Hablábamos aquí la semana pasada de "singles de fuertes contrastes", en concreto de uno de Big Star, pero como ejemplo previo de dichas y adorables rodajas citábamos a los Stones, a los Ramones y a Black Sabbath. Sencillos de los dos primeros ya han sido glosados en Ragged Glory, pero no de los de Birmingham, cosa que hoy solucionamos. Y, sí, el contraste no es solo fuerte sino extremo. Sacadas ambas canciones del Master Of Reality de 1971, y acortadas para la galleta, Children Of The Grave y Solitude muestran a un cuarteto radicalmente diferente. La primera es uno de los clásicos del grupo, hard rock y heavy metal de riff inolvidable de Tony Iommi y batería y percusión prominentes de Bill Ward que no podían faltar en cualquiera de sus conciertos; Solitude, por el contrario, transita caminos de pop psicodélico y belleza triste y sosegada (adjetivos que no quieren contradecirse) que viven en los antípodas sonoros de su compañera de viaje sin perder un ápice de calidad o estatus sabático. Eran años de gloria para la banda inglesa y esta doble cara lo refleja con claridad.
jueves, 4 de enero de 2024
Children Of The Grave
lunes, 13 de marzo de 2023
Black Sabbath
No sé exactamente la impresión que causó en un oyente de 1970, pero sí puedo afirmar que la que sigue causando en mí en 2023 el comienzo de Black Sabbath es brutal. La lluvia, las campanas y los truenos precediendo al sobrecogedor riff de Tony Iommi antes de que la aparente calma liderada por los timbales de Bill Ward nos prepare para la entrada de esa voz… Sí, esa voz indescriptible e inconfundible de Ozzy Osbourne que completa el cuadro junto con el bajo de Geezer Butler, arrastrando el hard rock hacia un seminal heavy metal pero —por encima de ello— dando con un discurso, aun vinculado al de Led Zeppelin, Jimi Hendrix, Blue Cheer o Deep Purple, absolutamente propio.
El tema que nombra composición, disco y grupo adelanta lo que va a ser el modelo a seguir durante seis elepés que colocarán a Black Sabbath en lo más alto de la historia del rock and roll: música fundamentalmente lenta y dura (con matices psicodélicos, baladísticos, experimentales e incluso orquestales que irán apareciendo y enriqueciendo el sonido primigenio) de la que aprenderá el metal por venir, el grunge, el stoner y, por supuesto, Henry Rollins. Los autores de Paranoid, en la línea de Jimmy Page y los suyos, convierten en progresivo y eléctrico el blues, le añaden el toque terrorífico y, ante la falta de tiempo y dinero (la vida misma), hacen de la necesidad virtud grabando casi la totalidad del plástico en directo.
Bien sea la versión británica de febrero o la norteamericana de junio (no excesivamente diferentes) se nota ese sabor del cuarteto tocando junto en el estudio, disfrutando de la nueva música que está fabricando y dejándose llevar en ciertos pasajes de tendencia jam en los que sí hay algún punteo agregado por Iommi, cuya digitación se siente a flor de piel. Black Sabbath, la canción, Black Sabbath, el elepé, Black Sabbath, la banda: el conjuro de unos macarras de Birmingham que dieron en el clavo, influyeron a miles de grupos y se rieron de todo el mundo con su apariencia macabra y satánica. Empezando por la misteriosa portada de su ya mítico y clásico debut.
miércoles, 3 de marzo de 2021
Vol. 4
Todavía en su máxima expresión, el cuarto elepé de Black Sabbath es una obra maestra más de la banda de Birmingham, rock pesado seminal y de arrebatadora personalidad cuyas características influirán tremendamente en el heavy metal, el hardcore, el sleaze rock o el grunge, pero sin el mismo éxito u originalidad. Como había sucedido en Paranoid, el título no fue aceptado para el álbum, pues el mensaje favorable (o permisivo) a las drogas que lanzaba Snowblind hería la sensibilidad de aquéllos que no iban a comprar el plástico ni a permitir una apología pública de lo que consumían (o no) en privado.
