miércoles, 21 de noviembre de 2018

La figura de cartón: doce relatos rompedores

Julián Campos sobre Madrid 3 en Ruta 66, 2005: (…) el autor se sumerge en la realidad circundante y describe la más cínica autodestrucción de unos personajes que enseguida reconocemos, atrapados en la fútil cotidianidad de la precariedad laboral, los pisos compartidos y los destinos inciertos.

Pablo Iglesias sobre En los antípodas del día en Jot Down, 2015: Hay un libro maravilloso (…) donde [Gonzalo Aróstegui Lasarte] cuenta sus experiencias como teleoperador nocturno de Vía Digital. Y lo cuenta con enorme conciencia de clase. Explica cómo funcionan las relaciones laborales allí, la precariedad de los trabajadores, incluso las envidias y las lucha entre ellos, la intervención de los sindicatos y cómo eso también genera competiciones porque el papel de los sindicatos muchas veces es feo.

Lo prometido es deuda, así que vamos allá. Como muchos sabéis, además de llevar diez años escribiendo en Ragged Glory, he publicado dos novelas, Madrid 3 (2004, Edición Personal) y En los antípodas del día (2012, Baile del Sol), de las que tenéis más información en el lateral de blog. Pues bien, para que mi tercer libro vea la luz, he lanzado una campaña de crownfunding o micromecenazgo a través de libros.com. En La figura de cartón. Relatos de juventud, dolor y violencia podréis encontrar a Bob Dylan, Lou Reed e Iggy Pop en el País Vasco. Leeréis acerca del regreso de Teresa, de una partida de cartas, de una extraña figura de cartón y del triunfo de las máquinas. Veréis cómo una chica asume la precariedad laboral, sabréis que pasó en febrero de 1977 o por qué alguien está harto. Y solo faltará una guitarra eléctrica, un antidisturbios y un escritor que decide autoeditarse —tres armas bien diferentes— para completar el cuadro. Me gustaría que me apoyarais haciéndoos mecenas aquí. Existen diferentes recompensas, desde la reserva del libro hasta el manuscrito original entre otras. Si entre todos logramos el objetivo podréis disfrutar de doce relatos sin pelos en la lengua. Ya hemos llegado casi al 25% gracias al apoyo de más de veinte mecenas, ¡cuento también con vosotros!

domingo, 18 de noviembre de 2018

Un proyecto con muchas letras


¿Qué hacen Bob Dylan, Lou Reed, un antidisturbios y una figura de cartón, entre otras personas y objetos, reunidos en una isla vasca en febrero de 1977? Paciencia, muy pronto lo podréis saber y formar parte del proyecto que hay alrededor. Los años escribiendo no pasan en balde; las horas de lectura, los discos escuchados, las experiencias vividas o las historias oídas, tampoco. En breve más información sobre Iggy Pop, Teresa, una guitarra eléctrica, las máquinas y el hartazgo existencial… o unas cuantas palabras a su alrededor. Mientras tanto, que el espíritu de los Undertones os guíe e ilumine.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Hollywood Town Hall


El salto de Twin/Tone a American Recordings iba a significar el comienzo de la etapa de gloria de los Jayhawks, ésa que hizo del grupo norteamericano uno de los nombres indispensables del rock de los años noventa. Hollywood Town Hall (1992) será su primer disco para el sello de Rick Rubin, una esplendorosa colección de canciones "de una delicadeza indescriptible", sirviéndonos de las palabras de Juanjo Mestre, que —¡oh, paradoja!— aquí vamos a tratar de glosar. Rock herido de country que desciende de los Byrds, Neil Young o los Flying Burrito Brohers y conecta asimismo con Long Ryders o Cowboy Junkies, aunque esto sea casi evidente, el de los Jayhawks en su tercer intento es el de una banda madura que se deshace de las influencias para integrarlas en un sonido propio que, aun refiriéndose a décadas pretéritas, no tiene nada de rancio y anticuado. La calidad compositiva de Mark Olson y Gary Louris la atestiguan sin altibajos las diez canciones que hallamos, pero es para mi gusto en Crowded In The Wings, Take Me With You (When You Go), Wichita y Nevada, California cuando alcanza —la emoción desaforada— niveles de hazaña pop. Las voces de Louris y Olson, las guitarras eléctricas del primero, las acústicas del segundo, el bajo de Marc Perlman, la batería de Ken Callahan (y la de Charlie Drayton cuando le sustituye) suenan de lujo producidos por George Drakoulias, al igual que el piano y el órgano de los invitados: nada más y nada menos que Nicky Hopkins y Benmont Tench. Si bien su siguiente álbum, el excepcional Tomorrow The Green Grass, es considerada unánimemente su obra maestra, la banda de Minnesota ya volaba muy alto con este fantástico Hollywood Town Hall. Ajena, por supuesto, al grunge que todo lo reventaba a la sazón.

