"En 1975, cuando entré en el estudio para grabar Born To Run, quería hacer un disco con textos como los de Bob Dylan y que sonara como Phil Spector. Pero lo que más quería era cantar como Roy Orbison." Estas palabras indican cuáles eran los propósitos de Bruce Springsteen y cuáles sus influencias. Pero no dicen que lo que consiguió en 1975 fue grabar su obra maestra.
Springsteen ya había publicado Greetings From Asbury Park, N.J. y The Wild, The Innocent And The E Street Shuffle, ambos discos excelentes, pero Born To Run fue el álbum que le catapultó a la fama. Con la espada de Damocles del escaso éxito de sus dos primeros intentos (CBS se planteaba despedirle), Springsteen graba en julio de 1974 el tema Born To Run, que, sin que su discográfica fuera informada, se convierte en un éxito en varias emisoras de radio gracias a su mánager Mike Appel. Como dice Salvador Trepat: "La estrategia de Appel funciono: CBS decidió no despedir al artista y renovar la confianza en él".
El disco se tituló como la canción y los siete temas restantes que lo componen fueron registrados entre marzo y julio de 1975 en "sesiones maratonianas, regrabando y revisando cada canción en numerosas ocasiones, añadiendo músicos externos y nuevos colaboradores", recuerda Trepat, debido al perfeccionismo extenuante de Springsteen. El resultado de tales sesiones es un clásico de la historia del rock and roll, y si alguien quisiera saber dentro de mil años cómo era esta música, Born To Run sería un buen ejemplo. Grandes canciones, interpretaciones pasionales, letras épicas y románticas, un sonido excepcional (muy spectoriano, por cierto) al que no son ajenos las dos nuevas incorporaciones: Roy Bittan y Max Weinverg. Pianista y baterista serían fundamentales a partir de entonces en la E Street Band, junto a los ya consolidados Gary Tallent al bajo y Clarence Clemons y su expresivo saxofón.
No se quedaría aquí el talento de Bruce Springsteen, y, al igual que los dos discos que lo habían precedido, a Born To Run seguirían obras tan formidables como Darkness On The Edge Of Town y The River, para conformar una imbatible pentalogía de una de las más grandes figuras de la música americana. Muy cerca de sus adorados Bob Dylan y Roy Orbison.
miércoles, 30 de diciembre de 2009
Ok Computer
Pocas reacciones tan radicales suscitó disco alguno en el final de siglo XX como Ok Computer (1997). Radiohead se convertía en el grupo más amado/odiado de los miles que practican eso que genéricamente damos en llamar rock. (Aunque para muchos Radiohead no sea un grupo de rock.)
Mi opinión es meridiana: Ok Computer es un disco espléndido en el que conviven electrónica, noise, pop y rock and roll, pues Radiohead bebe, sin complejo alguno, de David Bowie, los primeros U2, Chemical Brothers, Underworld, Sonic Youth o Joy Division. Pero Ok Computer tiene vida propia y a nadie imita (dejemos para otro día la afirmación de Borges de que todo arte es plagio). La hermosa voz de Thom Yorke nos guía por emocionantes pasajes musicales postindustriales que, si bien constantemente afirman la personalidad el grupo, no dejan de ser muy de la época en que se grabaron (al igual que la portada y el diseño interior del libreto que acompaña al cd).
Es cierto que todo el disco mantiene muy alto el nivel, pero es en los cuatro temas que lo cierran (Climbing Up The Walls, No Surprises, Lucky, The Tourist) —precedidos de esa arrancada rock que es Electioneering (y que vale por álbumes enteros de muchos tipos duros que lucen melena y guitarra)— donde se encierra, para mi gusto, lo más bello de Ok Computer. Una lástima que el sectarismo de algunos condene un trabajo tan esencial (en el sentido en el que el artista describe su tiempo a la vez que aporta un punto de vista diferente) sin siquiera darle una oportunidad.
martes, 29 de diciembre de 2009
Outlandos d'Amour
De todos los grupos o solistas adscritos, de una u otra manera, a la new wave británica que se yuxtapone al cataclismo punk del 77, uno de los mejores, y sin duda el de más éxito, fue The Police. Outlandos d'Amour, publicado en 1978, es su primer y, quizá, mejor ábum, aunque muchos fans del grupo prefieran Zenyatta Mondatta, tercero de sus elepés. Punk, reggae y pop son los ingredientes que maneja el trío para dar vida a las composiciones de Sting, un maestro de escuela que provenía del mundo del jazz. De ambientes progresivos también provenían Stewart Copeland y Andy Summers, y ésa es la característica fundamental de Police: las sencillas líneas de bajo de Sting son adornadas por excelentes músicos que no reniegan de ello. La energía del rock se complementa con el virtuosismo instrumental (y viceversa). Virtuosismo que en el caso de Copeland hace que hablemos de uno de los mejores bateristas de todos los tiempos.