Vol. 4 (1972) no solo muestra al grupo en pleno estado de forma, sino con ganas de dar un paso adelante. Wheels Of Confusion parte de un típico riff made in Iommi para expandirse a terrenos progresivos en sus ocho minutos largos. Mucho más breve, Tomorrow's Dream es un tema agresivo que antecede a la gran sorpresa del disco. Con letra de Geezer Butler sobre la ruptura de Bill Ward (curiosamente el único miembro del cuarteto ausente en esta canción) y melodía de Tony Iommi que es interpretada por Ozzy Osbourne en compañía de piano, mellotron y bajo, Changes es una preciosa balada sentimental que amplía la paleta de los autores de Sabotage. No menos sorprendente es esa miniatura instrumental llamada FX, experimento electroacústico de la guitarra de Iommi a emparentar con la tradición vanguardista europea aunque ni él ni sus compañeros se lo tomaran muy en serio. Pero no, no ha perdido Black Sabbath el oremus rocker que siempre le ha guiado. Tríada consecutiva, Supersnaut, Snowblind y Cornucopia lanzan sus granadas metálicas de tempos moderados pero enorme potencia sónica. Las guitarras acústicas y el mellotron guían el segundo instrumental con el que nos topamos, Laguna Sunrise, y St. Vitus Dance retoma el acero, no obstante con mayor brevedad. Under The Sun echa el cierre sonando a puro Sabbath y trayendo acordes y ritmos de War Pigs y Electric Funeral, adiós hecho de reminiscencias a un fantástico cuarto volumen. El quinto y el sexto mantendrán asimismo viva una llama, como en Ragged Glory ya hemos contado, que hasta 1975 escribió con distorsión, magia diabólica y mucho talento una de las páginas sagradas del rock and roll.
miércoles, 10 de abril de 2019
Reunion
Los había habido con la formación original pero sin aprobación (Live At Last) y con aprobación pero sin la formación original (Live Evil y Cross Purposes Live cubren respectivamente los periodos con Dio y Tony Martin al frente), así que Reunion (1998) vino a hacer de ese doble álbum en vivo que, al contrario que la mayoría de grandes bandas de hard rock y heavy metal de los setenta, Ozzy Osbourbe, Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward no habían publicado en su época de gloria.
"Los Black Sabbath originales. Por fin en casa. 4 y 5 de diciembre de 1997. Birmingham N.E.C.", se lee en un cartel que reproduce el lujoso estuche que contiene los dos CDs en directo. De vuelta al hogar, pues, donde riffs y bases rítmicas de acero y la voz endemoniada de Osbourne crearon el heavy metal tal y como se entenderá en adelante (sin olvidar las aportaciones de Led Zeppelin y Deep Purple). Los componentes de Black Sabbath, cercanos a los cincuenta a la sazón, dan una muy buena versión de sí mismos al recuperar varios de sus clásicos tras años sin hacerlo juntos. Olvídense de matices de estudio, esto es un concierto (en concreto el del segundo día, el del primero no se utilizó), electricidad aplastante y tempos fundamentalmente lentos alimentados de distorsión, magia y satanismo que significan uno de los discursos más personales e inconfundibles de la historia del rock and roll. De War Pigs a Paranoid, pasando por Sweat Leaf, Snowblind, Sabbath Bloody Sabbath, Iron Man o Children Of The Grave, son un total de dieciséis las canciones rescatadas por el cuarteto inglés, recreando su poder y cadencia en el lugar de donde emanan y junto con el público de su ciudad.
A los temas sobre el escenario se añaden dos composiciones nuevas como golosina para el fan dubitativo. Psycho Man, la primera de ellas, está a la altura de sus autores; Selling My Soul, aun siendo buena, yo la situaría algo por debajo. Dos anécdotas, sin embargo, si las comparamos con el aluvión que las ha precedido, una Reunion de altísimo standing en la escala rocker que reivindicara —sobre un escenario de Birmingham— la importancia de los Black Sabbath genuinos. Y con su visto bueno.
jueves, 19 de octubre de 2017
Sabotage
Cuatro tipos bastante feos y de discutible indumentaria llamando al Sabotage delante de un espejo es lo que nos enseña la portada del sexto álbum de Black Sabbath, publicado en 1975. Tan horrenda imagen esconde el último de los plásticos imprescindibles de la primera etapa del grupo británico, que, ya sin Ozzy Osbourne y en los años ochenta, grabaría dos elepés espléndidos con Dio y uno con Ian Gillan al que el tiempo, dependiendo de con quien se hable, ha hecho ganar enteros.
