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jueves, 12 de enero de 2023

Absolutely Live

El interior de la carpeta doble que viste el Absolutely Live de los Doors contiene un pequeño texto que explica que: "Este álbum es una recopilación de actuaciones en directo grabadas en ciudades de los Estados Unidos durante agosto de 1969 y junio de 1970. Aparte del montaje necesario para dar a la música forma de álbum, la grabación es un documento orgánico y absolutamente en vivo!". Como recopilación, irregular; como documento, espléndido.

Los Doors no dudan en interpretar canciones nuevas, alargar las conocidas por sus versiones de estudio o improvisar sobre los poemas de Jim Morrison (The Celebration Of The Lizard) para transformar su música sobre los escenarios. El resultado lo resumen muy bien los quince minutos de When The Music is Over, alternando momentos instrumentales soberbios de Ray Manzarek y Robby Krieger con otros, en los que Morrison interacciona con el público, que quizá  durante el concierto funcionaban, pero que prensados en vinilo y escuchados en casa hacen que la intensidad decaiga. No estropean el conjunto, por supuesto, las charlas del cantante, simplemente debilitan lo que podía haber sido un doble elepé sobresaliente que hay que dejar en notable.

Las lecturas de Bo Diddley (Who Do You Love?) y Willie Dixon vía Muddy Waters (Close To You), sumadas al otro original de Dixon (Backdoor Man: aquí vía Howlin' Wolf, parte del popurrí de la primera cara y ya registrado en el debut del grupo californiano), certifican el amor de los autores de Strange Days por el blues y el rock and roll seminal que, ensanchados por la realidad psicodélica que les rodea, son la base del sonido Doors bien en directo, bien en estudio. Sin embargo, no es ajeno dicho sonido a la vanguardia en la que jam, disonancia, recitado y otros elementos vinculados a la free form en general se alían. El cuarto de hora de The Celebration Of The Lizard carbura sorprendentemente bien aun no teniendo en frente al cuarteto que ejecuta/pone en escena la pieza, justo antes de que un vibrante y harto convincente The Soul Kitchen —quizá la cuarta cara sea la más interesante— dé por finalizado este Aboslutely Live que a pesar de los peros expresados no se debe dejar de escuchar y, en mi caso sin duda, disfrutar.


 

lunes, 19 de septiembre de 2022

The Doors

Rompedor e inclasificable, la única pega que se puede poner al extraordinario debut de los Doors es que el grupo de Jim Morrison no volverá a alcanzar el nivel que aquí se expone. Porque, acudiendo al principio, la mitad y el final antes de entrar en materia individualizada, un disco que abre al ritmo del garage rock poderoso e inmediato de Break On Through (To The Other Side), cierra con la paranoia apocalíptica y psicodélica de The End expresándose en términos y extensión antitéticos (dura nueve minutos más) y produce una fantasía jam preprogresiva equidistante entre una y otra canción como Light My Fire no puede ser sino muy, muy especial.

Partiendo del What I'd Say de Ray Charles (igual que el año anterior los Remains con You Got A Hard Time Coming) y otras influencias R&B los autores de Strange Days las llevan al rock and roll más salvaje de la mano de la British Invasion, explicitando desde el arranque que su sonido no tiene parangón y que en él también se infiltran la bossa nova y la música popular cubana. Los teclados de Ray Manzarek, la guitarra de Robby Krieger, la batería de John Densmore y la voz (afectada pero única) de Jim Morrison (cuya temprana muerte hizo de él un mito) generan una nueva manera de aproximarse al rock, pues aunque en el siguiente corte, Soul Kitchen, haya blues, funk y soul, la forma en que son abordados y regurgitados lleva el sello Doors. The Cristal Ship introduce el pop barroco en la ecuación, canción de amor en la que mandan el órgano y el piano de Manzarek. Igual para un circo que para un cabaret sirven Twentieth Century Fox y Alabama Song, versión esta última de la composición de Bertolt Brecht (letra) y Kurt Weill (música), que en manos de nuestros protagonistas se mueve entre el ska y la fanfarria psicodélica. Si las teclas de Manzarek han sido decisivas hasta este momento, devienen protagonistas imprescindibles en Light My Fire, trasformando su largo y fantástico solo de órgano un tema en principio simple en una odisea creativa, un espectáculo sensorial en el que la aportación solista de Krieger y la percusión de Densmore son igualmente densas e importantes: ¿alguien dijo que la bossa nova, la música barroca, el jazz y el rock no podían ir de la mano? El Back Door Man que cantara el gran Howlin' Wolf es adaptado sin trabas al tono del álbum y la banda, mientras que I Looket At You aporta sabor beat a la función. End Of The Night apuesta por la psicodelia reposada y misteriosa y Take It As It Comes por la pop y coloreada, justo antes de que The End nos arrastre al exceso y al delirio en sus cerca de doce minutos. ¿Qué decir de esas notas hipnóticas que nos llevan poco a poco a El corazón de las tinieblas conradianas, como bien intuyó Francis Ford Coppola al incluirlas en su traslación de las palabras del escritor sobre El Congo belga a sus imágenes sobre el Vietnam invadido por Estados Unidos en Apocalypse Now?

Publicado nada más comenzar 1967, The Doors merece ser citado —sin reparo o prevención alguna— junto con las obras maestras de dicho año, ya sean las asimismo puestas de largo de la Velvet Underground y la Jimi Hendrix Experience, el Sgt. Peppers de los Beatles o el Forever Changes de Love, pues la originalidad y la calidad exhibidas por los Doors en su primer elepé son igual de absolutas. Y no se nos olvida, por supuesto, comentar la producción de Paul A. Rothchid y la presencia icónica de Jim Morrison, cargante y subyugante en idéntica proporción, pero esencial para comprender a un grupo que tocó techo al arrancar y que nunca, aun registrando cosas excelentes, volvió a dar con un trabajo tan bello y fascinante. Los Stooges sin ir más lejos —imagínense— tomaron buena de contenido, continente y discográfica para darse a conocer dos años después.