Complemento o contraste, según se vea. Tras el apabullante doble en directo Obras escocidas (1985-2000) venía, más recoleto y reservado, otro álbum en vivo que rescataba canciones no tan conocidas del catálogo enemigo tratadas con menor dosis de electricidad, sin ayuda de invitados y registradas en un solo escenario. En efecto, de las dos actuaciones de diciembre de 2001 en el Teatro Bretón de Salamanca salen estas Obras escondidas (1985-2002), que en 2002 publicará Alkilo Discos, la discográfica de los autores de Gas. Aunque para los seguidores acérrimos de Los Enemigos (entre los que me hallo) todos sus temas sean igual de famosos, cierto es que al elegir unos cuantos no tan habituales en sus recitales y apartar la agresividad rocker —añadiéndoles (o extrayéndoles) matices folk, country, funk e incluso skiffle sin olvidar su procedencia rock— el grupo madrileño da con una versión alternativa de su música que, por deliciosa y creativa, se disfruta igual que la más habitual y reconocible. Josele Santiago, Fino Oyonarte, Animal Pérez, Manolo Benítez y Pablo Novoa expanden sus efluvios delante de un público (imagino) sentado, la mejor manera para recibir una emanaciones exentas de la crudeza (solo al final se destapa la distorsión) de los de Malasaña, quienes no por alejarse de su vertiente festiva, cruda y rocanrolera merecen menor aplauso o dejan de ser una banda excepcional.
jueves, 30 de enero de 2025
lunes, 3 de octubre de 2022
… Alguna copla de Los Enemigos
Es interesante este recopilatorio que GASA publicaba en 1995 tras finalizar su relación discográfica con Los Enemigos, relación de la que saldrán los cinco primeros elepés de uno de los grandes grupos del rock español. Si bien … Alguna copla de Los Enemigos tenía la clara intención de hacer caja y estirar los beneficios (no enormes) que al famoso sello nacido independiente habían dado los plásticos de la banda madrileña, su estructura siguiendo un orden cronológico resulta perfecta para pensar y sentir la evolución de los autores de Gas.
Representado por Florinda, Dono mi cuerpo y Complejo, el primer disco del grupo, Ferpectamente, es un divertimento que no lo dibuja estilísticamente, pero que engancha con su rock and roll desenfadado. Un tío cabal, sin embargo y aun sin ser definitivo, ya da con un sonido y unas peculiaridades líricas que en su surrealismo castizo perfilan con claridad lo que quieren Los Enemigos. El tema que le da título, John Wayne y Boquerón (aquí en versión single algo más larga) son la canciones elegidas como muestra de un álbum notable que se queda corto cuando entra en juego La vida mata, obra maestra de nuestros hombres que en esta antología defienden cinco composiciones: las soberbias Desde el jergón y Septiembre, quizá las dos mejores de la banda, la hard rocker Miedo, la jazzística e hispano-inglesa Nadie me quiere y la lectura calmada del Yo, el rey que clamaba eléctrica en Un tío cabal (las dos últimas solo en CD). Que el cuarto paso enemigo, La cuenta atrás, no fuera tan absoluto no significa que la calidad o las ideas hubieran huido, pues a nadie en su sano juicio se le ocurriría hablar de material menor si citamos el corte que lo abre y nombra, Brindis, Quillo (he vuelto a nacer) y El lado sano (de mi cabeza).
Tres piezas completan las dieciocho coplas que se nos ofrecen: la divertida y guitarrera A la hera, extraída de Sursum corda —el quinto en discordia—, la inédita Cuestión de pelotas (grabada en las sesiones de La cuenta atrás) y los Mosquitos Blitz registrados en memoria de Poch en El chico más pálido de la playa de Gros. Piezas quizá no tan brillantes (exceptuando la estupenda apropiación de Derribos Arias) pero dignas de Josele Santiago, Fino Oyonarte, Animal Pérez y los demás que por ahí dejan su arte. De vez en cuando no están mal los recopilatorios, oigan ustedes.
