miércoles, 30 de mayo de 2012

Diz And Getz


Auténtico, aunque amistoso, choque de titanes del bebop y el cool, Diz And Getz, si bien verá la luz en 1955, recoge la reunión del trompetista y el saxofonista en diciembre de 1953, en Hollywood, y en mayo de 1954, en Nueva York. Acompañados por el trío de Oscar Peterson (además del pianista, Ray Brown al contrabajo y Herb Ellis a la guitarra) y el gran Max Roach a la batería, el disco resultante de ambas sesiones es un clásico del jazz cuya belleza —desafiando corsés estrictos— no se marchita casi seis décadas después. Obviamente, en una grabación en la que se encuentra Dizzy Gillespie, es difícil que él no sea la estrella, pero aquí Stan Getz logra estar a la altura de su partenaire. Escuchen a ambos, por ejemplo, y separados por unas notas del piano de Peterson, en la preciosa It's The Talk Of The Town: qué clase, qué sensibilidad, qué gusto; sean testigos de cómo dan nueva vida al irresistible It Don't Mean A Thing (If It Ain't Got That Swing) de Duke Ellington; o, sencillamente, caigan rendidos ante su arte total, tras una primorosa intervención de Peterson, en Impromptu, composición de Gillespie en la que no ceja, aun en segundo plano, la guitarra rítmica de Herb Ellis. Y esto es sólo parte de lo que encontrarán en el elepé, pues no hay en Diz And Getz momento malo o de relleno o ejecución mediocre alguna. Si se fían de nuestro criterio, háganse con él.
 

viernes, 25 de mayo de 2012

En los antípodas del día. Publicación y firma de ejemplares


Tengo la suerte de anunciaros que se ha publicado mi segunda novela, En los antípodas del día. La pone a la venta Baile del Sol, editorial canaria a la que tengo que estar enormemente agradecido, pues, como veréis en la sinopsis, es un libro que habla de asuntos que no suelen tener demasiado eco, o al menos no con la profundidad necesaria. Mi primera novela, Madrid 3, fue editada en 2004, hace ya ocho años.

En los antípodas del día está disponible desde hoy mismo hasta el 10 de junio en la Feria del Libro de Madrid, en el Parque de El Retiro. El sábado 2 de junio a las 18:30 firmaré ejemplares, y estáis todos invitados a pasaros —ése o cualquier otro día— por la caseta de Baile del Sol (número 286) para conocer la mía y el resto de sus propuestas. En unas dos semanas, en principio, la novela estará disponible en las librerías, aunque también se puede comprar en la web de la editorial. Pinchad el enlace y podéis ver más información del libro en la página principal de la misma.

Adjunto la sinopsis para que os hagáis una idea del argumento:

"Madrid. Finales del siglo XX. Rafael Hernández es un joven recién licenciado en Filosofía que —obviamente— no encuentra trabajo relacionado con sus estudios. Cansado de pedir dinero a sus padres, decide ponerse a trabajar como teleoperador para ir tirando, y lo que, en principio, parece ser una escapatoria temporal, se convierte en más de cuatro años trabajando en el turno de noche contratado consecutivamente por tres empresas diferentes para atender a los clientes de una misma televisión digital de pago. Conocerá así Rafael los contratos temporales, los fatídicos cargos intermedios, la lucha sindical y todo tipo de miserias (y glorias) laborales que se puedan imaginar relacionadas con el telemarketing, en concreto, y con la precariedad en las empresas, en general. El trabajo nocturno le absorberá hasta tal punto que afectará a sus relaciones íntimas y dejará apartada la tesis sobre el nacionalismo que pretende desarrollar. Rafael se hará mayor, pero no perderá la pasión por la música rock que le une a sus amigos, aunque al crecer e incorporarse al mercado laboral se dará cuenta de la complejidad de la realidad, de lo fácil que es hablar y lo difícil que es actuar y tomar decisiones. Narrada en primera persona con dureza, ironía y mucho sentido del humor, la historia de Rafael es, tan patética como divertida, la de tantos jóvenes (y no tan jóvenes) explotados por un salario miserable que creen en un futuro mejor que no acaba de llegar. Una historia normalmente silenciada que aquí se revela en toda su cruel extensión, sin olvidar los matices y contradicciones que marcan cualquier actividad humana".