lunes, 12 de noviembre de 2018

The Last Album


Construido con la sobras de Music Is The Healing Force Of The Universe, grabado a finales de agosto de 1969, The Last Album se iba a publicar en 1971, meses más tarde del trágico final que significó el suicidio de Albert Ayler con solo treinta y cuatro años. Tajante, seco y realista, el título del álbum informa de un hecho objetivo contra el que nada se puede hacer, así que, sabiendo que la resurrección carnal no es posible, se rescatan los sonidos aparcados para recordar al artista irredento y extremista que fue el autor de Spiritual Unity. Que la descripción científica no nos impida ver, de todos modos, el grito de socorro poético que hay detrás de las interpretaciones de Ayler, a sabiendas de que —probablemente— nadie iba a responder y de que, si lo hiciera, él mismo rechazaría la oferta de ayuda incapaz de asimilarla. 


Piobaireachd, free jazz y blues eléctrico convergen en el magnífico y radical Untitled Duet, apertura implacable que corre a cargo de la gaita de Ayler y la guitarra de Henry Vestine, que venía de participar en el mítico festival de Woodstock con su grupo, Canned Heat. Mary Parks, pareja de Ayler que firma la composición de todos los temas (cinco en solitario, dos en compañía), canta en Again Comes The Rising Of The Sun, en compañía de un Ayler que cambia gaita por saxo tenor para asfixiarlo respaldado por la base rítmica y el piano. All Love mantiene el pulso free durante nueve minutos, aunque sin Parks y con Stafford James tocando su contrabajo con el arco. Toiling recupera a Vestine, y el grupo nos regala un delicioso blues en el que Bill Follwell se hace con el bajo. Desert Blood, Birth Of Mirth y Water Music completan el trabajo incidiendo en el discurso del segundo y el tercer corte, si bien en el primero de los tres Ayler añade su voz al saxo tenor, y en el tercero Muhammad Ali no nos obsequia con su frenético baqueteo, lo que da mayor prominencia al piano de Bobby Few.


Aun hecho de descartes, The Last Album informa igual y póstumamente de la creatividad feroz de un músico que no debió morir tan pronto, pues hubiera podido aportar mucho al lenguaje jazzístico de los años setenta. Sin embargo, el dolor y el ahogo de los que nacía su arte hicieron que la vida necesaria para desarrollarlo fuera tristemente segada por quien era su único valedor. El genial Albert Ayler.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Both Directions At Once. The Lost Album


Como si de un milagro se tratara, la noticia, conocida en la primavera de este 2018, de que se iba a publicar un álbum perdido de John Coltrane registrado cincuenta y cinco años atrás superaba, en palabras del periodista Iker Seisdedos, "los sueños más salvajes de los aficionados". Y no era para menos. La información previa a que el plástico se pusiera a la venta hacía salivar a cualquiera: una grabación del cuarteto mágico de Trane del día anterior a la sesión de la que saldría el magistral elepé junto con Johnny Hartman y, por supuesto, en el mismo estudio de Rudy Van Gelder en Nueva Jersey. Las alarmas se disparaban y solo cabía esperar —sin destrozarse las uñas o despertarse de madrugada comido por la ansiedad— a que Both Directions At Once. The Lost Album cayera en la manos del admirador compulsivo (como es mi caso) del creador de Ascension.


Catado a fondo durante varias semanas por quien esto escribe, es evidente que las expectativas no se ven defraudadas lo más mínimo si uno tiene claro por dónde andan en ese momento Coltrane y los suyos: antes de la radicalización de A Love Supreme y subsecuentes, pero en plena búsqueda e imparable avance. El cuarteto tiene todavía un pie en el jazz modal, el bebop y el hard bop, pero lanza dentelladas sobre el free jazz en el que quedará clavada totalmente la mandíbula de su líder los dos últimos años y medio de su existencia: ambas direcciones al mismo tiempo.


La primera toma de Untitled Original 11383 ejemplifica lo dicho mediante los solos consecutivos del saxo soprano de Coltrane, el piano de McCoy Tyner y el contrabajo de Jimmy Garrison, excelso con arco y con los dedos. El Nature Boy que cantara Nat King Cole se convierte en manos de Trane, Garrison y Elvin Jones (Tyner ausente) en una tensa pieza liderada por el tenor del primero. Untitled Original 11386, también en su toma número 1, muestra el lado más duro del cuarteto y deja sitio para que improvisen todos sus miembros (Coltrane de nuevo al soprano), excepto un Jones que derrocha talento con sus baquetas apoyando a sus tres compañeros. Vilia (toma 3), a partir de un fragmento de La viuda alegre de Franz Lehár, propone a una banda relajada que respira cool y hard bop.