jueves, 24 de junio de 2021
La cuenta atrás
Inevitablemente algo por debajo de La vida mata, obra maestra de Los Enemigos, el siguiente disco del grupo madrileño es un más que notable La cuenta atrás (1991), cuarto trabajo de una banda consolidada como una de las mejores y más personales del rock patrio. La cuenta atrás, el tema que da inicio y titula la función, indica las ganas de indagar de Josele Santiago, al incorporar violín, viola y trompa a una canción que parte de su gusto por los Damned de segunda generación y cita el Canon de Pachelbel vía Camel, tal y como Santiago ha reconocido. "¿Por qué has tenido que crecer? / Maldita la hora", se queja el eterno adolescente en lucha contra el rígido, envarado y aburrido mundo de los adultos. El soft rock, con cierto sabor a bossa nova, de La otra orilla entra deliciosamente antes de un atmosférico Blues en el que destaca el órgano del maestro Reverendo. Hienas (que en un momento concreto recuerda al Helter Skelter) y Occidente se acercan al punk y al hard funk y reivindican el lado rocker de los autores de Un tío cabal. Hay un agujero tiene algo de balada southern mientras que Paracaídas retoma la distorsión y (si hace falta) el puño en alto que celebre el himno enemigo. Brindis trae una de las melodías más pegadizas de la función: "Brindemos al sol", pues, "de un extraño rock and roll". Entre la rumba y el pop se afirma la relajante No se hable más. También se mueve en terrenos pop Quillo (he vuelto a nacer), o el ciclo eterno que nos obliga a hundirnos y levantarnos… hasta que caigamos de nuevo. Las guitarras y el rock and roll vuelven a mandar en El lado sano (de mi cabeza), justo antes de que Hasta el lunes cierre el álbum a ritmo lento describiendo socarronamente el trabajo esclavo que queda definido a la perfección en estos dos versos —"En un mar de horas extras / es donde veranea papá"— y es rechazado y enfrentado en estos dos otros que los parafrasean en negativo: "En el mar de horas extras / yo no me pienso bañar". Tomen nota mientras seguimos esperando que La cuenta atrás no termine demasiado pronto.
jueves, 18 de junio de 2015
Sursum corda
El quinto disco de Los Enemigos (último para GASA) no tiene el altísimo nivel de La vida mata y La cuenta atrás, pero Sursum corda (1994) mantiene incólume la capacidad del grupo de Josele Santiago para dar con tonadas peculiares y frescas dentro de un lenguaje tan por lo general anquilosado como el del rock and roll. Construido a base de temas descartados o no grabados en condiciones, no nos debe llevar a engaño, pues el elepé funciona perfectamente si uno lo escucha del tirón.
Una breve Intro instrumental inicia una función que continúa con ¡Cómo es!, delicioso pop que declara:
"Yo quisiera ser como Vd. es,
sería feliz dentro de su piel,
estar como Vd. de bien hecho,
vender millones de Lps".
Amigos del gnomo explora la poética de la laxitud surrealista y A la hera se lía a guitarrazos mientras Santiago repite una y mil veces "Museo de Arte Contemporáneo" y Manolo Morales aporta su saxo tenor. La irónica melancolía de Zumo de kiwi, subrayada por su delicada musicalidad, revienta en Odio a los nº 1 (dígase en inglés, "number one"), violencia hard para escupir que:
"Odio a los nº1, se acuestan con mi mujer
Odio a los nº1, se acuestan con mi mujer
Mientras yo curro".
A ritmo de ska, Wonderland Records es explícita desde sus primeros versos:
"Bienvenido, chico a Wonderland.
Aquí hacemos los sueños realidad.
El tuyo nos podría interesar",
son palabras que determinan el cachondo escepticismo de Josele Santiago, incapaz de perder el humor (negro) incluso en la crítica más ácida. Amor de madre es un buen rock and roll enemigo, que se transforma en blues rock para explicarnos Por qué no me vuelvo al pueblo:
"La paciencia es la que manda
siguiendo el curso del sol
en guardia desde la mañana
al lado de Dios".
Rumble Mumble, segundo corte instrumental del disco, se acerca al excitante mundo de Link Wray e ilustres sucesores. De pastel, con Fino Oyonarte cantando, es la canción encargada de cerrar el trabajo, brillante pieza pop que suena espléndida gracias al dobro y la guitarra acústica de Mané y J. Cerrro, y que recupera en su suspiro final el motivo de la Intro.