lunes, 21 de mayo de 2012

The Jim Jones Revue


Difícil pensar que el proyecto con el que en 2008 volvía a la carga Jim Jones (The Jim Jones Revue) se fuera a dar a conocer con un elepé de rock sinfónico o de heavy metal. Ya hay pistas antes de pincharlo: se intuyen, sí, en la magnífica portada, pero se hacen evidentes cuando uno le da la vuelta y descubre que dos de las diez canciones son versiones de Little Richard (Hey Hey Hey Hey) y Mack Vickery/Jerry Lee Lewis (The Meat Man). Croa la rana al tocar la aguja los surcos y Princess & The Frog lo confirma: purito rock and roll de producción cavernosa e infección high energy, como bien se podía esperar de quien fuera cantante de Thee Hypnotics. Media hora salvaje, desbocada, en la que también hay acercamientos a los Faces (Another Daze) o a Birthday Party (Cement Mixer), aunque lo que prime sea el desenfreno rocker de una banda que suena en el estudio como si estuviera dándolo todo sobre las tablas de algún tugurio maldito. Moviéndose en territorio de sobra conocido, no se vislumbra nostalgia en la música grabada para The Jim Jones Revue, sino ganas de comerse el mundo con tres acordes sobreexplotados que aquí cobran sentido. Quizá alguno se pregunte hasta cuándo lo tendrán —lógico—, pero escuchando él álbum del que hemos hablado uno prefiere olvidar la cuestión y dejarse seducir una vez más (¿y van…?) por la enésima reinvención del ulular diabólico. Rock On!, que dirían Gary Glitter y nuestro querido Tyla DeVille.

jueves, 17 de mayo de 2012

Creedence Clearwater Revival


Pocos casos habrá en toda la historia del rock and roll como el de la Creedence Clearwater Revival. Porque ¿cuántos grupos, o artistas, han publicado en sólo dos años y medio —los que van de mediados de 1968 a finales de 1970— seis elepés, todos ellos excelentes, portadores de sonido y discurso autónomo, y cuya escucha siga provocando un placer inalterable más de cuatro décadas después? Con todos los matices y diferencias que hagan falta, para encontrar casos similares tenemos que citar a los Beatles, Bob Dylan o los Byrds, nada más y nada menos que los creadores más granados de los años sesenta.

El primer trabajo del grupo de los hermanos Fogerty —cuya formación permanecerá inalterable para beneficio de la coherencia estética del mismo— no contiene ninguna de sus composiciones más clásicas y famosas, pero en el tratamiento dado a los cinco originales y las tres versiones que contiene Creedence Clearwater Revival ya está el particular y emocionante uso de la electricidad de las guitarras, vanguardista y psicodélico en ciertos pasajes, mezclado con la mirada al pasado y la querencia —que tan bien refleja en sus maneras la base rítmica, Stu Cook y Doug Clifford— por el soul, el rockabilly, el rhythm and blues —patente en los nombres elegidos para apropiarse de sus canciones: Wilson Pickett, Dale Hawkins y Screamin' Jay Hawkins—, el swamp pop y el country.


Su visión del I Put A Spell on You de Jay Hawkins sirve de espectacular punto de partida en el que los arpegios, los riffs y los solos de las seis cuerdas compiten con la poderosa voz de John Fogerty. The Working Man es un muy buen tema propio que marca el camino a seguir por muchas de las canciones futuras de la Creedence. Casi cuadruplicando el Susie Q de Dale Hawkins, la banda explora su cara más experimental y progresiva sin perder calidez ni dejar que la técnica se convierta en fin que trampee o empobrezca el resultado. Ninety-Nine And A Half es un tema de Wilson Pickett del que se mantiene la estructura pero que el grupo californiano acentúa de forma diferente para llevarlo a su terreno. No hay más versiones ya en el disco, y los cuatro temas restantes, a excepción de Gloomy que compone junto a su hermano Tom, están escritos por John Fogerty: Get Down Woman, un blues correcto; Porterville, un hermoso corte pop que incorpora ecos de los Beatles; la mencionada y vibrante Gloomy y la épica Walk On The Water, que cierran el elepé acercándose al Hendrix más funk.

Comienzo de la carrera ejemplar —tan ajena como sometida a su tiempo— de la que hablábamos en el primer párrafo, Creedence Clearwate Revival, digamos para terminar, mira digno a las abrumadoras obras maestras publicadas aquel 1968 y sigue siendo uno de los debuts más sólidos, peculiares y expresivos que se recuerden. E imprescindible, de más está decirlo.

lunes, 14 de mayo de 2012

Pressure In The SODO


Poco hay de aquel grupo que hacía surf instrumental en los años noventa en este trepidante elepé de los Boss Martians que hoy aterriza en Ragged Glory. Pressure In The SODO (2007), producido por Jack Endino, mantiene la palpitación power pop de su anterior y notable trabajo, The Set-Up, pero añade la pegada del hard rock y el high energy a una colección de canciones superior en la que Elvis Costello, Redd Kross o Cheap Trick se dan la mano con AC/DC, Thin Lizzy o MC5 sin problema alguno. 