Si en las inmortales Roxanne, Can't Stand Losing You y So Lonely (el mejor tema de Police, una absoluta maravilla) se aprecian con claridad los ecos jamaicanos, es el punk rock quien gobierna en Next To You, Truth Hits Everybody, Born In The 50's y Peanuts. Quedan fuera de esta clasificación Hole In My Life, Be My Girl–Sally y Masoko Tanga, en las que pop y experimentación van de la mano.
Igual de difícil resulta clasificar, en lineas generales, la música de Sting y los suyos. Es por eso que al menos los tres primeros discos del trío, grabados entre 1978 y 1980, siguen sonando igual de originales treinta años después, y su influencia se detecta, por ejemplo, tanto en el anodino y previsible grupo mexicano Maná como en el brillante y peculiar trío californiano Primus. Es decir, en todos los lados de la música popular.
lunes, 21 de diciembre de 2009
De hoy no pasa
Difícil haber sido adolescente en la España de los años ochenta y no sentir cariño por Siniestro Total. La falta de pretensiones y el iconoclasta sentido del humor de las canciones del grupo gallego las hacían perfectas para corear a voz en grito en cualquier garito en que uno estuviese exaltando la amistad con la ayuda del alcohol y los estupefacientes.
El más popular de sus discos probablemente sea De hoy no pasa, quinto de su discografía y publicado en 1987. Los tres singles extraídos del álbum (De hoy no pasa, Diga qué le debo y la versión de Cucharada Quiero bailar rock and roll) fueron cantados (o debieron haberlo sido) en todos y cada uno de los antros de perdición de nuestro país y siguen siendo parte de la memoria colectiva patria. Letras absurdas, desternillantes y provocativas (provocación en la que mucho contertulio conservador y periodista carca gusta entrar) a ritmo de punk y de rock, diversión y gamberrismo sin límites. La canción de Casimiro (con la que los niños iban a la cama) pasada por el filtro de Chuck Berry; folk gallego electrizado y cachondo (La balada de Cachamuiña y María Pita); las descacharrantes Nihilismo y El síndrome de Estocolmo; y así hasta catorce temas que pasan como un suspiro, ya sea sentado en el sofá de casa o en el bar con los amigotes.
Más de veinte años después de su grabación, De hoy no pasa no ha perdido su frescura e inmediatez, y demuestra que Siniestro Total era (y es) un grupo que se tomaba en serio las cosas. Eso a pesar de que Julián Hernández perdió intencionadamente "la totalidad de los textos de este disco justo la noche anterior a la grabación de las voces" tirándolos por una alcantarilla, tal y como cuentan Jesús Ordovás y Marcelo Do Campo. Nunca sabremos si las letras que tuvieron que recrear (o crear) al día siguiente fueron mejores o peores. Sí que sabemos que son las que tanto ayer como hoy se berrearon y se berrean para olvidar las desgracias cotidianas.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Safe As Milk
Época crucial en la historia del rock, la que va de 1965 a 1973 deja ya dicho mucho de lo que se reiterará en el futuro. Los artistas que más venden son igual de experimentales que los más underground. Es momento de hallazgos esenciales, de libertad creativa, de expansión.
Don Van Vliet (nacido sin el "Van") graba sus dos primeros y fundamentales álbumes en este entorno, lo cual no resta un ápice a su genialidad, pero, al igual que en el caso de su colega Frank Zappa, ayuda a comprenderla. Bajo el nombre de Captain Beefheart & his Magic Band, Van Vliet publica en 1967 Safe As Milk, donde el blues, el free jazz y el folk son referentes pero no aclaran el discurso ligeramente atonal y sincopado de la música al que hay que sumar, como las Mothers of Invention del mentado Zappa, elementos paródicos y surrealistas. O por decirlo de otra manera: la música del capitán Beefheart es muy difícil de explicar, si ya de por sí resulta arduo para la literatura trasmitir sensaciones de lenguajes artísticos diferentes. Es ahí donde reside el mérito y la originalidad de este disco. Baste con decir que su influencia alcanza tanto al garage rock de los Cynics, al rock sinfónico/progresivo de King Crimson como al peculiar universo de Tom Waits (y no sólo por la voz gutural, evidentemente).
