Mostrando entradas con la etiqueta Dizzy Gillespie. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Dizzy Gillespie. Mostrar todas las entradas

lunes, 19 de diciembre de 2022

Birks Works. The Verve Big-Band Sessions


Birks Works. The Verve Big-Band Sessions (1995) recopila en un doble CD los tres elepés que en 1956 y 57 graba la big band de Dizzy Gillespie para Norman Granz, bien bajo el paraguas de Norgran (World Statesman) o de Verve (Birks' Works y Dizzy In Greece). Enriquecido con tomas alternativas de tres temas y dos que no fueron publicados en su momento, Birks Works muestra en orden cronológico a una banda exultante que no se resiente de los cambios en la formación bajo el liderazgo del genial Gillespie. Por la orquesta se pasean nombres como Quincy Jones, Benny Golson, Ernie Wilkins, Lee Morgan, Wynton Kelly o la mítica Melba Liston, garantía de calidad que se suma a la trompeta infalible de nuestro hombre. No creo que haga faltar decir que no es bebop lo que aquí suena; el patrón de la orquesta es mucho más convencional (que no peor, ojo), orientado a un mayor número de público, si bien haya momentos en que el vendaval encabezado en los cuarenta por Charlie Parker y Gillespie se cuela inevitablemente (el ataque del clásico de Dizzy Groovin' High o las varias tomas de Left Hand Corner son ejemplo de ello). Acompañado de un buen libreto en el que podemos ver las portadas de los tres álbumes originales (la de Dizzy In Greece absolutamente descacharrante), decir de este doble compacto que recoge las sesiones de la big band de Dizzy Gillespie producidas por Norman Granz que es recomendable es quedarse corto. O, en realidad, muy corto: Birks Works. The Verve Big-Band Sessions es un artefacto obligatorio, señores. Ya tardan en conseguir una copia.



miércoles, 13 de mayo de 2020

Afro-Cuban Jazz Moods


La frenética actividad discográfica del maestro Dizzy Gillespie alcanza uno de sus cénits a mediados de los setenta, época a la que pertenece Afro-Cuban Jazz Moods. Si dos semanas antes se había reunido con varios de los nombres vivos más importantes del bebop —Sonny Stitt y Max Roach entre ellos— para darse un homenaje en The Bop Session y el día anterior había grabado con Oscar Peterson y Roy Eldridge Jazz Maturity…Where It's Coming From, el 4 y 5 de junio de 1975 se juntaba con Machito y su orquesta y asaltaban cuatro temas escritos y arreglados por Chico O'Farrill, quien a su vez dirigía a los intérpretes.

Oro, incienso y mirra es la suite de quince minutos que abre el elepé, aromático latin jazz que no renuncia a los garabatos atonales o a que el bajo, el sintetizador y el piano eléctrico convivan con todo tipo de instrumentos de viento y percusión; es decir, a que la música de baile y la vanguardia se fundan de manera ambiciosa y creativa sin miedo a hacer el ridículo. Agrupadas bajo el epígrafe de Three Afro-Cuban Jazz Moods, las tres piezas que completan el trabajo —Calidoscópico, Pensativo y Exuberante— introducen elementos de rock y de funk, suman la batería y duran juntas lo mismo que su predecesora. No tan brillantes o necesarias como ella, se escuchan con placer y su ejecución es notable.

Aun padre del bebop, siempre demostró Dizzy Gillespie interés por los sonidos y ritmos cubanos y latinos en general, además de las ganas de aportar su maravillosa trompeta a proyectos diversos que no les estancaran como artista. Sin duda, este Afro-Cuban Jazz Moods es uno de ellos: la marimba y el clavinet o clavicordio eléctrico de Machito, la prestancia y el sabor de su orquesta y la habilidad compositora de O'Farrill convergen en los labios y la boquilla de uno de los músicos definitivos de la historia del jazz y dan con un disco interesante, gozoso y peculiar. De los que gustan más de lo que un análisis escrito, metódico y con afán supuestamente objetivo puede expresar.

