El cuarto disco de Los Planetas —Unidad de desplazamiento, 2000— era una verdadera prueba de fuego para la banda granadina tras el éxito y consagración que había traído su anterior Una semana en el motor de un autobús. Y la prueba fue superada con éxito; no solo supo el grupo mantener el tipo sino que, en mi opinión, entregó un trabajo más logrado y sugerente. Función indie de regusto noise e incluso psicodélico, la de esta Unidad que cumple veinte años tiene en su canción referencial la que menos encaja en el conjunto, aquélla que podríamos eliminar sin que éste sufriera. No va esto en menoscabo de Un buen día, himno generacional absoluto cuyas referencias han quedado en parte obsoletas por su coyunturalismo aunque en ello resida algo de su encanto. Esquivado hasta el final, el amor es el leitmotiv del tema, el motor que lo arrastra mientras los cómics, el fútbol y la droga son los asuntos que sirven de placebo que oculte (sin lograrlo) el dolor de la ruptura sentimental. Pero hablamos de la décima composición, hay que volver al principio, a los casi siete minutos de Flotando sobre loscos, mantra onírico que se hace rock ácido en Santos que yo te pinte. Maniobra de evasión y su canónico pop independiente son seguidos de la tranquilidad venenosa de Anuncio para coches, la cual, a su vez, choca con la electricidad de Vas a verme por la tele. Una segunda versión de Flotando sobre loscos nos sumerge de nuevo en su océano de irrealidad antes de que Tierras altas ofrezca una de las canciones más especiales y breves del recorrido. Los arreglos para viola y chelo aumentan el esplendor de Que no sea Kang y ensanchan su melancolía. El tempo se acelera en Plan de fuga, que juega a la extrañeza pop de origen velvetiano y extensiones posteriores (kraut, afterpunk, shoegazing…) varias. De Un buen día ya hemos hablado, así que vamos a La cara de Niki Lauda y sus matices flamencos en el compás o lo que podría salir de un hipotético y diacrónico cruce entre Antonio Chacón, Sonic Youth y Van Morrison. Pop semiacústico y minimalista, el de Canción para ligar (o para que no me dejes) —ambas cosas son lo mismo— es el penúltimo asalto de este combate musical que cierra un instrumental, extenso y hermoso Paseo por el parque. El final de una Unidad de desplazamiento compleja, personal y lúcida, cante J bien o mal y se meta todas las rayas que le dé la gana.