Miguel Bañón, pues, además de producir, mezclar y masterizar Giros, toca guitarras, bajo, piano, órgano, percusión y hace coros. Seguro que sin el marañón a bordo la función sería de menor enjundia, lo que no resta mérito a la brillantez de las melodías y las letras de Logan, más bien al contrario: habla de la sabiduría de nuestro hombre para rodearse de quien —sí o sí— va a incrementar el valor inicial de su material.

El ruido de la ciudad, sobre un riff descendiente del de Day Tripper, es la primera de las once piezas que contiene el trabajo, contagiosa felicidad pop que funciona como perfecta apertura. Giros se pasa al country rock en una estupenda composición en la que la pedal steel de Ángel Galera es clave. Preciosa balada de sonido folk que lleva ecos de The Band, Sin dirección nos habla de una situación en la que muchos hemos estado, perdidos entre un pasado inútil y un futuro imposible de imaginar. No sé si es por la preponderancia del piano en el tema que El hombre del tiempo me recuerda a Billy Joel, si bien es fácil rastrear también en su cadencia y arreglos a los Beatles. El pop ligeramente orquestado de A Contracorriente, y no solo por el violín de Irene Cano, mantiene el nivel compositivo, y artístico en general, del disco y muestra su gusto por la variedad. Un pequeña Intro. Tuve un sueño acústica, pero que funciona como corte diferenciado, precede a Tuve un sueño, el momento más eléctrico o roquero o contundente del conjunto. Canciones ambas que insisten en la promiscuidad estilística, el music hall y el bluegrass están en la base de Walter, el primero, y Destino Porvenir, el segundo, aquí con mención al violín de Cano y la mandolina de Carlos Vudú. Toque de queda (Para Perico) es un medio tiempo que a mí me habla de los Jayhawks y en el que Galera repite a la pedal steel. No se va su guitarra de Cielo (Para Carmen), emocionante forma de decir adiós que en su tramo final enardece el discurso gracias a la instrumentación y a los coros de Sara Melo.

Una alegría ha sido el descubrimiento de este creador, Logan, y de su debut Giros, un plástico que no inventa nada, pero que sabe cocinar con gusto y delicadeza elementos tradicionales que no por conocidos hay que desdeñar si se manejan con la sensibilidad que demuestra su autor. Una receta a la que añadir, que no se me olvide, la batería sobria de Raúl García. Creo que no me dejo nada, simplemente recomendar la escucha de un producto que hay que sacar de su condición underground.


 

lunes, 23 de enero de 2023

Despegando

En pleno viaje de la dictadura a la democracia guiados por Juan Carlos I y su espada lampedusiana (bien agarrado a los gavilanes en su afán de que todo cambiara para que todo siguiera igual), o, si me prefieren pulcro y oficialista, en plena transición española, Enrique Morente publicaba un espléndido paso adelante cuyo título —por el momento histórico en el que ve la luz— rebasa la condición de mero avance musical que Despegando (1977) evidencia en sus surcos. Es un artista genial el que despega, sí, pero también es un país el que lo hace; es un cantaor que mira más allá del purismo y busca nuevas formas de expresar el flamenco, sí, pero asimismo es una población harta de represión y miseria moral que quiere encontrar un camino de libertad a pesar de que el supuesto adalid haya sido educado y nombrado por el mismo tirano a olvidar.