La slide guitar que abre el disco (Sure 'Nuff 'N Yes I Do) nos introduce en el pantanoso mundo del blues eléctrico y urbano. Zig Zag Wandererer y Call On Me son vibrantes temas en los que pop y garage se dan la mano. I'm Glad es doo-wop bastante ortodoxo. El theremin, ese instrumento que se toca sin tocarlo, suena en Electricity, en mi opinión el mejor tema del álbum. La segunda mitad del disco sigue las pautas marcadas en la primera sin que nivel o intensidad disminuyan. La base rítmica apoya a la perfección a las guitarras de Alex St. Clair Snouffer y Ry Cooder (que a la sazón colabora en el debut de Taj Mahal, quien a su vez toca la percusión en un tema de Safe As Milk), y son todas colchón de un Don Van Vliet que parece surgido de lo más negro del delta del Misisipi.
El discurso de Van Vliet se radicalizaría con su tercer trabajo, Trout Mask Replica, tan extremo como lo puedan ser obras de Karlheinz Stockhausen o Luciano Berio. Sus hallazgos y su belleza, sin embargo, no pueden hacer olvidar Safe As Milk, uno de los debuts más logrados y originales de los que ha conocido el rock and roll.
Don Van Vliet (nacido sin el "Van") graba sus dos primeros y fundamentales álbumes en este entorno, lo cual no resta un ápice a su genialidad, pero, al igual que en el caso de su colega Frank Zappa, ayuda a comprenderla. Bajo el nombre de Captain Beefheart & his Magic Band, Van Vliet publica en 1967 Safe As Milk, donde el blues, el free jazz y el folk son referentes pero no aclaran el discurso ligeramente atonal y sincopado de la música al que hay que sumar, como las Mothers of Invention del mentado Zappa, elementos paródicos y surrealistas. O por decirlo de otra manera: la música del capitán Beefheart es muy difícil de explicar, si ya de por sí resulta arduo para la literatura trasmitir sensaciones de lenguajes artísticos diferentes. Es ahí donde reside el mérito y la originalidad de este disco. Baste con decir que su influencia alcanza tanto al garage rock de los Cynics, al rock sinfónico/progresivo de King Crimson como al peculiar universo de Tom Waits (y no sólo por la voz gutural, evidentemente).
La slide guitar que abre el disco (Sure 'Nuff 'N Yes I Do) nos introduce en el pantanoso mundo del blues eléctrico y urbano. Zig Zag Wandererer y Call On Me son vibrantes temas en los que pop y garage se dan la mano. I'm Glad es doo-wop bastante ortodoxo. El theremin, ese instrumento que se toca sin tocarlo, suena en Electricity, en mi opinión el mejor tema del álbum. La segunda mitad del disco sigue las pautas marcadas en la primera sin que nivel o intensidad disminuyan. La base rítmica apoya a la perfección a las guitarras de Alex St. Clair Snouffer y Ry Cooder (que a la sazón colabora en el debut de Taj Mahal, quien a su vez toca la percusión en un tema de Safe As Milk), y son todas colchón de un Don Van Vliet que parece surgido de lo más negro del delta del Misisipi.
El discurso de Van Vliet se radicalizaría con su tercer trabajo, Trout Mask Replica, tan extremo como lo puedan ser obras de Karlheinz Stockhausen o Luciano Berio. Sus hallazgos y su belleza, sin embargo, no pueden hacer olvidar Safe As Milk, uno de los debuts más logrados y originales de los que ha conocido el rock and roll.
jueves, 10 de diciembre de 2009
El invierno secreto
Mientras grupos y solistas de contrastada, por reincidente, mediocridad copan las listas de éxitos, artistas tan personales y sensibles como Santi Campos son pasto de minorías en nuestro país. El pop melancólico de este gran compositor ha ido evolucionando desde mediados de lo noventa cuando militaba en Malconsejo hasta la actualidad que lo hace en Amigos Imaginarios, siempre con notables resultados. Ya sea formando parte de un conjunto o en solitario jamás ha grabado Campos un mal disco. Todo lo contrario: Vivir bajo el agua (con Malconsejo), Amigos imaginarios (firmado en solitario y nombre de su futuro grupo) o El maestro de Houdini (con Amigos Imaginarios) son discos espléndidos.