Separadas por una miniatura acústica e instrumental —Don't Start (Too Late)—, Hole In The Sky y Symptom Of The Universe abren el disco sin miramientos, contundentes piezas de heavy metal pensadas para arrasar cuanto se interponga entre ellas y el oyente. Sin embargo, la segunda de las dos se transforma en su último tercio, de la más inopinada de las maneras, en alegre folk sacado de alguna fiesta hippie. Megalomania justifica con su título sus cerca de diez minutos de delicioso rock psicodélico, metálico y progresivo, cuyos riffs han sido tomados a Tony Iommi por docenas de guitarristas. No menos influyente ha sido el riff principal de Thrill Of It All, canción asimismo mutante que de medio tiempo seco y agresivo pasa a hard rock sinfónico en el que Iommi, además de la guitarra, toca piano y sintetizador. Supertzar es un corte instrumental de épicos o terroríficos coros (según sensibilidades) a cargo del English Chamber Choir. Aroma pop es lo que desprende Am I Going Insane (Radio)… todo lo pop que la voz de Ozzy permite, claro. El bajo de Geezer Buttle y el sintetizador de Iommi configuran la estructura sonora del tema, uno de los más peculiares jamás grabados por el grupo inglés. The Writ sigue la senda de Megalomania en cuanto duración y diversidad de estilos (en algún momento el cuarteto parece Pink Floyd) hasta que Blow On A Jug (oculta y sin nombrar) pone breve y juguetón fin al elepé con un Bill Ward que deja sus baquetas y se sienta al piano y hace coros.
Ni Technical Ecstasy ni Never Say Day! estarían ya a la altura de la obra previa de Black Sabbath, y habría que esperar hasta que la llegada de Dio y Heaven And Hell volvieran a poner las cosas en el sitio en el que Sabotage las había dejado. El de una banda única y legendaria que este 2017 nos ha dejado definitivamente. O eso parece.
miércoles, 24 de octubre de 2012
Sabbath Bloody Sabbath
Aunque Sabotage todavía merece (y mucho) la pena, Sabbath Bloody Sabbath (1973), quinto y anterior elepé de Black Sabbath, es el último de los trabajos del cuarteto de Birmingham que, bajo mi punto de vista, no baja del sobresaliente. El tema homónimo que inicia el álbum posee uno de los riffs más prototípicos de Tony Iommi, poderío metálico al que se contraponen pequeños pasajes acústicos. A National Acrobat es otro medio tiempo espléndido en el que la banda se acerca al Zeppelin más psicodélico. Fluff es una hermosa pieza instrumental que antecede a ese glorioso rock and roll titulado Sabbra Cadabra, curiosamente adornado por Rick Wakeman y sus sintetizadores, teclados y piano. También se escuchan sintetizadores de fondo, si mi oído no me traiciona, en Killing Yourself To Live, que en realidad son tres canciones en una sola y excepcional, llena de matices y cambios de ritmo. Mellotron, piano y sintetizador son protagonistas absolutos en Who Are You, donde Black Sabbath flirtea con el rock progresivo sin ambages. Looking For Today alterna hard rock con —digamos— folk campestre gobernado por las guitarras acústicas y la flauta de Iommi, quien culmina el tema con un solo (eléctrico) formidable. Spiral Architect, orquestación incluida, da por finalizado un elepé, Sabbath Bloody Sabbath, quizá no tan ilustre y perfecto como sus cuatro predecesores, pero fedatario de una banda todavía en su mejor momento, y cuya música sigue sin agotarse ni marchitarse.
viernes, 27 de marzo de 2009
Paranoid y Master Of Reality