Estrella y su flamenco de tendencia orquestal es un comienzo ciertamente perturbador para el aficionado que no quiere evolución en su arte. Aunque la perturbación vaya a multiplicarse con Mírame a los ojos, seguiriyas en las que la guitarra de Pepe Habichuela es sustituida ¡por un órgano! ¡Cómo! Sí, un órgano fantasmagórico que en dos minutos largos estampa un bofetón en la cara del purista. Purista que tiene que callar si tiene algo de dignidad, pues la sobrecogedora adaptación de la Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández, llamada Compañero por el autor de Omega, es realizada por Morente y Habichuela respetando la tradición que tanto aman y han estudiado, como ese mismo año demostrará su Homenaje a D. Antonio Chacón. La realidad política se hace explícita en Defender Andalucía, jaleos clásicos que "con pisadas verdiblancas" piden "que se nos caiga la venda / que los ojos nos tapaba". El cajón adorna Tú vienes vendiendo flores para seguro espanto del inmovilista al que nos venimos refiriendo. Las seguiriyas vuelven rabiosas en Me faltan las fuerzas y no pierden arte ni poderío, aun moviéndose de palo, en Alegrías de Enrique. Extractos del poema Recuerdo infantil de Antonio Machado, Yo escucho los cantos son bulerías modélicas que preceden a Que me van aniquilando, despedida en forma de tangos que demuestra que Enrique Morente era tan jondo como el que más al mismo tiempo que un renovador vanguardista que acabó en sus últimos quince años de carrera desbordando todas las barreras y etiquetas —exactamente igual que el monarca campechano a la hora de degradar su imagen y la de la democracia que esperanzó al músico granadino— hasta convertirse en un creador extraordinario y universal. Y eso que ya llevaba mucho tiempo Despegando. Díganselo a las nueve canciones que —contradiciendo a Franz Zappa— hemos intentado convertir en palabras.


 

 

jueves, 19 de enero de 2023

Royal Flush

Además de por ser un estupendo disco de hard bop de Donald Byrd, Royal Flush es recordado por ser el primero en el que interviene el gran Herbie Hancock. El 21 de septiembre de 1961 Byrd reúne en el Van Gelder Studio a un quinteto formado por Pepper Adams (saxo barítono), Butch Warren (contrabajo), Billy Higgins (batería) y los dos nombres citados. Típica producción de Blue Note en cuanto al sonido y las improvisaciones, las que aquí se suceden son de aplauso redoblado, pues el líder de la banda es a esas alturas un trompetista espectacular y sus compañeros son dignos de él, incluido un Hancock que ya da muestras inequívocas de su talento al piano.

Con un motivo principal la mar de pegadizo y simpático, Hush ofrece solos notables de Byrd, Adams y Hancock para introducirnos en el álbum. Adams aparca su saxo en la versión del I'm A Fool To Want You de Frank Sinatra, lo que Byrd aprovecha, como único viento en liza, para extraer las notas más hermosas de una trompeta estremecedora. Jorgie's muestra elementos que acercan la segunda composición de Byrd al jazz modal de Miles Davis y John Coltrane sin desvincularse del hard bop y cuidando al milímetro las intervenciones solistas. Dicho acercamiento lo continúa y afirma Shangri-La, pieza marcada por la percusión de un Higgins lleno de nervio que crea multitud de figuras rítmicas. 6 M's tiene un tempo lento de blues que nos lleva con calma durante las improvisaciones de Byrd, Adams y —sobre todo— Hancock. Es precisamente el pianista el autor del último tema del elepé, Requiem que no envidia al material escrito por su jefe y que tiene cierto parecido, o conexiones estructurales y sonoras, con Shangri-La, las baquetas de Higgins incluidas.

El mismo quinteto, exceptuando la sustitución de Pepper Adams por Wayne Shorter, grabará ese mismo año, es decir, muy poco después, un disco aún mejor y más vanguardista (Free Form), lo que no pone ningún pero a Royal Flush, que no tiene momentos menores o un solo corte que baje el nivel. Una época en la que todo lo que olía jazz era garantía de creatividad e inquietud.


 

lunes, 16 de enero de 2023

There's A Party Goin' On

Meses después de esa soberbia recopilación de singles que es Rockin' With Wanda (y que guarda la inmortal Fujiyama Mama) publicaba Wanda Jackson There's A Party Goin' On (1961), espléndida muestra de rockabilly en la que la voz de Jackson y la guitarra de Roy Clark sacan pecho y dominan la función con sus interpretaciones impecables. Desde que el tema de John Berry y Don Covay que da título al elepé pone en marcha la función —función habitual de doce canciones y media hora— la pura felicidad del primer rock and roll llena el espacio. Entre el rock más salvaje de Hard Headed Woman, famosa por haberla cantado Elvis en King Creole, y el cruce de R&B y calipso del Twedlee Dee de LaVern Baker, la fiesta de Wanda Jackson tiene diversos matices y colores, cercanos en ocasiones a la potencia rockin' de la lectura de Presley (la mencionada There's A Party Goin´On o Tongue Tied, también de Berry y Covay, sumándose Mark Lewis); al blues y el country (el conocidísimo Kansas City del tándem Leiber/Stoller o el It Doesn't Matter Anymore de Paul Anka); o al pop de ascendencia cricket de Bye Bye Baby, canción del musical que daría lugar a la película de Howard Hawks Los caballeros las prefieren rubias. No es así en este caso, pues Jackson era morena y canta formidablemente a lo largo del disco, y aunque hayamos destacado obligatoriamente sus cuerdas vocales y las seis cuerdas de Clark, no nos olvidamos de la base rítmica y anónima, de la otra guitarra de Buck Owens y del piano de Marvin Hugues. Todos pusieron su granito de arena para que There's a Party Goin' On suene tan bien.