La mirada perdida de Josele Santiago en la portada nos dirige a la amnesia del cantante, guitarrista y compositor de Los Enemigos respecto de la época en que se registra Sursum corda. "Debo tener un ángel de la guarda que te cagas. Daba conciertos desastrosos, mis compañeros estaban hartos. Si no me echaron fue porque yo hacía las canciones." La adicción a ciertas sustancias borró de la memoria de Santiago la manera en qué ideó e interpretó dichas canciones, pero no impidió que el proceso creativo siguiera su curso y Josele mantuviera el talento para escribir temas casi tan apetitosos como los mejores de la banda. Ciertamente olvidado y minusvalorado, Sursum Corda nos recuerda que no hay obra menor o desdeñable en la carrera de Los Enemigos, y así como se lo digo animo al lector a recuperarlo.
lunes, 23 de septiembre de 2013
Nada
(Nada, Carmen Laforet)
¿Modo imperativo del verbo nadar o vacío existencial que nos aterra y engulle? Ambos, claro, pues no es sino una orden la que recibes de los verbos nacer y morir cuando se conjugan de tal manera para que en medio de ese mandato taxativo y perentorio —"Nace", "Muere"— transcurran tus días en el planeta. Paradójicamente, la conciencia que el ser racional tiene de su mortalidad (añada futilidad quien lo considere oportuno) le da armas para burlarla temporalmente, incluso, como es el caso de Los Enemigos, bromeando directamente con la nada de la que venimos y a la que nos dirigimos.
Cuando en 1999 se publica Nada, a la carrera del grupo de Josele Santiago no le queda mucho tiempo, aunque el ya cuarteto —Manolo Benítez es por fin miembro oficial del mismo— se encuentra en un momento de forma estupendo, como corrobora uno de sus mejores discos tanto compositiva como interpretativamente. El sentido del humor surrealista y travieso de la banda, y en concreto de su líder, gobierna las letras de un disco cuya portada —la piscina vacía y calma vista desde el trampolín que encabeza esta entrada— es un cúmulo de sugerencias en ese sentido, un juego con los sentimientos más profundos y trascendentales de muchas personas, mordaz para unos, irrespetuoso para otros; si bien son las canciones y su plasmación instrumental lo que da la categoría definitiva al álbum.
Un potente riff, que bien podría haber firmado su paisano Fernando Pardo, inicia el trabajo y Me sobra carnaval, que alterna momentos duros con otros más suaves. Todo a cien, de deliciosos acordes y arpegios de guitarra, contiene versos de irónico hedonismo como los que siguen:
"No puedo parar
no puedo frenar
yo no sé decir basta.
No sé decir no,
sí sé decir más
me bebo la vida
a cucharás…".
Ná de ná es una preciosa balada dentro de lo que sería la concepción enemiga de las mismas, aunque hablando de cosas que a todos nos atañen:
"No intentes cambiarme así.
No me inventes, no me cuentes
sigo siendo el que hay enfrente…
… enfrente de ti
hay un tío de lo más corriente".
Sangre, sudor y chicles de fresa y el tema instrumental T.T.L. forman un díptico de rock fornido al que sigue An-tonio, homenaje emocionante y sensible al músico de Algeciras, a cuya memoria, junto "a la de Pepe Risi y a la de Poch", está dedicada el disco. No se lo cuentes retoma el vigor para cantar que "No me tientes más / con el bien". Fino Oyonarte tenía intención de meter una gaita en la canción —anécdota exclusiva de esta casa virtual—, pero Manolo Carro, invitado por el grupo para grabarla, se lo desaconsejó. ¡Con Dios! nos enseña a Los Enemigos en versión ska, mientras que Claro que arde es otro tema lento y hermosísimo con versos tan enormes como
"¿Qué misterio insondable es
que no tenga cara amable
lo que amable fue?",
poético epítome de la complejidad de las relaciones entre los seres humanos, pues el interior de cada cual está completamente proscrito al resto, que no nos conoce por lo que somos sino por lo que simulamos ser. Héroe o basura da con la cara más desenfadada de la banda y Razas de Caín con la más punk; dos cortes que no están mal, pero que, en mi opinión, significan la parte más floja del conjunto. Animal, sin embargo, redime este pequeño bajón mediante una pieza muy atmosférica que puede referirse, o no, a Chema "Animal" Pérez, el batería del grupo madrileño. En todo caso, queda claro que "Yo, de mayor / quiero ser animal".