jueves, 26 de diciembre de 2019

Dizzy Gillespie And The Mitchell-Ruff Duo In Concert


No creo que muchos aficionados conozcan o recuerden esta grabación en vivo de 1971 en la que Dizzy Gillespie comparte escenario con Dwike Mitchell y Willie Ruff, o el Mitchell-Ruff Duo. Si del primero, pianista, no hay apenas vida conocida fuera de su dúo, al contrabajista y trompista le podemos escuchar en varios trabajos, entre ellos los míticos Miles Ahead y Porgy And Bess de Miles Davis y Gil Evans y el Songs Of Leonard Cohen del autor canadiense. Ya el primer tema (Con alma) nos enseña a un Gillespie cálido e inspirado, cerca de nueve minutos para disfrutar de su trompeta, las teclas de Mitchell y el contrabajo de Ruff. Dartmouth Duet (con Ruff a la trompa) y el mítico Woody'n You (aquí con el apóstrofo después de la n) parecen hermosas miniaturas en comparación con los más de once minutos de Blues People, placentera y cómplice inmersión en la raíz de todas las músicas negras norteamericanas. Sigue habiendo mucho blues y un trío con ganas de agradar a la audiencia en Bella Bella, remate de un buen plástico que, sin ser imprescindible, cuando se tiene se retoma gustosamente alguna que otra vez. 


Sin el In Concert y con portada diferente, el álbum se iba a reeditar en 1991 añadiendo tres temas registrados meses después que, en ausencia de Dizzy Gillespie, presentaban al dúo acompañante homenajeando al maestro Billy Strayhorn mediante versiones de Take The "A" Train, Chelsea Bridge y Raincheck. Excepto por el breve acercamiento a esta última pieza, que protagonizan trompa y piano, es un expresivo hasta la médula Dwike Mitchell quien monopoliza la pasión del dúo por el colaborador de Duke Ellington y compositor excepcional. Unos extras la mar de apetitosos a pesar de no hallar en ellos a uno de los músicos claves en la revolución jazzística de los años cuarenta.

lunes, 27 de julio de 2015

The Trumpet Summit Meets The Oscar Peterson Big Four


Recuerdo que cuando compré este disco tuve que leer los nombres varias veces para asegurarme de que no estaba delirando: ¿Dizzy Gillespie, Freddie Hubbard, Clark Terry, Oscar Peterson, Ray Brown, Joe Pass y Bobby Durham juntos en un álbum del que servidor nada sabía? Pero la foto de la portada era taxativa: Clark tocando el fiscorno en primer término mientras que Dizzy y Freddie —perdón por la familiaridad— miraban al infinito en segundo sujetando sus trompetas. Como terminaban de corroborar el título y lo créditos —The Trumpet Summit Meets The Oscar Peterson Big Four—, tres de los mejores trompetistas de todos los tiempos y el cuarteto de Oscar Peterson, producidos por Norman Granz, se habían reunido el 10 de marzo de 1980 en Hollywood para retornar a los viejos tiempos de las jam sessions.

Según cuenta el propio Granz, el encuentro con Freddie Hubbard un año antes en un festival de jazz en Inglaterra fue el detonante de tan deslumbrante sesión, pues Hubbard le habló de las ganas que tenía de grabar con Oscar Peterson "para volver a tocar algo de jazz auténtico, y no esta mierda en la que estoy ahora metido". Estas sinceras y duras palabras de Hubbard retratan perfectamente al artista profesional que tiene que vender y devaluar su talento para que el capricho de las modas le dé de comer, a pesar de contemplarle un currículum que, en el caso del autor de Red Clay es, sumando carrera individual y colaboraciones, uno de los cuatro o cinco más brillantes de la historia del jazz.