Como es habitual cuando Endino está en los controles, Pressure In The SODO suena potentísimo. Comienza éste saltarín con Power Of Doubt, nueva ola subrayada por el feliz teclado, para continuar con Mars Is For Martians, coescrita por Iggy Pop y Evan Foster (cantante, guitarrista y compositor de todo el álbum), un misil perfecto e irresistible para cualquier amante del rock and roll. Y así, hasta el final. Más pop o más duras, las canciones van cayendo certeras, inmediatas, adictivas, sobre todo en unos estribillos plenamente logrados, incluido el de Hey Hey Yeah Yeah, que, bajo el patrocinio de los hermanos Young, nos obliga en su paroxismo a levantar el puño y gritar como posesos tan ya ancestral alarido.

Sombra que persigue a casi todo aquél que se dedica al rock en este siglo, la de la onomatopeya no es ajena a Boss Martians y su Pressure In The SODO, pero cierto es que aquí no funciona como obstáculo sino como liberación, como auténtica pasión que evita la fotocopia y en la que, desde luego, no hay atisbo de obligación. Suficientes argumentos, creo, para recomendar este disco a quien se acerque a este texto. Lástima que, a día de hoy, no haya tenido continuación ni parezca haber vida en el grupo de Seattle.

viernes, 11 de mayo de 2012

Esto es una empresa capitalista y Carnevisión

Admirado por el mismísimo Jello Biafra, TDK* fue una rareza en un escena, la madrileña, en la que en 1983** sobresalían —cutres, vulgares y efímeros por lo general— la movida, el heavy y el rock urbano, denominaciones, bien estilísticas o contraculturales, que, excepto la segunda, a algunos siguen causándonos bastante rechazo. El hardcore producido por unas bestias pardas influidas, cómo no, por los Dead Kennedys no era habitual en una ciudad o en un país más acostumbrados, como mucho, al punk tal cual, y no al derivado —más rápido y agresivo— que le había salido en los Estados Unidos.

Esto es una empresa capitalista, su breve debut de 1985, condensa en ocho temas toda la virulencia de cuatro tipos, como bien resume Munster Records en su web,  "Rápidos, abrasivos, cáusticos, inquietantes y peligrosos. Radicales de verdad, provocadores más allá del panfleto". O el Terrorismo, Destrucción y Kaos que escondían sus siglas. La farmacia de mi barrio, Maleta para Moscú, La ley del trabajo o ese himno —Israel— inspirado, como mínimo, en el Sonic Reducer de los Dead Boys, son canciones que no han perdido la vigencia musical ni temática, si uno está atento a sus letras.

Carnevisión (1986), el segundo disco de TDK, es un poco más largo que el anterior gracias a los trece cortes que lo construyen. Similar en sus postulados, el álbum nos dice que el grupo ha crecido instrumentalmente y se atreve con cosas como Te quiero, medio tiempo con un pie en el dub y otro en la psicodelia que, para no perder el oremus, acaba a todo trapo. Pero el conjunto sigue siendo una patada en los cojones rabiosa de la que cuesta recuperarse y en la que poco hay de esa España que, al parecer, evolucionaba de la mano de Felipe González y ya tenía olvidado aquel 23 de febrero de 1981 en el que, gracias al jefe del estado, se había consolidado la democracia. ¿O no era así el cuento?

El nuestro nos informa de que el cantante Alfonso Cronopio abandonará la banda tras Carnevisión, reducida a trío para los tres siguientes elepés, que completarán la discografía de TDK. Otros fueron los álbumes que se llevaron la fama y el dinero, pocos conservan a día de hoy la consistencia de Esto es una empresa capitalista y su sucesor; pero los ganadores siempre escriben la historia a su gusto, sea ésta de música popular o de transiciones ejemplares de un régimen ¿a otro? Afortunadamente, tenemos la opción, como cantaba Cronopio, de no mantener la Boca cerrada. Al menos por ahora.

*Conservamos el nombre primigenio de la banda, tal y como todo el mundo la conoce, a pesar de que hubo que cambiarlo —TDEK— antes de publicar su primer disco por posibles problemas legales con la famosa casa japonesa.