La famosa composición del saxofonista de Hamlet Impressions (y título del elepé que Impulse! editará ese mismo año) inicia la segunda cara con la tercera versión de la jornada y un John Coltrane modélico al saxo tenor que ya no va a abandonar. Los once minutos y medio de Slow Blues son para mí el punto álgido de la grabación, delicioso blues hecho jazz (lento y modal) y gobernado por los dos solos de Trane, entre los que McCoy Tyner hace gala del buen gusto de sus manos. One Up, One Down (toma 1), culmina el trabajo en la línea poderosa de Untitled Original 11386, y con improvisaciones —por fin— del cuarteto al completo.


El segundo vinilo de la edición de lujo que yo tengo añade tomas alternativas de cuatro de los siete cortes comentados, todas ellas de mucho interés, aunque no tanto como para hacer mejor Both Directions At Once, perdido para el aficionado desde el 6 de marzo de 1963 y felizmente recuperado en pleno siglo XXI. Por supuesto, y de largo, el mejor disco que verá 2018: la llama de John Coltrane sigue ardiendo en el pebetero de los dioses.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Ragged Glory cumple diez años (13). Las palabras de Lorbada


Llego tarde. Sí, casi siempre sucede. Me pasa en mi vida cotidiana, en el trabajo, me afecta a los plazos burocráticos, a que se me peguen las sábanas en la cama y me despierte una hora después, cuando quiero cocinar para comer a las dos y son las tres y aún nada de nada, cuando descubro un grupo o un disco y soy el último mono en disfrutarlo y no me siento acomplejado por ello. Me acepto como una catástrofe natural. Aún me quedan cuatro episodios de The Sopranos y todavía no me he escuchado un disco completo de Tom Petty. ¿Y? Es muy emocionante ese cosquilleo de saber que te enfrentas a algo sagrado que el resto de los mortales conocen de "pe a pa" y asumir que ahora te toca a ti coger las riendas de ese caballo emocionante y ya curtido en mil batallas del que mucha gente habla.

Algo así me sucedió con Ragged Glory. Hace más de 5 años ya, en el meridiano de su andadura, me sedujeron para ver a los gloriosos Dogs D’amour en la Sala Caracol en Madrid allá por febrero de 2013. Entre los personajes que pudimos disfrutar de semejante torbellino en directo se encontraban algunos ilustres blogueros como Tyla DeVille, Savoy Truffle, Lu (luluonthebridge) o el susodicho Gonzalo. Un rato después comentando la jugada del concierto entre garito y garito de Malasaña no podía parar de preguntarle. Gonzalo lo mismo te hablaba del mítico concierto que vio de The Cramps con Motorhead de teloneros en el cual casi colapsa de emoción como de lo ególatras que eran la mayoría de personajes del mainstream que se autoproclamaban artistas. Como una tela de araña me atrapó lo gran conversador que era y sobre todo el jodido entusiasmo y fe que le ponía a cada coma y tilde que salía por su boca. Como es normal al día siguiente estaba devorando su blog.

Lo que allí había era un fiel reflejo de su autor. Como un knockout en cada post. Directo, a la mandíbula y certero. También rápido. No había entradas de más de 5 párrafos. Está el guitarrista onanista que se quiere lucir y hace un solo de guitarra de diez minutos y está el hacha que solo quiere comunicarte algo instantáneo para que lo que luzca sea la canción y el global de la música. Gonzalo era Chuck Berry en vez de Yngwie Malmsteen, no había duda. Y el rango dinámico de su conocimiento era y es apabullante. De los New York Dolls a Miles Davis; de Los Enemigos a Sam Cooke; de The Soundtrack of Our Lives a los New Bomb Turks! Con buena prosa, ritmo, enciclopédico, irónico y mordaz. Ni que decir tiene que poco después ya asaltaba el apabullante "En los antípodas del día", un libro de su autoría que pone los pies en la tierra a los idealistas como él con una buena dosis de realidad, no exento de mala baba pero con mucho corazón y bastante sentido común, algo muy necesario y deficitario en los tiempos que ahora vivimos. ¡Imprescindible!

En definitiva… Ragged Glory cumple una década mostrándonos brillantes fragmentos de la arqueología musical, con unos textos que son lo más parecido a un noticiario que no miente o a un disco que nunca te cansas de pinchar. Textos desde las entrañas y desde el entusiasmo que desprende alguien que cree en lo que escribe sin tapujos y sin artificios. No hay hipérboles ni circunloquios baratos. Hay claridad, entusiasmo y autenticidad. Y además ha conseguido cultivar mucha buena música en el corazón de cientos de personas. Diez años haciendo esto no solo es meritorio sino emocionante. Por todo ello, Gonzalo, ¡gracias! Felicidades por estos diez años tan bien cumplidos y larga vida a este tu blog, Ragged Glory.

NOTA: Lorbada es el autor del blog Búnker Sónico.