Pero si hay un álbum que refleja en toda su plenitud la delicadeza y fragilidad de Santi Campos, ése es El invierno secreto. Publicado en 2006, un año después de Amigos Imaginarios, está firmado por Santi Campos y Los Amigos Imaginarios antes de que Campos sea absorbido por el grupo. Ya la portada, que parece la de un libro de cuentos, nos advierte de que estamos ante un disco muy especial. Aunque es verdad que las referencias que van de los Kinks a Teenaage Fanclub (es decir, las de la mejor tradición pop) siguen siendo ineludibles, El invierno secreto es un trabajo exquisito de sonido y maneras propios. Las confesiones autoconmiserativas de Santi Campos son musicadas con excelente gusto y arregladas con mimo, añadiendo a la habitual armazón rock chelo, trombón e incluso flauta travesera en varios de los temas.
Trabajo de orfebre, El invierno secreto es una delicia para los oídos de principio a fin, sin altibajos. Con el mérito añadido de que las tres versiones incluidas (Neil Young, Bee Gees y Colin O'Marah), adaptadas al castellano, se funden con los originales del grupo —tal es el nivel alcanzado y la personalidad exhibida— sin problema alguno. Qué lástima (¿o no?) que luego sean otros los que se lleven la fama; la fama, porque en lo musical y en lo lírico, la mera mención de melendis, estopas, orejas y sabinas cuando hablamos de Santi Campos causa, cuanto menos, sonrojo.
sábado, 5 de diciembre de 2009
La tierra está sorda
Afirmaba tajante Sören Kierkegaard —a pesar de la tenaz etimología común de los dos términos— que ética y estética eran radicalmente incompatibles. La estética nos habla de criterios artísticos (mudables y subjetivos) mientras que la ética lo hace de valores morales (fijos y objetivos). Como todas las posturas extremistas, la de Kierkegaard más parece el dogma de un iluminado —que nunca va a renegar de su esquema mental para analizar con lupa cada caso— que una postura intelectualmente honesta.
Esta filosófica introducción viene a cuento del último trabajo (nótese que no digo "disco") de Barricada, La tierra está sorda (2009), título extraído de un verso de Cernuda, pues en él se hace imposible distinguir arte de política, así como libro de disco. Pero es que las motivaciones del creador son variopintas, no sólo existe el arte por el arte. Ya en las primera líneas del libro-disco (démosle este nombre) escribe El Drogas, autor del texto, que aquél no "tiene pretensión de dar una visión imparcial" "sobre los sucesos acaecidos en una época concreta de la historia de España". Más sincero y claro no se puede ser. Porque lo que ha hecho el grupo navarro es dar su visión sobre la Guerra Civil y la represión franquista, visión que durante la dictadura fue dada por vergonzantes hagiógrafos de asesinos metidos a historiadores que sólo tenían réplica de brillantes hispanistas extranjeros (Thomas, Southworth, Jackson, etc.), estos sí historiadores. Y trasladar esta denuncia del silencio ominoso que todavía se mantiene en este país al respecto a su lenguaje rock, duro y urbano.
Y es que Barricada no ha compuesto una sinfonía para cargar contra la Iglesia, el fascismo y la desmemoria crónica. No. Las canciones son potentes y las guitarras tan distorsionadas como siempre (la producción corre a cargo del grupo junto a Iker Piedrafita, hijo del guitarrista), pero la rabia que provoca en el cuarteto la crudeza del tema tratado ha conseguido sacar lo mejor de los navarros, y es posible que estemos, no sólo ante la más ambiciosa de sus obras, sino ante la mejor. La emoción se desborda en hermosas y sentidas canciones (acompañadas cada una de ellas en el libro de una explicación) que hablan de frustración y exterminio, de dolor y esperanza.
Esta filosófica introducción viene a cuento del último trabajo (nótese que no digo "disco") de Barricada, La tierra está sorda (2009), título extraído de un verso de Cernuda, pues en él se hace imposible distinguir arte de política, así como libro de disco. Pero es que las motivaciones del creador son variopintas, no sólo existe el arte por el arte. Ya en las primera líneas del libro-disco (démosle este nombre) escribe El Drogas, autor del texto, que aquél no "tiene pretensión de dar una visión imparcial" "sobre los sucesos acaecidos en una época concreta de la historia de España". Más sincero y claro no se puede ser. Porque lo que ha hecho el grupo navarro es dar su visión sobre la Guerra Civil y la represión franquista, visión que durante la dictadura fue dada por vergonzantes hagiógrafos de asesinos metidos a historiadores que sólo tenían réplica de brillantes hispanistas extranjeros (Thomas, Southworth, Jackson, etc.), estos sí historiadores. Y trasladar esta denuncia del silencio ominoso que todavía se mantiene en este país al respecto a su lenguaje rock, duro y urbano.