jueves, 12 de enero de 2023

Absolutely Live

El interior de la carpeta doble que viste el Absolutely Live de los Doors contiene un pequeño texto que explica que: "Este álbum es una recopilación de actuaciones en directo grabadas en ciudades de los Estados Unidos durante agosto de 1969 y junio de 1970. Aparte del montaje necesario para dar a la música forma de álbum, la grabación es un documento orgánico y absolutamente en vivo!". Como recopilación, irregular; como documento, espléndido.

Los Doors no dudan en interpretar canciones nuevas, alargar las conocidas por sus versiones de estudio o improvisar sobre los poemas de Jim Morrison (The Celebration Of The Lizard) para transformar su música sobre los escenarios. El resultado lo resumen muy bien los quince minutos de When The Music is Over, alternando momentos instrumentales soberbios de Ray Manzarek y Robby Krieger con otros, en los que Morrison interacciona con el público, que quizá  durante el concierto funcionaban, pero que prensados en vinilo y escuchados en casa hacen que la intensidad decaiga. No estropean el conjunto, por supuesto, las charlas del cantante, simplemente debilitan lo que podía haber sido un doble elepé sobresaliente que hay que dejar en notable.

Las lecturas de Bo Diddley (Who Do You Love?) y Willie Dixon vía Muddy Waters (Close To You), sumadas al otro original de Dixon (Backdoor Man: aquí vía Howlin' Wolf, parte del popurrí de la primera cara y ya registrado en el debut del grupo californiano), certifican el amor de los autores de Strange Days por el blues y el rock and roll seminal que, ensanchados por la realidad psicodélica que les rodea, son la base del sonido Doors bien en directo, bien en estudio. Sin embargo, no es ajeno dicho sonido a la vanguardia en la que jam, disonancia, recitado y otros elementos vinculados a la free form en general se alían. El cuarto de hora de The Celebration Of The Lizard carbura sorprendentemente bien aun no teniendo en frente al cuarteto que ejecuta/pone en escena la pieza, justo antes de que un vibrante y harto convincente The Soul Kitchen —quizá la cuarta cara sea la más interesante— dé por finalizado este Aboslutely Live que a pesar de los peros expresados no se debe dejar de escuchar y, en mi caso sin duda, disfrutar.


 

lunes, 9 de enero de 2023

Out Of Our Heads

Sí, sé que si hablo de la versión británica de Out Of Our Heads me dejo fuera el más que inmortal (I Can't Get No) Satisfaction, pero es la versión que más he escuchado y su portada en blanco y negro —que en Estados Unidos será la de December's Children para incrementar la confusión— la prefiero a la colorida cubierta de la edición norteamericana, que ha visto la luz también en 1965 pero dos meses antes.

Cinco adaptaciones de canciones ajenas y un original stone dan forma a los trece minutos de la primera cara, que encabeza la atronadora lectura del She Said Yeah que cantara Larry Williams. No siguen esa línea de frenético rock and roll, sin embargo, Mercy, Mercy, Hitch Hike, That's How Strong My Love Is y Good Times, soul y R&B que no superan las lecciones de Don Covay, Marvin Gaye, O.W. Wright y Sam Cooke, pero que en manos de los Rolling Stones suenan frescos y apetecibles. Gotta Get Away es una tema de Jagger y Richards, el primero del plástico, que va en la línea estilística de lo que le ha antecedido aunque quede lejos de las mejores composiciones de la pareja.