**Suele afirmarse que el grupo se creó en 1984, tras disolverse Espasmódicos, pero, tal y como sus miembros afirmaban en una entrevista para un fanzine madrileño en 2006, la fecha exacta es "Finales del 83".

martes, 8 de mayo de 2012

'Til The Livin' End


Aún más metalizado que Death Alley, 'Til The Livin' End presentaba a Zeke en 2004 reducido a trío pero igual de matador que tres años atrás, cuando había dado a conocer aquella sublime granada en la que al hardcore y al punk que habían construido su sonido se añadían hard rock y heavy metal. Estos dos últimos ingredientes, como digo, cobrarán algo más de importancia en el que es el último álbum hasta la fecha del grupo, pero no se engañen: ocho de los quince temas no llegan a los dos minutos y el disco en total dura media hora. A tenor de lo expuesto, sigue siendo Zeke la misma rareza alumbrada en el Seattle del existencialismo grunge; un bulldozer imparable que, sin renunciar a la rapidez y el frenesí, crea canciones soberbias que traspasan la corteza cerebral y se quedan bajo ella sin posibilidad de olvido para quien las ha escuchado. Incluso en aquellos momentos en los que —ya por la vía pesada o por la psicodélica— el trío se acerca a Black Sabbath, 'Til The Livin' End muestra a Zeke tan contundente y abrasivo como en Dirty Sanchez, por ejemplo, pero más sofisticado —entiéndase en el contexto— y abierto de miras. Como broche, el sonido conseguido por Jack Endino pone el cum laude a este artefacto que yo califico de imprescindible, pero del que deben abstenerse modosos y similares. No vaya a ser que se asusten y luego quieran culparnos.

viernes, 4 de mayo de 2012

Las golondrinas etcétera


"Grabado en riguroso directo del 13 al 19 de Octubre de 2003 en los estudios Musigrama de Madrid", tal y como asegura el folleto del CD, pero publicado el año siguiente, Las golondrinas etcétera es el primer álbum en solitario de Josele Santiago, inicio de una carrera que va, como bastantes, por el mejor de los caminos artísticos pero no tanto comerciales. Sin entrar en comparaciones con Los Enemigos, banda indispensable en cualquier historia del rock español, sí diría de entrada que el debut de Santiago mantiene la alta calidad de la obra producida por su grupo pero goza de una musicalidad expansiva que tiene que ver con el método de trabajo elegido, la (sobresaliente) producción de Nacho Mastretta y los intérpretes que le acompañan. Sin embargo, las primeras estrofas de Ole papa nos indican que Josele sigue aplicado a su surrealismo costumbrista (¿o era al revés?) y cantándolo —aunque su voz tenga aquí más prominencia— de la misma manera:

"He pintado mi chabola
Con música de jazz.
Con pastillas juanolas
Rechupeteás.

He sellado las ventanas
Con artistas disecás.
Con fines de semana
Y compresas usás".

Así, mientras le escuchamos recrearse en su raro universo, las canciones visitan distintos palos —desde el bolero hasta el rock and roll, pasando por el vals sui géneris, pero siempre marcados por la inefable personalidad del artista madrileño— vestidas de lujo por el piano y el Hammond de Luca Frasca, la batería y la percusión de Ricardo Moreno, el bajo y el contrabajo de Pablo Navarro, la guitarra eléctrica y la percusión de Pablo Novoa y las guitarras acústica, española y eléctrica del propio Santiago. Y, como estupendo remate, el trombón de Juan Escalona en dos temas y las apariciones puntuales del acordeón, la armónica, el clarinete y la guitarra española del productor.

Difícil escoger algún tema entre un material tan brillante, y tan felizmente instrumentado, que, además, crece en el engarce de un corte con otro, en la conjunción que da lugar al álbum. Pero, si me viera en la obligación de hacerlo, quizá destacaría el único que, curiosamente, no está escrito por el ex enemigo mayor del reino (perdón, de la república): Con las manos vacías, tema de Víctor Cordero cantado por Chavela Vargas que en manos de Santiago también estremece al oírle sentenciar

"Que el amor es mentira.
Y nos deja al final
Con las manos vacías".

Enamorado o no, Josele Santiago ha seguido tirando hacia delante desde aquel Las golondrinas etcétera con trabajos muy recomendables que, como mucho casos en la música popular patria, no tienen eco en las listas de ventas; lo que, sumado a la crisis radical del modelo industrial tradicional, hace de trayectorias como ésta milagros andantes, cuasi quijotescos, que ponen por encima de todo su visión estética sin dejarse amilanar por un futuro incierto, si no aterrador. Discos genuinos como el del que aquí se ha dejado constancia dan sentido a esa lucha.