El tesón de Norman Granz —las reticencias de Gillespie, por ejemplo, fueron vencidas inmediatamente al saber el nombre de quienes le iban a acompañar— configuró el septeto ad hoc e hizo que Freddie Hubbard pudiese "volver a tocar algo de jazz auténtico" con Oscar Peterson… y cinco monstruos más. Bebop, hard bop y blues suenan cálidos y clásicos, llegándonos el eco del pasado sabroso y fresco, no rancio o apagado. Los solos de los vientos son estupendos, a veces incluso resplandecientes, sustituyendo Terry la trompeta por el fiscorno en dos de los cuatro temas. Si bien el protagonismo de "la cumbre de trompetas" es indiscutible, la compañía del piano de Peterson, la guitarra de Pass, la batería de Durham y el contrabajo de Brown deviene igual de impoluta y hermosa, dando lugar a un disco realmente magnífico aunque resulte de celebrar tiempos pasados y mejores, ésos que Freddie Hubbard sabía que morirían cuando músicos como él o los que le acompañan dejasen de existir. Como si viniese a certificarlo, incapaz de vencer a la diabetes, Clark Terry ha sido el último en decir adiós este mismo 2015 a sus 94 años. A su memoria, por supuesto, va dedicado este texto.

miércoles, 20 de marzo de 2013

The Bop Session



En nada cambió la historia del jazz, por supuesto. Pero en nada la empeoró tampoco. Reunidos en Nueva York —¿dónde si no?— en mayo de 1975, estos seis inmejorables representantes no solo del bebop, sino de la mejor música del siglo XX, demostraban en The Bop Session que, superado por todos el medio siglo de vida, su categoría se mantenía intacta. Dizzy Gillespie (trompeta), Sonny Stitt (saxos alto y tenor), Max Roach (batería), Percy Heath (contrabajo) y John Lewis y Hank Jones (piano, dos temas el primero, cuatro el segundo) atacan el mismo número de composiciones inmortales para sacarles brillo por enésima ocasión.

La primera cara la forman nada más y nada menos que Blues 'N Boogie, Confirmation y Groovin' High, a partir de los cuales Stitt y Gillespie generan improvisaciones excelentes a las que solo se les puede achacar no salirse del guión previsto (y en el fondo esperado, no seamos hipócritas) por cualquiera. Hank Jones se muestra especialmente cálido en el segundo corte y Roach y Heath —tampoco aquí puede haber sorpresas— se apoderan del ritmo y lo manejan a su antojo con exquisitez superlativa. Otro trío de ases puebla la cara B: Lover Man, All The Things You Are y Lady Bird. La monumental balada es momento para que el saxo tenor de Stitt y la trompeta de Gillespie enseñen que no han olvidado el arte de la sugerencia, mientras que la escucha del resto del álbum nos confirma una sensación de déjà vu armónica y positiva: la de los intérpretes que vuelven sobre sus pasos para reafirmarse en lo por ellos creado y expandido, no por dejadez o falta de ideas, sino convencidos de que nadie lo puede hacer mejor que ellos mismos; para continuar con esa "construcción infinita cuyo placer no está en el remate sino en la reiteración exploradora", adjudicada por Julio Cortázar en El perseguidor a Johnny Carter, su trasunto de Charlie Parker, la figura que falta en la foto de la portada de esta sesión. Veinte años después todavía se le echaba de menos, sí, aunque seis de sus contemporáneos nos recordaran en The Bop Session lo que aquella generación hizo por el jazz: liberarlo y transformarlo.

viernes, 22 de febrero de 2013

Swing Low, Sweet Cadillac


Quien espere aquí al Gillespie más álgido de los años cuarenta y cincuenta puede verse algo decepcionado; quien, sin embargo, se conforme con un muy buen disco en directo de uno de los mejores trompetistas de todos los tiempos, que no se lo piense dos veces si tropieza en alguna tienda de música —espacios en extinción, por desgracia— con Swing Low, Sweet Cadillac, que selecciona en su media hora larga cinco temas de las dos actuaciones que Dizzy Gillespie y su quinteto llevaron a cabo en el Memory Lane de Los Ángeles el 25 y 26 de mayo de 1967.

