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miércoles, 6 de noviembre de 2019

Rocks My Little World



Será su tercer disco (Time For Answers) el que —extrayendo todas las potencialidades y matices del grupo— encumbre artísticamente a Biscuit, pero con su segundo (Rocks My Little World, 2003) la banda catalana ya había dado un paso adelante en su cruce de high energy y power pop. Producido por el maestro Santi García, el álbum suena como un cañón, rock de querencia setentera e inmediata en el que se puede rastrear a Dead Boys, Big Star, Beatles (cita a Birthday incluida en la inicial The Sound), MC5, Cheap Trick, Byrds, Jayhawks, Radio Birdman, Ramones, Dictators, Neil Young o Jimi Hendrix, si bien no se atisba en el cuarteto la menor intención de vivir de las rentas ajenas. Electricidad y melodía van de la mano mientras las composiciones siempre certeras y propias (a excepción de la versión del Alone With You de los Sunnyboys) se suceden ágiles y variadas. El brío y la calidad de las interpretaciones se mantendrá en futuras entregas de Biscuit, solo que su paleta sonora y compositiva se ampliará para dar con una serie de joyas del rock and roll hecho de España que únicamente tienen la suerte de conocer unos pocos. No por ello nos olvidamos del este notable Rock My Little World.

jueves, 27 de octubre de 2011

Time For Answers


Afirmaré con prudencia que algunos de los mejores discos que ha parido la música rock en estos escasos once años que llevamos de siglo han nacido en España. O si se quiere, rebajando la afirmación, que el rock hecho en este país que lleva lustros resquebrajándose sin acabar de romperse se defiende con suficiencia si lo comparamos con el que se produce en otros lares. Entre las cosas que nos unen mayoritariamente están el AVE y el fútbol. Entre las que todavía tejen lazos culturales minoritarios, el rock.

Mal visto por la dictadura, los discos que se publicaban de la música del diablo entraban con cuentagotas, tarde, dispersos y desordenadamente. Por si con esto no hubiera suficiente, la censura se encargaba de completar el desaguisado. Es por ello que, a pesar de las excepciones por todos conocidas (llámense Brincos o Máquina!, por abrir mucho el abanico echando un vistazo rápido), tiene el rock en la España franquista —sin negar su carácter de pequeña resistencia (más que cultural) y el mérito de los que lo practicaban— algo del aire cutre y casposo que sopla en la península, lo que no entra en contradicción con el análisis pormenorizado e individualizado de todas y cada una de las propuestas musicales de aquellos años —ardua labor de historiador—, cuyo resultado dé lugar a mejores o peores valoraciones técnicas y estéticas.

Para cuando la democracia se asienta, las obras maestras del periodo clásico del rock and roll (1955-79) ya asoman con mayor normalidad en las tiendas de discos, y empieza a surgir una pasión enorme en España por un género que según dicen ha muerto o —matizando— para el que cualquier tiempo pasado fue mejor. Durante las dos últimas décadas dicha pasión no ha mermado —concentrándose ha aumentado—, pero ha ido reduciéndose a colectivos menos numerosos, aunque auténticos conocedores de la materia y cada vez mejor formados. Grupos y solistas se lanzan a poner en práctica ese conocimiento —negándose a habitar solamente el mundo de la teoría—, regurgitando rockabilly, soul, pop, high energy, kraut, psicodelia, hard, punk y todo lo que se ponga por delante. Y por si fuera poco, muchos de ellos lo hacen en un inglés bastante decente. Obviamente, originalidad es difícil de encontrar, pero calidad la hay a raudales.


¿Que adónde quiero llegar con tan prolongada, inopinada y quizá discutible introducción? Pues a 2005 y a Time For Answers, sobresaliente grabación del combo catalán Biscuit, en el que se encuentran las características citadas en el párrafo anterior con resultados espectaculares, y que me atrevo a comparar (y comparo, que diría Adolfo Suárez, ya que hablamos de nuestra historia reciente) con cualquier disco de Wilco, The Soundtrack Of Our Lives, Black Crowes, Hellacopters u otro nombre que se les ocurra para ocupar el hipotético podio del rock contemporáneo. Alimentado por las mejores recetas de los sesenta y setenta, el tercer disco de Biscuit mejora lo que ya enseñaba el anterior Rocks My Little World. Canciones estupendas, armonías vocales de primera categoría, instrumentación medida y exacta, aunque con el necesario desenfreno de cuando en cuando, y arreglos de órgano, moog, mellotron, piano, trompeta, saxo, maracas, congas, pandereta, slide y steel que colorean el álbum hasta elevarlo a la categoría de indiscutible. Personalmente, no lo oculto, preferiría a los cuatro catalanes cantando en castellano, pero la deslumbrante belleza de Time For Answers me invita a olvidarlo.

Producido por el indispensable Santi García, suena todo tan redondo, existe tal convencimiento, que la sensación de déjà vu se evapora con la propia escucha, aunque ésta nos informe de los lugares en los que ha aprendido Biscuit. Gracias a bandas así podemos decir que, al menos en nuestro país, el rock and roll continúa muy vivo. ¿Que su mejor momento quedó atrás? Difícil de negar, pero cuando uno tiene delante trabajos bordados con tal gusto y cariño, cuyo resultado no puede menos que ser calificado como exquisito, se da cuenta de que siempre habrá excepciones que nos recuerden lo sabroso que sigue siendo comerse una buena manzana, porque no todas son iguales y puede haberlas (mucho) peores. Muerdan, muerdan.