Un poco más larga es la segunda cara, que empieza también roqueando mediante adaptación del Talkin' 'Bout You de Chuck Berry. El soul lento de Salomon Burke (Cry To Me) y el de los Stones (Heart Of Stone, uno de mis temas favoritos de los primeros fabricados por los Stones) tiene entre medias el trotar honky tonk de Oh, Baby (We Got A Good Thing Going), de la mítica Barbara Lynn. Escrito bajo el seudónimo de Nanker/Phelge, The Under Assistant West Coast Promotion Man es el tercer corte de la banda, aceptable rhythm and blues al que sigue I'm Free —asimismo de los Glimmer Twins—, folk rock a emparentar con el que hacen los Byrds en esa misma época (acaban de publicar su debut discográfico), pero de menor calidad. Canto a la libertad, pues, el encargado de despedir Out Of Our Heads (One More Try lo había hecho en Estados Unidos), un álbum del que disfruto sin problemas a pesar de no ser sino una sombra de Let It Bleed o Sticky Fingers, el fuego eterno que mantiene a los Rolling Stones en los altares.


 

jueves, 5 de enero de 2023

Surfer Rosa

Producido por Steve Albini, el primer elepé de Pixies (Surfer Rosa, 1988) ya contiene con claridad el discurso musical que el grupo de Boston elaborará en tres discos más hasta separarse en 1993 convertido en referencia principal e ineludible del rock alternativo. Continuando una senda abierta por Hüsker Dü, Replacements o Jesus And Mary Chain, que a su vez se había alimentado del rock velvetiano, el high energy, el punk rock y el hardcore, Pixies es capaz de seguirla según parámetros particulares, ésos por los que cualquiera reconoce las canciones escritas por Black Francis y puestas en escena por éste, Kim Deal, Joey Santiago y David Lovering. Responden Bone Machine, Break My Body, Broken Face, Gigantic (cantada por Deal, que también colabora en su composición), River Euphrates, Where Is My Mind? (influencia descarada de cientos de temas posteriores: escuchen y cotejen con famosísimos éxitos de los noventa como Zombie o Creep), Cactus o un Vamos cogido de Come On Pilgrim (epé de debut de la banda) para alargarlo y potenciar sus ecos Stooges/Cramps/Gun Club —paramos por no citar los trece cortes del plástico—, a instintos de creación propios, a vaharadas de sonidos nacidos del rock and roll más crudo regurgitados en melodías, estructuras y alaridos de fabricación artesanal. Melodías, estructuras y alaridos que Doolittle, Bossanova y Trompe le monde ensancharán  hasta completar una primera etapa esencial e impoluta (la segunda y todavía viva no tiene comparación) cuyas bases había sentado este Surfer Rosa que ha envejecido magníficamente.


 

lunes, 2 de enero de 2023

Astral Weeks

Lo que la música va a corroborar ya lo dicen los créditos antes de que ésta suene. Donde en Blowin' Your Mind! hay guitarras eléctricas, armónica, piano, órgano, bajo y batería, en el siguiente y segundo disco de Van Morrison (Astral Weeks, 1968) hay guitarras acústicas, flauta, saxo soprano, percusión, vibráfono, contrabajo y batería, a los que la escucha sumará cuerdas y un clavecín puntuales. El R&B, el soul y el pop del debut en solitario de Van Morrison, que todavía huele a Them, es encerrado con varios candados para ser sustituido por un folk progresivo de rasgos jazzísticos (no en vano de este mundo son los intérpretes que acompañan al autor de Hard Nose The Highway) que deviene el viaje espiritual e intimista que las "semanas astrales" del título sugieren. La abstracción poética de las letras es musicada de una manera radicalmente hermosa, sencillez compositora que los arreglos y adornos instrumentales enriquecen sin anular. Son, pues, muchos los matices que advertimos mientras el león de Belfast canta, canta y canta, ya que su voz es la guía de este torrente de calma en el que conviven la luz y el dolor. Que con solo veintitrés años alcance Van Morrison semejante maestría hecha de introspección y sonido, de partituras volátiles que acaban siendo materializadas, es realmente llamativo, pero la aparición un años y pico más tarde de Moondance nos vendrá a decir que de casualidad o milagro, nada: talento, sensibilidad y trabajo. Y una carrera por delante que le situará en el lugar de los nombres más importantes (sí, ésos en los que están pensando) que los tiempos del rock and roll nos han dado.