lunes, 12 de noviembre de 2018

The Last Album


Construido con la sobras de Music Is The Healing Force Of The Universe, grabado a finales de agosto de 1969, The Last Album se iba a publicar en 1971, meses más tarde del trágico final que significó el suicidio de Albert Ayler con solo treinta y cuatro años. Tajante, seco y realista, el título del álbum informa de un hecho objetivo contra el que nada se puede hacer, así que, sabiendo que la resurrección carnal no es posible, se rescatan los sonidos aparcados para recordar al artista irredento y extremista que fue el autor de Spiritual Unity. Que la descripción científica no nos impida ver, de todos modos, el grito de socorro poético que hay detrás de las interpretaciones de Ayler, a sabiendas de que —probablemente— nadie iba a responder y de que, si lo hiciera, él mismo rechazaría la oferta de ayuda incapaz de asimilarla. 


Piobaireachd, free jazz y blues eléctrico convergen en el magnífico y radical Untitled Duet, apertura implacable que corre a cargo de la gaita de Ayler y la guitarra de Henry Vestine, que venía de participar en el mítico festival de Woodstock con su grupo, Canned Heat. Mary Parks, pareja de Ayler que firma la composición de todos los temas (cinco en solitario, dos en compañía), canta en Again Comes The Rising Of The Sun, en compañía de un Ayler que cambia gaita por saxo tenor para asfixiarlo respaldado por la base rítmica y el piano. All Love mantiene el pulso free durante nueve minutos, aunque sin Parks y con Stafford James tocando su contrabajo con el arco. Toiling recupera a Vestine, y el grupo nos regala un delicioso blues en el que Bill Follwell se hace con el bajo. Desert Blood, Birth Of Mirth y Water Music completan el trabajo incidiendo en el discurso del segundo y el tercer corte, si bien en el primero de los tres Ayler añade su voz al saxo tenor, y en el tercero Muhammad Ali no nos obsequia con su frenético baqueteo, lo que da mayor prominencia al piano de Bobby Few.


Aun hecho de descartes, The Last Album informa igual y póstumamente de la creatividad feroz de un músico que no debió morir tan pronto, pues hubiera podido aportar mucho al lenguaje jazzístico de los años setenta. Sin embargo, el dolor y el ahogo de los que nacía su arte hicieron que la vida necesaria para desarrollarlo fuera tristemente segada por quien era su único valedor. El genial Albert Ayler.

2 comentarios:

  1. Tenía una idea muy vaga de este saxofonista, colocado en la cuarta o quinta fila de mis referencias musicales, aquellas que se limitan a la lectura de algún artículo escrito por allí o por allá, ya casi olvidado. Poca cosa, por no decir nula. Agradecido por tu entrada que renueva un interés adormecido. Aparte de tu texto he repasado su trayectoria en Allmusic (lo reconozco, lo más socorrido) y parece que su "Spiritual Unity" es lo más recomendable. Muy interesante la referencia a Henry Vestine.
    Por cierto, me he perdido a la Art Ensemble of Chicago y a Billy Cobham estos últimos días en el Festival de Jazz. Imperdonable.
    Abrazos,
    JdG

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  2. Aunque Allmusic no sea muy de fiar, Javier, "Spiritual Unity" es considerada unánimemente su obra maestra. Pero este "The Last Album" y "Music Is…" son tremendos. Por cierto que Allmusic pone bastante mal discos como el que comento o el "Om" de John Coltrane, cosa que me resulta incomprensible. Nos resarciremos viendo a los Supersuckers la semana que viene.

    Abrazos.

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