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jueves, 7 de septiembre de 2017

Sky Blue Sky


Si ya el segundo disco de cualquier banda trae discrepancias entre sus seguidores, una vez se ha llegado al sexto las disensiones se han hecho por lo general amplias e inevitables, sea por la tendencia de algunos a poner pegas a todo, por el pedigrí de autenticidad que se arrogan los fans primigenios frente a los recién llegados —sin el sedimento adecuado, dicen, que dan los años de escuchas y análisis— o por la crítica honesta y motivada. A estas razones habría que añadir, en el caso del Sky Blue Sky (2007) de Wilco, que se trataba del primer álbum en estudio que el guitarrista Nels Cline y el teclista y guitarrista Pat Sansone grababan con el ya sexteto de Chicago, aunque formaran parte de él desde 2004 y hubieran intervenido en el doble plástico registrado en vivo en su ciudad, Kicking Television. La polémica, como se dice en estos casos, estaba servida antes de que el trabajo viera la luz.


La querencia experimental de Yankee Hotel Foxtrot y A Ghost Is Born queda rebajada en Sky Blue Sky, no así la capacidad compositiva de Jeff Tweedy y, cuando toca, sus compañeros. Y, si no, que se lo digan a Impossible Germany, tercera pieza en encontrarnos y quizá la mejor escrita jamás por Wilco. Su original e inapelable estructura —que va de la languidez a la euforia— apela a Sonic Youth en sus notas iniciales —motivo que se repite en diferentes momentos del tema— para acabar haciéndolo a Thin Lizzy y Televisión en el soberbio juego de guitarras que el grupo se saca de la manga en un largo e inopinado pasaje instrumental. Allí donde el elegante solo de Nels Cline podía haber muerto se suma la electricidad de las seis cuerdas de Tweedy y Sansone y consigue una plenitud sonora que es puro prodigio.


Pero no solo de Impossible Germany vive el disco. Either Way lo ha abierto con una nana para adultos en la que Karen Waltuch toca viola y violín. La suavidad que informa You Are My Face es rota en un fragmento por una potente intervención de Cline, en una canción que no oculta la influencia de la banda de Tom Verlaine, influencia que, como se ha dicho, viajará a la siguiente, antológica y glosada composición. Folk y country nos susurran relajados en Sky Blue Sky, mientras que la espléndida Side With The Seeds es dominada por la calma del piano de Mikael Jorgensen y el órgano y el mellotron de Pat Sansone hasta que la guitarra de Nels Cline la rompe (en dos ocasiones). En el sonido setentero de Shake It Off descubrimos ecos de los Eagles, Dennis Wilson, Randy Newman y Grand Funk Railroad y una exquisita labor de las baquetas de Glenn Kotche. Please Be Patient With Me es una balada semiacústica que bebe de la faceta más íntima de los Beatles, Big Star y los Replacements. Soul, Neil Young y de nuevo los cuatro de Liverpool son los ingredientes de Hate I Here, tema al que sigue Leave Me (Like You Found Me), que a mí personalmente me deja una tanto frío. Walken recupera el brío con su aroma de cabaret que se hace hard rock de origen zeppeliano. What Light y su country rock de bello estribillo nos lleva hasta On And On And On, duodécimo y último corte de la función que desarrolla un pop progresivo y recupera la viola y el violín de Karen Waltuch.


Diez años después de la publicación de Sky Blue Sky, y aparcada la discusión coyuntural, creo que podemos afirmar que en su conjunto no está a la altura de los plásticos previos nombrados en el segundo párrafo, pero que se trata de un álbum muy solvente que pierde algo de fuerza en su segunda mitad y no puede evitar depender de ese milagro titulado Impossible Germany, una de las canciones más definitivas que el rock nos ha dado en lo que llevamos de siglo. Solo por ella merecería la pena recomendar el disco que la contiene.

jueves, 12 de febrero de 2015

Being There


Sencillamente un clásico de la historia del rock and roll. Así es como yo veo, casi dos décadas después de que fuera alumbrado, el doble álbum de Wilco Being There (1996). Profuso, variado, lleno de recovecos, el segundo trabajo del grupo de Jeff Tweedy lo convertía en uno de los nombres básicos de su tiempo, capaz de ir a las raíces para volver de ellas con un producto fresco que no sonase a lo de siempre.

