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lunes, 5 de enero de 2015

El maestro de Houdini


La que primero había sido banda de acompañamiento de Santi Campos en el disco del que recibirá el nombre —Amigos imaginarios—, se convertirá en grupo con entidad propia que compartirá créditos con el autor de Pequeños incendios en el magistral El invierno secreto. De ahí a que Campos ceda todo el protagonismo, dos años y un álbum, el no menos excepcional El maestro de Houdini (2008), primer trabajo, pues, de los Amigos Imaginarios.

Como es habitual en Campos desde los tiempos de Malconsejo —es decir, a lo largo de toda su carrera—, cada detalle se intenta cuidar al máximo partiendo de composiciones muy trabajadas lírica y melódicamente. La energética Chistes raros corrobora lo dicho e indica el camino a seguir.

"Soy quien cuenta eso chistes raros
que no te hacen reír,
soy quien cruza la acera asustado
cuando te ve venir",

canta Campos recordándonos su retraimiento mientras su guitarra y la de Ester Rodríguez, la batería y la pandereta de Sebastián Giudice, el bajo de Jesús Montes, los "ruidos varios" del coproductor Brad Jones y los pianos acústico y Rhodes y el Hammond de Charlie Bautista redondean con sus arreglos la canción. Jayhawks y Teenage Fanclub son referencias evidentes de Disco del mes, espléndido medio tiempo del que podemos destacar la percusión  de Giudice y los coros de Rodríguez y Bautista dentro de un conjunto exquisito. El pop y el bluegrass se combinan —contenidos y elegantes— en Aprendiendo a volar, donde la sonoridad la marcan el banjo de Charlie Bautista y las guitarras española y acústica, respectivamente, de Santi Campos y Ester Rodríguez. El tema que da título al compacto es una tensa balada característica de Campos en la que canta versos tan tristes y honestamente cobardes como:

"Te quiero y no sé cómo demostrarlo,
prefiero escapar,
se me da bien huir,
Houdini a mi lado era un aprendiz".


Idea que se repite en Lobos e insectos ("No quiero saber / qué es lo que me hace ser así"), si bien esta vez acelerando el ritmo, añadiendo arpegios de la guitarra eléctrica y endureciendo el sonido en general. Como contraste, El invierno secreto II (la primera parte está en el disco homónimo), maravilla acústica que lleva dentro al Neil Young más recogido y en la que se hacen esenciales las notas del piano de Bautista. "Una educación católica se titula así en honor a Teenage Fanclub" —influencia ineluctable de Campos—, rezan las notas de cuadernillo que acompaña al CD. Pues así, homenajeando al grupo escocés, se nos habla de esa lacra formativa que tantos y tantos hemos sufrido en España, aunque

"No, no quiero arrastrar
esa cruz nunca más,
no habrá ni una víctima más
de lo que hice y lo que no…".

Charlie Bautista lleva el peso de los arreglos en el tema, al tocar nada más y nada menos que piano, Hammond, Nord Electro, theremin, metalófono y ruidos. La cadencia naíf y luminosa de Un buen día halla a Jesús Montes al contrabajo y Santi Campos al banjo, quien hace de la negatividad virtud:

"Así que intentaré
no pensar
cuándo y cómo
va a acabar".

Bautista y Sebastián Giudice matizan el clásico pop rock de De mudanza con su preciosismo instrumental, mientras que la voces de Campos y Ester Rodríguez se complementan. Si Una educación católica se la debemos a los autores de Grand Prix, "Hora de cerrar es culpa de Tom Waits", o así lo aseguran los Amigos Imaginarios. Y con razón: el eco de Waits está en las maneras de la despedida del trabajo:

"Nunca puedo dormir
si recuerdo quién soy.
Sé que puedo seguir viviendo
si logro olvidar
mi nombre una vez más,
una noche más",

son algunos de los versos de la canción que completa un disco sobresaliente del más reciente rock hecho en este país, cantado en la lengua de Miguel Delibes y cuya escasa difusión habla sin cortapisas del patético panorama cultural español, en este caso el de la música popular. Producido por el mencionado Brad Jones, Dani Richter y el mismo grupo, no dejen pasar el 2015 que acaba de llegar sin echarle un oído a El maestro de Houdini. Quedarán embelesados.

jueves, 10 de diciembre de 2009

El invierno secreto

Mientras grupos y solistas de contrastada, por reincidente, mediocridad copan las listas de éxitos, artistas tan personales y sensibles como Santi Campos son pasto de minorías en nuestro país. El pop melancólico de este gran compositor ha ido evolucionando desde mediados de lo noventa cuando militaba en Malconsejo hasta la actualidad que lo hace en Amigos Imaginarios, siempre con notables resultados. Ya sea formando parte de un conjunto o en solitario jamás ha grabado Campos un mal disco. Todo lo contrario: Vivir bajo el agua (con Malconsejo), Amigos imaginarios (firmado en solitario y nombre de su futuro grupo) o El maestro de Houdini (con Amigos Imaginarios) son discos espléndidos.


Pero si hay un álbum que refleja en toda su plenitud la delicadeza y fragilidad de Santi Campos, ése es El invierno secreto. Publicado en 2006, un año después de Amigos Imaginarios, está firmado por Santi Campos y Los Amigos Imaginarios antes de que Campos sea absorbido por el grupo. Ya la portada, que parece la de un libro de cuentos, nos advierte de que estamos ante un disco muy especial. Aunque es verdad que las referencias que van de los Kinks a Teenaage Fanclub (es decir, las de la mejor tradición pop) siguen siendo ineludibles, El invierno secreto es un trabajo exquisito de sonido y maneras propios. Las confesiones autoconmiserativas de Santi Campos son musicadas con excelente gusto y arregladas con mimo, añadiendo a la habitual armazón rock chelo, trombón e incluso flauta travesera en varios de los temas.


Trabajo de orfebre, El invierno secreto es una delicia para los oídos de principio a fin, sin altibajos. Con el mérito añadido de que las tres versiones incluidas (Neil Young, Bee Gees y Colin O'Marah), adaptadas al castellano, se funden con los originales del grupo —tal es el nivel alcanzado y la personalidad exhibida— sin problema alguno. Qué lástima (¿o no?) que luego sean otros los que se lleven la fama; la fama, porque en lo musical y en lo lírico, la mera mención de melendis, estopas, orejas y sabinas cuando hablamos de Santi Campos causa, cuanto menos, sonrojo.