El elepé se abre con el tema que le da título, escrito por Gillespie a partir de Swing Low, Sweet Chariot, un clásico espiritual del siglo XIX. Los tres primeros minutos del mismo son utilizados por Gillespie y James Moody —cubiertos por el bajo de Frank Schifano y la batería de Candy Finch— para realizar una especie de parodia simpática de los cantos rituales. Terminada ésta, se hace el primero con su trompeta y el segundo con su saxo tenor —el piano de Mike Longo ya se ha colado entretanto— para que el quinteto retoce con moderación antes de que Moody y Gillespie vuelvan a usar sus cuerdas vocales al final del corte. Continúa la alegría a ritmo de samba con la versión de la archifamosa Mas que nada de Jorge Ben. Bye (Gillespie) y Something In Your Smile (Leslie Bricuse) son dos miniaturas que escasamente superan los cuatro minutos entrambas, y cuyo máximo atractivo es escuchar a Dizzy cantando la segunda con una, llamémosla así, seriedad burlona.


Queda reservado para el final el cuarto de hora de Kush, el momento más brillante de la grabación, y que como tal merece párrafo aparte. Gillespie dedica su composición a la "Madre África", dando paso a una obertura protagonizada por la flauta de James Moody. Terminada ésta, Schifano y su bajo marcan el ritmo que seguirá el tema mediante un sencillo ostinato sobre el que improvisarán Gillespie, Moody (ahora al saxo alto) y un Longo particularmente expresivo pulsando las teclas, aun cuando sus compañeros también se luzcan.

Uno de los primeros discos de Dizzy Gillespie en los que encontramos el bajo eléctrico entre los instrumentos incluidos, Swing Low, Sweet Cadillac no es una obra maestra del genial músico —ya lo hemos advertido—, pero garantiza entretenimiento y calidad mientras lo reproducimos. Cualidades suficientes para que tenga sitio en Ragged Glory.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Diz And Getz


Auténtico, aunque amistoso, choque de titanes del bebop y el cool, Diz And Getz, si bien verá la luz en 1955, recoge la reunión del trompetista y el saxofonista en diciembre de 1953, en Hollywood, y en mayo de 1954, en Nueva York. Acompañados por el trío de Oscar Peterson (además del pianista, Ray Brown al contrabajo y Herb Ellis a la guitarra) y el gran Max Roach a la batería, el disco resultante de ambas sesiones es un clásico del jazz cuya belleza —desafiando corsés estrictos— no se marchita casi seis décadas después. Obviamente, en una grabación en la que se encuentra Dizzy Gillespie, es difícil que él no sea la estrella, pero aquí Stan Getz logra estar a la altura de su partenaire. Escuchen a ambos, por ejemplo, y separados por unas notas del piano de Peterson, en la preciosa It's The Talk Of The Town: qué clase, qué sensibilidad, qué gusto; sean testigos de cómo dan nueva vida al irresistible It Don't Mean A Thing (If It Ain't Got That Swing) de Duke Ellington; o, sencillamente, caigan rendidos ante su arte total, tras una primorosa intervención de Peterson, en Impromptu, composición de Gillespie en la que no ceja, aun en segundo plano, la guitarra rítmica de Herb Ellis. Y esto es sólo parte de lo que encontrarán en el elepé, pues no hay en Diz And Getz momento malo o de relleno o ejecución mediocre alguna. Si se fían de nuestro criterio, háganse con él.
 

martes, 27 de septiembre de 2011

In The Beginning

La era digital ha traído y —esperemos— seguirá trayendo miles de remasterizaciones del jazz y el blues registrados antes de los años cincuenta, para gozo de estudiosos y aficionados. Pero no por eso hemos de desdeñar los esfuerzos que ya en tiempos analógicos se hacían para salvaguardar los tesoros de tan inabarcable territorio. No hay mejor ejemplo, por sonido y contenido musical, que el doble elepé que bajo el título de In The Beginning puso en circulación Prestige Records en 1973. Remasterizados por Mike Reese, los veintitrés cortes que contiene fueron originalmente singles a setenta y ocho revoluciones por minuto, se presentan ordenados cronológicamente y, a excepción de los tres últimos (que son de 1950), todos se grabaron en 1945 y 1946, cuando "los Estados Unidos y el mundo —tal y como recuerda Ralph J. Gleason en las notas interiores— estaban en medio de una enorme agitación social que se caracterizaba por la ebullición, el caos y la alegría del final de la Segunda Guerra Mundial. No era obvio, pero el mundo estaba cambiando tan drásticamente que las cosas ya nunca serían lo mismo".