Preocupados porque la secuenciación de los temas no sea la habitual y contradiciendo los cánones, Tweedy y lo suyos comienzan la función con Misunderstood, que en otros discos hubiera sido el corte final. Larga, lenta y sinuosa, en la canción conviven la voz íntima de Tweedy, adornada por piano, órgano y guitarra acústica, con garabatos eléctricos y atonales en la línea de Sonic Youth. La sugestiva Far, Far Away y sus preciosas tonalidades country —lideradas por la pedal steel invitada de Bob Egan— es seguida de Monday, funk and roll de festiva sección de vientos. El despecho amoroso es visto con optimismo musical en Outtasite (Outta Mind), mientras que el retorno del country en Forget The Flowers trae a la cabeza —por título y cadencia— las inconmensurables Dead Flowers de los Stones, obviedad que a ningún oyente habrá de escapársele. Red-Eyed And Blue conecta con Misunderstood, si bien falta de guitarras agresivas y con ese silbido que la hace más feliz. I Got You (At The End Of Century) entronca, a su vez, con la alegría de Monday partiendo del purito riff made in Berry, Richards & Young. El precioso romanticismo pop de What's The World Got In Store es introducido por Jeff Tweedy y el banjo de Max Johnston para convertirse en una delicia multiinstrumental en la que hay que señalar los coros de la banda y el órgano de Jay Bennett. Hotel Arizona y sus reminiscencias de Prefab Sprout culminan sus tres minutos y medio con un desatado solo de guitarra que vale más que las miles de filigranas practicadas por cientos de artista técnicamente superdotados. Say You Miss Me es la última pieza del primer CD, cuya letra habla de la recuperación de las relaciones sentimentales rotas regada por bellas melodías y armonías que deben tanto al power pop como al folk y el country rock.


Sunken Treasure nos recuerda la obsesión de Tweedy por un orden poco convencional, y podemos utilizar para el primer tema del segundo disco las mismas palabras que para la ya doblemente mencionada Misunderstood ("larga, lenta y sinuosa") —incluida la referencia a los autores de Goo— sin temor a resultar perezosos o facilones. Hillbilly y bluegrass en con lo que nos topamos en la simpática Someday Soon, yuxtaponiéndose una versión circense o cabaretera de Outtasite (Outta Mind) que pasa a titularse Outta Mind (Outta Sight). El folk intimista de Someone Else's Song (con el ronroneo del acordeón que toca Jay Bennett) da paso al poderoso funk rock de Kingpin, cuyos vestigios nos llevan de nuevo a los Rolling Stones. Son sin embargo los Kinks quienes parecen reencarnarse en (Was I) In Your Dreams, o el grupo de Ray Davies pasado por el filtro americana. Servidor sigue viendo a los Kinks y a los Beatles en Why Would You Wanna Live?, aunque también a Randy Newman; de todos modos, una composición estupenda (en especial el genial y volátil estribillo) para que Wilco honre a la tradición y a sus ídolos. Si aquí es el violín de John Stirratt el que se oye, en The Lonely 1 se suma el de Jesse Greene, parte de una enorme y triste balada que dejaría al oyente sumido en la penumbra emocional de no ser porque Dreamer In My Dreams vuelve a recurrir a los Stones (de Country Honk), el bluegrass y el violín para que la fiesta termine sonrisa en boca y con la banda a tope.

No diré que Being There sea superior a Yankee Hotel Foxtrot, Sky Blue Sky u otras grabaciones sobresalientes de Wilco (por no hablar del precedente de Uncle Tupelo), pero su ambicioso eclecticismo, sus diecinueve canciones y su precisa y emocionante formalización lo convierten en unos de los mejores trabajos de los años noventa, cuya solidez le hace mirar sin avergonzarse —es más, con orgullo— a otros dobles mágicos e inolvidables de los sesenta y setenta. Hablamos, en definitiva, de un nivel muy, muy alto que pocos grupos de los últimos veinticinco años han alcanzado y, menos aún, mantenido. El nivel de una banda esencial.