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lunes, 20 de mayo de 2024

Psychonaut

Nueva formación, nuevo país de grabación y nueva música. Eso es lo que encontramos en Psychonaut (1971), el segundo disco de Brainticket, alejado de la violencia electrónica de su debut (Cottonwoodhill), aunque sin abandonar el prurito vanguardista, y poseedor de un discurso estético variado que tendrá su continuación en el tercer elepé de la banda, el también excelente Celestial Ocean. Solo queda el belga Joël Vandroogenbroeck como nexo con el grupo que ha registrado Cottonwoodhill, sin embargo su peso específico es muy grande al encargarse de la composición, los arreglos, el piano, el órgano, el sitar, la flauta (que también toca el bajista Martin Sacher) y alguna cosa más un tanto extraña.

De los Duriun Studios de Milán va a salir un álbum lleno de matices que abren inseparables From Another Planet y Radagacuca, folk psicodélico e hipnótico en el que sitar, flauta y percusión predominan a excepción de un tramo final en el que las guitarras acústica y eléctrica de Rolf Hug, la batería de Barney Palm y el órgano de Vandroogenbroeck endurecen el tema o lo hacen más roquero. Piano y percusión mandan en One Morning, canción muy especial cercana a la new age. Watchin' You se debate entre el space rock y el hard progresivo para cerrar la primera cara, brillando Hug a la seis cuerdas eléctricas y confirmando que estamos ante un trabajo de amplio calado y muy diversos sonidos, como se empeñan respectivamente en afirmar el sitar, primero, y el órgano, segundo, que se adueñan en solitario del último minuto del tema.

La segunda cara sigue la vía del rock (psicodélico) con Like A Place In The Sun, que cuenta con un breve solo de batería de Palm en su discurrir por si faltaban elementos en el disco. Las palabras habladas de Vandroogenbroeck y Carol Muriel enlazan con  el "ooohh… ooohh…" (tal cual en los créditos) de la segunda al comienzo de Feel The Wind Blue, vuelta al folk psicodélico asimismo cantado por Jane Free. Único instrumental del lote, Coc'o Mary es una pieza arrolladora y perfecta para despedir Pshyconaut mediante sus prominentes y retumbantes percusiones y su significativo órgano. El adiós de un conjunto sobresaliente que sigue llamando la atención por sus múltiples aristas y su personalidad poliédrica.



lunes, 30 de diciembre de 2019

Celestial Ocean


El viaje de los faraones egipcios tras la muerte es el asunto que vertebra el fascinante tercer elepé de Brainticket, Celestial Ocean (1973). Liderado y fundado por el belga Joël Vandroogenbroeck, que reside en Italia cuando se graba el disco que nos ocupa, el grupo se ha convertido en un trío que completan Carole Muriel y Barney Palm, músicos ambos que ya habían participado en el anterior Psychonaut. De educación clásica, Vandroogenbroeck buscará desde joven sus conexiones con expresiones sonoras populares (sin desdeñar sus raíces cultas), bien a través del jazz en los años cincuenta o del krautrock a finales de los sesenta, experiencia ésta que devendrá fundamental a la hora de establecer los parámetros estéticos que guiarán la obra de Brainticket.


Dividido en ocho temas (cinco en la primera cara, tres en la segunda) que se suceden sin interrupción, Celestial Ocean, entre lo ontológico, lo onírico y lo lisérgico, se desplaza a la antigüedad egipcia utilizando métodos de estricta vanguardia. En efecto. Egytian Kings abre el álbum con un pasaje de música concreta que, sin cambiar de corte, se transforma en pop progresivo y electrónico. Difícil de especificar dónde acaba la primera y dónde empieza la segunda, Jardins y Rainbow proponen un folk matizadamente atonal en el que la cítara, la guitarra, la flauta y la palabra hablada crean una atmosfera embelesadora. Los teclados, sintetizadores, percusiones y generadores electrónicos se olvidan de los matices y se introducen en la atonalidad más experimental en la extensa Era Of Technology, trayendo a la cabeza del oyente cultivado adalides del kraut como Faust o Can y de la música clásica del siglo XX como Pierre Schaeffer, Luciano Berio o Pierre Boulez. Flauta y cítara se suman en To Another Universe a los instrumentos de la composición que la ha antecedido, rebajando la intensidad para transportarnos con calma hipnótica a ese universo paralelo.


Sobrevuelan los surcos de una segunda cara algo más breve que la primera, pero igual de espléndida, los ecos de Popol Vuh, Gong y los Kraftewrk previos a Autobahn. The Space Between —pieza dominada en su primer tramo por un secuenciador o similar que se hace pasar, valga la comparación, por un violín sonando como una sierra— apuesta por un ambient muy creativo que va de lo industrial a lo étnico, mientras que Cosmic Wind retoma el space folk de Jardins y Rainbow en su línea instrumental, sonora y estilística. Los reyes egipcios y su mundo funerario, el universo, el espacio, el cosmos, el más allá…, todo desemboca en Visions: ¿sueño o realidad? Desarrolla un Vandroogenbroeck cercano a la new age sus dotes de pianista avezado que cuela alguna escala que huele a swing y rompe con su caudal melódico de teclas nostálgicas el discurso psicodélico de Celestial Ocean, recuperado en el último momento mediante sintetizadores y voces que llaman a los reyes egipcios.


El diseño de la carpeta abierta (del propio Vandroogenbroeck) que protege el vinilo y los textos místicos de Muriel que llevan portada y contraportada potencian dicho discurso, el de un elepé bellísimo de una banda realmente especial dentro de un movimiento tan original y rompedor como el del krautrock. En esta ocasión con Joël Vandroogenbroeck a los teclados, sintetizadores, flauta, guitarra y voces; Barney Palm a las percusiones, voces y armonio; y Carole Muriel a la cítara, sintetizadores, instrumentos electrónicos y voces.