Aun limitados como estaban por la constricción que imponía el formato (pocos temas superan los tres minutos), escuchamos aquí a grandes del bebop —no están Thelonious Monk ni Max Roach pero está Charlie Parker— girando alrededor de la trompeta de Dizzy Gillespie, nexo del movimiento que se genera y aglutina en torno a tan rompedor y esencial estilo. El primero de los dos vinilos presenta a Gillespie en quinteto o sexteto aplicándose a composiciones míticas del trompetista como Blue 'N' Boogie, Groovin' High, Dizzy Atmosphere o Salt Peanuts; y ajenas como All The Things You Are o la maravillosa balada Lover Man, cantada por Sarah Vaughan. Sin negar el protagonismo a Gillespie, es también todo un placer escuchar a Charlie Parker y Sonny Stitt al saxo alto, a Al Haig al piano o a Ray Brown al contrabajo. En el nervio y el brío de la música está ya muy desarrollado el germen que dará vida —consecutivamente— a cool, hard bop, jazz modal y free jazz; o lo que es lo mismo: las bases de todo el jazz posterior.

En el segundo elepé nos encontramos con una big band ocupando toda la primera cara y la mitad de la segunda. Contrario en principio al espíritu del bebop, Gillespie y sus compañeros introducen elementos del nuevo jazz en el universo de las orquestas con resultados muy estimulantes, incluso espectaculares en temas como Things To Come o Emanon. Los tres cortes finales retoman a Dizzy Gillespie en sexteto, pero, como decíamos, unos años después. No son grabaciones tan extraordinarias como las contenidas en el primer disco, pero, desde luego, no están nada mal. (Y además nos descubren, en concreto en She's Gone Again, que Gillespie ya hacía rock and roll antes de que éste naciese.)

Hasta donde yo sé, este álbum doble jamás ha conocido reedición digital, pero, por fortuna, en los años ochenta se publicó un CD, Shaw 'Nuff, que reúne el mismo material que contiene In The Beginning excepto la sesión de 1950. Sea cual sea el formato, no creo que a nadie extrañe que la música que recoge sea mucho más revolucionaria que casi todo lo que podemos escuchar a día de hoy. Así están las cosas.

domingo, 24 de enero de 2010

Have Trumpet, Will Excite

Lo primero que llama la atención al aficionado que se acerca a Have Trumpet, Will Excite —a pesar de lo odioso de las comparaciones— es que fue grabado y publicado en 1959, el mismo año en que Miles Davis hacía lo propio con Kind Of Blue. Mientras Davis revolucionaba el jazz con aquel trabajo taciturno y perfecto, Dizzy Gillespie reincidía en lo ya conocido y hecho mucho mejor hacía años por los dos trompetistas, Charlie Parker, Max Roach, Thelonious Monk y unos cuantos privilegiados más. ¿O quizá esta afirmación es injusta?

Digámoslo desde ya: Have Trumpet, Will Excite no se acerca ni de lejos al majestuoso Kind Of Blue, pero estamos hablando de carreras y músicos diferentes, cada cual con su sensibilidad particular. Gillespie y el bebop fueron influencia esencial en Davis, aunque el genio de éste le llevaría a lugares a los que nadie pudo llegar. El músico de Carolina del Sur estaba más interesado en los ritmos afrocubanos y su carácter era más expansivo que el de Miles Davis. Nada tiene de malo, además, profundizar en tu estilo, cuando éste es único y nadie lo va a desarrollar mejor que tú.

La trompeta de Gillespie suena realmente bien en los ocho cortes del álbum, bien sea insuflando aires latinos al clásico de Cole Porter My Heart Belongs To Daddy y a la composición propia Woody 'N' You o en temas como St. Louis Blues (compuesto por W. C. Handy, y que ya interpretara en 1929 el otro gran trompetista norteamericano del siglo XX: Louis Armstrong). Le acompañan Les Spann a la guitarra (y flauta llena de groove en Moonglow), Junior Mance al piano, Lex Humphries a la batería y Sam Jones al contrabajo. Buena compañía para este recomendable disco de Dizzy Gillespie… independientemente de que su alumno Miles Davis grabara dos meses después Kind Of Blue.