Y es que Barricada no ha compuesto una sinfonía para cargar contra la Iglesia, el fascismo y la desmemoria crónica. No. Las canciones son potentes y las guitarras tan distorsionadas como siempre (la producción corre a cargo del grupo junto a Iker Piedrafita, hijo del guitarrista), pero la rabia que provoca en el cuarteto la crudeza del tema tratado ha conseguido sacar lo mejor de los navarros, y es posible que estemos, no sólo ante la más ambiciosa de sus obras, sino ante la mejor. La emoción se desborda en hermosas y sentidas canciones (acompañadas cada una de ellas en el libro de una explicación) que hablan de frustración y exterminio, de dolor y esperanza.
En Los maestros afirma Barricada que "Lo que entierran no son huesos, son las semillas que van creciendo". En Pétalos se recuerda "Cómo hubo que tragar ocultando lo vivido / Cómo jugaban a cazadores Franco y sus asesinos". No falta la crítica sin paliativos al papel de la Iglesia dando apoyo al levantamiento militar contra la República (Sotanas); el horror de la fuga del Fuerte de San Cristóbal (en el navarro monte de Ezkaba) y la posterior matanza (Infierno de piedra, La estancia, 22 de mayo); o la constatación de lo "difícil [que] es contar los pasos que se dieron por la libertad" (Por la libertad, single y peor tema del álbum, por cierto).
Más allá de la valía musical y literaria (las letras de El Drogas son excelentes) de La tierra está sorda, hay que subrayar lo necesario de un trabajo así. Aunque decenas de historiadores hayan levantado la venda impuesta por el franquismo con estudios e investigaciones de gran rigor, el que un grupo tan popular como Barricada lleve esta lucha por desterrar la ignominia a lugares a los que de otra manera no llegaría sólo puede ser motivo de celebración.
martes, 1 de diciembre de 2009
Asteroid B-612 y Forced Into A Corner
El high energy que desde Detroit bramaba por endurecer y mutar los códigos del rock and roll fue extendido por la lejana Australia, principalmente, por Radio Birdman, el más importante e influyente grupo surgido de nuestros antípodas si descontamos, obviamente, a AC/DC.
Al legado de Birdman, Stooges y MC5 fueron sumándose, con los años, punk, metal, noise, grunge y otros estilos para conformar el intenso, personal y aguerrido rock (underground en su mayoría) de aquel país, caracterizado por un particular dramatismo que pareciera surgir de unas tierras que fueron penal del Imperio Británico.
Uno de los mejores grupos surgidos en los años noventa de esta devoción por las guitarras afiladas y los sentimientos a flor de piel fue Asteroid B-612, ejemplo de la densidad y la emoción a las que se puede llegar partiendo de la teórica sencillez estructural de la música rock. Su primer y homónimo disco, editado en 1993, bebe sin complejos —vía Union Carbide Productions y Bored! (de hecho es Dave Thomas quien produce)— del inmarcesible sonido stooge desde el espectacular Hate Me Honey (donde los músicos echan fuego) que abre el elepé hasta Chainsaw que lo cierra, pero también dejan su huella Neil Young (Undertow) y Jimi Hendrix (Hounder). No obstante, la pasión y la contundencia de las interpretaciones hace que estemos ante un grupo que insufla vida propia a su material y para el que las influencias son sólo un punto de partida, nada más.
La continuación de Asteroid B-612 se titularía Forced Into A Corner y sería publicada al año siguiente, 1994. La entrada de Stewart Cunningham (un guitarrista cuyas bondades no van parejas a su fama) en lugar de Michael Gibbons vuelca el sonido, aunque las señas de identidad sigan siendo las mismas, hacia terrenos más colindantes con el hard rock americano (Blue Öyster Cult, Kiss). Un pequeño cambio que enriquece un álbum que mantiene sin problemas el nivel de su antecesor y en el que destaca sobremanera (no podía ser de otro modo) la abrasiva guitarra del gran Leadfinger.
Superiores a contemporáneos como Nirvana o Pearl Jam (aunque las comparaciones sean odiosas y aunque alguien quiera anatemizarme), el grupo de John Spittles grabaría todavía dos espléndidos elepés en estudio (más singles, epés, directos) antes de separarse y de que en 2005 Off The Hip publicara en doble cd (Two Fisted Rock 'N' Roll) los dos trabajos aquí comentados con extras entre los que encontramos versiones de Sonics, Dictators, John Lennon… y Radio Birdman, Stooges y MC5, por si alguien tenía alguna duda. "Tocaban como si el pasado o el futuro no existiera, sólo existía el ahora", pensó Dave Thomas tras escucharles sobre un escenario, un "ahora" que, por fortuna, quedó plasmado para siempre en el estudio. Y eso nadie se lo puede quitar.
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