Así concluía Nada, otro ejemplo de que en cuestiones de rock nadie o casi nadie tosía (ni tose) a Los Enemigos en territorio español. Su estilo hacía años que era inconfundible, y su soltura y buen hacer, incontestables. Aquí añadían matices, sólidas y brillantes ramas al tronco castizo de Malasaña del que emana toda la obra compuesta, principalmente, por Josele Santiago, pero dotada de vida por cuatro intérpretes como la copa de un pino, ya que hablamos de árboles. Todo, aunque digan Nada.
martes, 27 de noviembre de 2012
La vida mata
Ensucia, hastía, asusta, duele, a veces divierte, pero sobre todo, mata. Y por si alguien se quiere hacer el loco, ahí está Quevedo para recordarle que no vale mirar para otro lado, pues "lo que llamáis morir es acabar de morir, y lo que llamáis nacer es empezar a morir, y lo que llamáis vivir es morir viviendo". Por fortuna, una verdad tan obvia y tremenda no solo sirve para meternos el miedo en el cuerpo, sino que también pone título al tercer disco, y obra maestra, de uno de los grupos más esenciales que ha dado el rock en España: Los Enemigos.
Si con Ferpectamente y (en mayor medida) Un tío cabal habían plantado las bases de un rock de pedigrí castizo, es en La vida mata (1990) donde su fórmula alcanza la perfección. Gracias a una destreza instrumental ya notable —que con los años seguirá creciendo para mostrarse en unos directos antológicos—, Fino Oyonarte, Chema "Animal" Pérez y Josele Santiago —enriquecidos puntualmente por el piano o los teclados de A. Muñoz, la guitarra de quien devendrá cuarto enemigo, Manolo Benítez, y los metales de M. Morales— arreglan y se entregan pujantes a la mejor colección de canciones compuesta jamás por el cantante y guitarrista de la banda. La inconfundible voz de Santiago nos cuenta con sus habituales surrealismo y sentido del humor, aquí más macabro si cabe, historias relacionadas con el fin y el más allá, entre las que destacan, tanto por lo lírico como por lo musical, Desde el jergón y Septiembre, que, yuxtapuestas en el álbum, conforman un díptico imbatible dentro de un conjunto excelente.
La edición del elepé de vinilo contaba con diez temas, tres menos —cosas de una época en la que el posavasos se expandía— que la presentada en CD. Una versión relajada de Yo, el rey; un acercamiento al jazz, Nadie me quiere; y un buen tema coescrito por Josele y Corcobado, Paquito, era lo que añadía el formato digital, sin arruinar, pero tampoco sin mejorar cualitativamente, el resultado asegurado por la decena analógica: el que veintidós años después de su publicación se erige como clásico indubitado de la música popular española. La vida mata, por muy fuerte que suene.
lunes, 26 de abril de 2010
Los Enemigos en directo. Obras escocidas (1985-2000)

Arropados por conspicuos nombres del rock patrio (Rosendo, Jorge Martínez, Miguel Bañón, Julián Hernández, Los Planetas…), lo que no es rémora, como en otros casos, sino celebración, Los Enemigos hacen un repaso a todas sus etapas, dándose la mano clase y energía en la perfecta ejecución de unas canciones que ya son historia del rock cantado en castellano: John Wayne, Desde el jergón, La otra orilla, An-tonio, Por la sombra, Na de ná, Dentro, Septiembre… acompañadas de las inevitables versiones de Joe Tex y Serrat que dicen mucho de las diferentes influencias que dieron forma al rock castizo, tanto en lo lírico como en lo musical, del grupo madrileño. Porque eso es lo que dejaron Los Enemigos: una forma de entender y atender al rock and roll diferente, pero accesible; original, pero nada elitista. Letras socarronas y surrealistas que se adaptaban a los ritmos patentados por Chuck Berry y los Stones y guitarras distorsionadas que convivían con el alma de chulapo de Josele Santiago. Y Fino, "Animal", Manolo Benítez y Pablo Novoa, no se me olvidan; sin ellos, estas Obras escocidas no sonarían ni la mitad de bien de lo que lo hacen.
Obras escondidas (1985-2002), también en vivo pero con canciones menos conocidas de su repertorio, completaría en 2002 una carrera ejemplar que daría paso a diversos proyectos entre los que destaca la muy interesante carrera en solitario de Josele Santiago. Decía éste en una entrevista concedida a Rock de Lux en 1992, "… lo que no quiero es malgastar la vida. No quiero desperdiciarla trabajando en una oficina, procuro que mi grupo funcione y así intento capear el temporal". Ahí sigue intentándolo Josele. Otros no pudieron, no quisieron o no supieron. Quizá, sólo quizá, prefirieron veranear "en un mar de horas extras", como cantaban Los Enemigos en el disco que promocionaban en aquella entrevista. Aunque quizá, sólo quizá, eso sea ir demasiado lejos y meterse en camisa de once varas.